Una de las mayores ilusiones del ser humano es el dominio personal sintiéndose libre para actuar y tomar decisiones. Los pequeños quieren ser grandes para hacer muchas cosas que hacen los mayores; los adolescentes quieren ser adultos para, según ellos, hacer lo que les venga en gana; los universitarios quieren ya trabajar para ser independientes, ganar su propio dinero y poder ejercer plenamente su libertad. Otra alternativa de muchos es casarse u organizarse con una pareja que les gusta para vivir el amor libremente los dos, sin cortapisas.
Deducimos que para el hombre moderno libertad es desembarazarse de ataduras y de toda autoridad: no tener ni Dios, ni amo alguno. Es creer que la libertad depende de las circunstancias, creemos que lo que coarta nuestra libertad son las normas de la sociedad, tal o cual limitación ya sea física o económica, entonces hay que tratar de eliminar todo eso para ser verdaderamente libres.
Sentimos que a veces nos viven la vida y queremos vivir nuestra vida, a gusto y es entonces cuando vamos a sentirnos libres, haciendo lo que nos provoca, no importa a quien le moleste, le guste o no.
Se piensa que ser más libre es tener la capacidad, en todas las circunstancias de la vida, de poder elegir el lugar de vacaciones, la profesión, el nombre de los hijos, y dentro de poco su sexo, el color de los ojos, mi manera de vivir, etc.
¿Qué es libertad?
Según el DRAE: “Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos.”
El ejercicio de libertad auténtico consiste en elegir entre diferentes posibilidades la que más conviene de forma que cuanto mayor sea el abanico de posibilidades, más libre seremos, con responsabilidad y compromiso. Estas dos condiciones son ineludibles, responsabilidad y compromiso, para un buen ejercicio de la libertad.
Hoy quiero proponerles un concepto adicional expresado de manera amplia por Jacques Philippe en su libro Libertad Interior. Él plantea que es en el ejercicio de esa libertad donde encontraremos mayor satisfacción y la felicidad personal.
Libertad interior
En nuestra vida hay multitud de aspectos fundamentales que no elegimos- nuestro sexo, nuestros padres, hermanos, nuestra apariencia, el temperamento, capacidades, etc. Muchos elementos de nuestra existencia que si elegimos son de una importancia bastante inferior y proporcionalmente son menos que aquellos que no elegimos: la carrera profesional, hacer tal o cual negocio, las vacaciones, etc.
Libertad interior es aprender que “la libertad no es solamente elegir, sino aceptar lo que no hemos elegido”. Aceptar multitud de cosas que parecen ir en contra de mi libertad: limitaciones personales, esta situación económica que se me presenta, un fallo injusto, la muerte prematura de un ser querido, una enfermedad terminal… De todo esto sentimos rechazo ¿por qué? Porque no lo podemos controlar. ¡Sentimos la aparente impotencia de la libertad!
“El acto más elevado y fecundo de libertad humana reside antes en la aceptación que en el dominio, cuando acoge la realidad que le viene día tras día…(…) Resulta natural y fácil aceptar las situaciones que, sin haber sido elegidas, se presentan en nuestra vida bajo un aspecto agradable y placentero. El problema se plantea a la hora de enfrentarnos con lo que nos desagrada, nos contraría o nos hace sufrir. Y , sin embargo, es precisamente en estos casos cuando, para ser realmente libres, se nos pide “elegir” lo que no hemos querido e incluso lo que no hubiéramos querido a ningún precio. He aquí una ley paradójica de nuestra existencia: ¡no podemos ser verdaderamente libres si no aceptamos no serlo siempre!”
Entonces viene a nuestros labios esta oración:
“Señor, concédeme valor para cambiar las cosas que yo puedo cambiar. Concédeme serenidad para aceptar aquellas que no puedo cambiar. Concédeme sabiduría para encontrar la diferencia”.
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