Revista viernes


De uno a diez ¿cuánto me amas?

PRINCE MARTÍNEZ

17 de octubre de 2014 11:20 AM

Por: Prince Martínez, orientadora familiar

“Me levanté esta mañana a las 6:10 después de acostarme a las 12:45. Me desperté una vez durante la noche. El ritmo cardíaco era de 61 latidos por minuto. La presión arterial de 13/8. Ayer no hice ejercicio por eso no se calculó la frecuencia cardíaca máxima. Tenía unos 600 miligramos de cafeína, y 00 de alcohol…”

Así comienza su charla Gary Wolf quien junto con su compañero Kevin Kelly, están promoviendo lo que ellos llaman desde 2007 el  “Yo Cuantificado”, en inglés Quantified self , movimiento que lleva ya unos 15 años de existencia. Todo se basa en una serie de dispositivos que miden desde la respiración y el sueño hasta los niveles de coagulación, de azúcar en la sangre, tensión, ritmo cardíaco, oxígeno, calorías consumidas, etc. En fin, manillas y bandas que son sensores y sistemas de recopilación  de datos sobre el estado físico de la persona que “cuantifican cada una de las actividades que realizamos a lo largo del día...” cada día!!! Aquí en nuestro medio es común el uso por parte de los deportistas para medir lo que caminan, trotan, su ritmo cardíaco y otras variables.

Se dice que “son herramientas que van a cambiar nuestras vidas".¡Vaya si van a cambiar nuestras vidas! Es una tendencia muy interesante el impacto de la tecnología. Se inició como un pasatiempo, luego una moda, más adelante un hábito que tiende a convertirse en una adicción. La utilización de la tecnología, indudablemente nos trae grandes beneficios. Conocer nuestro estado de salud de primera mano, para corregir las deficiencias que tenemos, es un gran avance pues cuando estamos bien, nos sentimos con mejor ánimo para compartir, trabajar y rendir en nuestras actividades. La salud hay que cuidarla, es muy importante.

Lo que tenemos que advertir es que no se convierta la salud en el único centro de atención, en una obsesión. Wolf y Kelly proponen al terminar su disertación que “pensemos también cómo pueden ayudarnos en la auto-mejora, el auto-descubrimiento, la auto-conciencia y el auto-conocimiento…” llegando hasta el punto de concluir que este autoconocimiento físico es determinante de “la conciencia, la brújula moral. Así que si queremos actuar más eficazmente en el mundo tenemos que conocernos mejor”.

Las bondades del conocimiento físico son indiscutibles, pero de allí a que éste se convierta en una especie de  conciencia y brújula moral hay un largo trecho.  La propuesta se reduce al funcionamiento y cultivo de lo físico y que esto nos hará mejores seres humanos y más felices, olvidándonos del cultivo del espíritu y de las facultades superiores-la inteligencia, la voluntad y la formación de los afectos- suena utópico.

Todo lo propuesto es medible y tiene límites (superior o inferior), parecen olvidar que lo estructural no es sujeto de medida y no tiene límites, por ejemplo: siempre se podrá amar más, ser más bondadoso.

Con el afán de medir, caemos en evaluaciones tontas como “de uno a diez, ¿cuánto me amas?” El amor: “Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites…”Así como el amor en sus características no tiene medida tampoco la tienen las facultades superiores, entre otras muchas la capacidad de servir, de comprometerse, de vivir la virtud; que a final de cuentas son las que determinan la brújula moral y las que realmente hacen mejores personas, mejores seres humanos.



 

 

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