Revista viernes


Cazador, proveedor o compañero

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

02 de octubre de 2009 12:01 AM

Conozco a una mujer que casada con su marido aparentaba ser casi per-fecta. Un halo de detalles sutiles la rodeaba como en una comunión sublime que se inclina al oído del gran maestro de todas las cosas. Su cabello es perfecto, su voz siempre dulce y su mi-rada procura leves deste-llos de inocencia. Se casó con él porque era el más bello de todos y porque además prometía, entre todos, el futuro más seguro. Era un tanto ma-yor y parecía que sabía lo que quería de la vida. Lo suficiente para proveerla de un buen marido, un buen padre para sus hijos y el perfecto candidato para sacar el perro cada maña-na. Con el tiempo ella ob-tuvo un mejor trabajo, y su marido, de profesión difícil, fue restringiendo sus in-gresos. Por más trabaja-dor que el hombre fuera, la vida no le señalaba el éxito económico que ella mere-cía…; o por lo menos lo que ella creía que merecía. Después de todo se había bien casado con la espe-ranza de salir un poco de la mediocridad en que se ha-bía convertido su vida des-pués de los años de rece-sión que tenía su familia. Por cosas del destino o pese a él, empezó a ganar más dinero y se volvió la más fuerte proveedora de su casa. Su marido, aun-que esmerado, no alcanza-ba a ganarse la mitad que lo de ella y por sentido común empezó a ocupar su tiempo libre en el cuidado de sus hijos. A pesar del profundo amor que se profesaban, ella por ridícula o por so-berbia, empezó a decirle a todo el mundo que su ma-rido era un mantenido, que vivía tranquilamente de ella y que no llevaba 3 pe-sos a la casa. Lo que en principio no era cierto, ella lo volvió verdad con sus palabras. El hombre cuando se ente-ró entró en una gran de-presión y se quedó sin tra-bajo. Ella patéticamente sola en la búsqueda de un hombre que la amara, sin darse cuenta que los años habían pasado lo suficiente para que dejara de estar soñando con un príncipe azul que la sacara de po-bre, quedó peor que sola. Cada vez que miramos a los hombres como pro-veedores estamos pensan-do en ellos como en un cajero electrónico para re-tirar dinero. De poco nos sirve un hombre que deje el cheque cada mañana y que no tenga la más míni-ma idea de soñar y que pa-ra colmo de males tampoco sepa abrazar. Nadie querrá un flojo como marido, pero pensar en un hombre como el mejor partido es una forma de cosificarlos y de quitar-nos la posibilidad de amar a un ser humano…; y los seres humanos lloran, sienten miedo, se sienten solos y sobre todo, se que-dan sin trabajo. Nadie quiere a un hombre de es-píritu corto, pero aquel que se levanta cada maña-na a rehacer el día de mu-chas formas, aquel que to-das las noches se duerme con un nuevo plan en la boca y aquel que se imagi-na la felicidad caminando hacia ella, puede ser un hombre que no siempre tenga que llegar con el pan en la mano para saber que le amamos. Conocí a un taxista que recibió un golpe en la ca-beza con una cuchara. La agresora fue su mujer. La razón: No llevó suficiente dinero aquella tarde a la casa. El hombre refiere que busca las carreras afa-nado, pero que a veces la cosa está muy mala y no siempre se puede ser un proveedor exitoso en un país en el que la gente se muere de hambre. Al parecer, un hombre en esta sociedad debe lle-gar a casa con el bolsillo lleno o no vale 5 pesos que le permitan el acceso a los beneficios de una buena cama y de paso, al cuerpo de su mujer. Insisto, esta columna no es un homenaje a los flojos, descarados, sin fu-turo ni presente, que usan a las mujeres, beben y se despiertan tarde. No me refiero a aquellos que cuando la mujer llega de trabajar, la reciben con un agasajo de golpes e insul-tos…;, por supuesto que no, estos no merecen mi más mínima considera-ción…;, me refiero a aque-llos que se esmeran, que llevan el tesón para el tra-bajo en la sangre, que ma-drugan cada día, que sue-ñan, pero que sobre todo hacen hasta lo imposible por hacer realidad los sue-ños. Pero entre la tasa de desempleo y la maravillosa posibilidad de que cada vez las mujeres podamos tener acceso a mejores puestos de trabajo, en muchas pa-rejas la proveedora más fuerte del hogar puede ser la mujer. El mundo está cambiando, la mujer de la prehistoria necesitaba un macho que cazara, la mujer de hace unos años un pro-veedor, la mujer de ahora necesita un compañero de vida…; es posible que la mujer de mi historia no lo sepa aún. *Psicóloga palabrasdesexualidad@gmail.com www.palabrasdesexualidad.blogspot.com

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