Revista viernes


Datos sobre la ardidera

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

19 de marzo de 2010 12:01 AM

“Bestia impetuosa, turbada, loca de los celos No quiero que te toque el aire salitroso No quiero que profane tu cuerpo milagroso” Francesca Brango La ardidera es una ex-presión que hallo muy costeña. El diccionario de uso del español de María Moliner define ardido o ar-dida como alguien arritado, ofendido. Se ajusta muy bien. La ardidera, sin em-bargo, es más que estar ardido…; lo ardido puede ser algo transitorio, la ar-didera parece llegar para quedarse. Es casi un esta-do que obliga a la persona a buscar desesperadas al-ternativas para quitarse de encima lo que siente. Es un sentimiento similar al que despierta el roce de una aguamala. La víctima se revuelca contra la arena en un intento desquiciado por arrancarse la piel si es necesario. No se quita fácilmente, hay que decirlo, no se quita con cualquier palabra bonita. En su afán por sa-lir de ella, la persona que presenta la ardidera – por darle un toque más técni-co- puede volverse peli-grosa, dejar de lado incluso parte de sus principios y arrojarse a un vacío auto-destructivo. La ardidera se mezcla con nuestro sistema ner-vioso y se apodera de todas nuestras acciones, pa-rece que guiara nuestros movimientos. En la rela-ción de pareja, la ardidera suele aparecer al lado de los celos, motivada por una situación en la que la con-fianza y la vanidad se ven transgredidas. Es también un asunto de ego trastoca-do, un asunto en el que se pone en juego el valor pro-pio frente a la otra perso-na. Hay personas con ma-yor predisposición a la ar-didera, así como otros que son pasivos como unos ve-getales. Los ardidos sue-len ser personas apasiona-das e impulsivas. La san-gre hierve rápidamente y las manos comienzan a temblar. Usualmente se quita cuando se logra que la persona que produjo la ardidera con sus actos, sienta algo muy similar a lo que se está sintiendo. Pero la ardidera siente vergüenza porque sabe que es un estado de vulne-ración. Se hará cualquier artimaña para evitar que se interprete que lo que se hace no es por diversión propia sino por ardidera. Lo importante es mostrar-se feliz, que no le importa nada, que no se está tan ofendido. Los ardidos más gran-des de la historia son so-berbios por naturaleza y les cuesta mucho perdo-nar. Le tienen miedo al dolor y al sufrimiento. Es-peran sigilosamente y con un poco de suerte, la vida les dará la oportunidad de quitarse la ardidera mucho tiempo después. Es difícil confiar en este tipo de ar-didos porque atacarán en cualquier momento…; no saben olvidar. Y nos lo re-cordarán: “Te acuerdas aquel día, hace 2 años, que me dejaste vestida espe-rándote mientras estabas con aquella mujer” Uno puede que ni lo recuer-de…; pero dejarán ver una sonrisita peligrosa de la comisura de los labios, la expresión del sarcasmo y afilarán sus uñas como pensando “eso que sientes ahora, querido, es lo que sentí yo en aquella oportu-nidad”. Especulaciones, por su-puesto, son todas especu-laciones. No existe una bibliografía científica que nos hable sobre la etiología de la ardidera, no encon-traremos un tratado que explique sus dinámicas, sus efectos iatrogénicos, su comorbilidad, sus diag-nósticos diferenciales…; pero si nos basamos en las evidencias, la ardidera existe…; sobre todo existe, durante cada minuto que la sentimos y somos víctima de ella. *Psicóloga palabrasdesexualidad@gmail.com www.palabrasdesexualidad.blogspot.com

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