El equilibrio de madre

Es una mañana de sá-bado, pero para Arlena Hoyos, se torna diferente. Mientras posa para una sesión fotográfica en com-pañía de sus hijos, hace saber que su pensamiento está más allá de la bahía, con los niños que protege y por quienes trabaja para darles un futuro mejor. Ella es madre, por eso sabe perfectamente que cada día tiene que intentar ser la mujer virtuosa y mantener un equilibrio que lleve paz espiritual y emo-cional, para de esta manera alcanzar la felicidad en el hogar. Arlena es abogada liti-gante y se declara enamo-rada de su profesión, la cu-al ejerce desde hace quin-ce años, trabajando en asuntos civiles y de fami-lia, además maneja un centro de conciliación, donde trata de evitar los conflictos, no sólo a nivel familiar, sino en lo concer-niente a asuntos civiles y comerciales. Convencida de su rol en esta sociedad, advierte que su primera función en esta vida es la de ser madre. Tiene tres hijos, Luis Fer-nando, Camilo y Federico, lo que la convierte en la “reina” de su hogar, ya que de su esposo Luis Fernando Mejía, además de amor, ha recibido todo el apoyo para decidir en su carrera y poder “volar” en la misma. Con una espiritualidad muy equilibrada, Arlena Hoyos ha sabido combinar los instantes y quehaceres en familia con los labora-les, sin que éstos últimos le resten importancia a su hogar. Considera que la clave para ser una buena madre, tiene que ver con la rela-ción que se mantenga con la pareja, y es el ejemplo que quiere dejar a sus hi-jos en cada uno de sus ac-tos. Para ella no hay impo-sibles, cree que se deben romper esquemas menta-les y borrar frases como “no puedo”, “no hay tiem-po” y otras similares que por el contrario, limitan al ser humano y no lo dejan mirar más allá. Para todo hay tiempo si se planifica, para los hijos siempre hay tiempo y eso más tarde se traduce en su formación y en su calidad de vida. Una misión que se cum-ple día a día Considerando siempre que la felicidad se com-plementa con obras a favor de los demás, Arlena Ho-yos inició hace ocho años la creación de una funda-ción para entregar a los más necesitados, una parte de lo que Dios ha deposi-tado en ella. Ese agradecimiento se cristalizó en “Dones de Misericordia”, la fundación que atiende a niños y an-cianos de sectores vulne-rables de Cartagena. En lo que se refiere a los niños, se atienden infantes con problemas de abuso y maltrato, e igualmente cuida de muchas personas de la tercera edad en esta-do de abandono. Arlena ve este trabajo como un equilibrio en su vida y la de su familia. Ad-vierte que la experiencia terrenal busca llenar va-cíos, pero en ella la bús-queda acabó en esa labor que aporta tranquilidad y felicidad a quienes se be-nefician de la misma. Se define como amoro-sa, pero también sigue la línea de la disciplina con sus hijos, y ese mismo as-pecto lo maneja con los más trescientos niños que hacen parte de su funda-ción. Estos infantes se en-cuentran divididos en una Escuela y en la isla de Tie-rrabomba, donde la terapia más grande que les puede ofrecer es el amor y la so-lidaridad que les profesa. Arlena recibe el apoyo total de su familia. Los jueves se dedica a los an-cianos y niños que viven en Cartagena y los sábados el destino es Tierrabomba, en una buena repartición del tiempo que logra con planificación. Afirma que el gran éxito de la Fundación “Dones de Misericordia” se dará el día que todos los cartage-neros sientan la necesidad de dar amor, porque es lo que más necesitan esas personas. El sueño de Arlena se centra en pensar que en los próximos años se lo-gren más escuelas para así erradicar en parte la mise-ria y la infelicidad, porque sólo con ese esfuerzo se logrará la estabilidad que formará personas de bien. Ahora disfruta de su ju-ventud, pero aspira enve-jecer al lado de su esposo y como abuela, no sólo de los hijos de sus hijos, sino de los que le traigan cada uno de los integrantes de la Fundación, por quienes trabaja para que logren sa-lir adelante.