Revista viernes


Mujeres: diferentes con un mismo universo

CLAUDIA AYOLA ESCALLÓN

18 de junio de 2010 12:01 AM

En un número de El Malpensante me topé con la obra de Ruby Rumié, una artista plástica carta-genera que parece diluirse en mis recuerdos, pero que vuelve y toma vida cuando tengo frente a mí el texto que explica su obra y las fotografías que lo acompañan. Son muje-res, de eso se trata, muje-res como yo, como las otras, como estas, como ella, como aquella. Muje-res de todo tipo. Todos en algún lugar de nuestras almas somos unos críticos frustrados, pero mal haría yo en apa-rentar experticia en algo que no es de mi compe-tencia. Advierto entonces que “Lugar Común”, la obra de Ruby y de la ar-tista Justine Graham, sor-prende mi ojo ingenuo de la misma manera como se sorprenden los niños. No existe el embeleco vanido-so ni esa pretensión de elogios mutuos…; tan sólo me sorprende porque en-cuentro en sus imágenes algo tan parecido a las pre-guntas que las mismas mujeres nos hacemos de vez en cuando en las no-ches: ¿qué tanto nos pare-cemos unas a otras? En el mundo globaliza-do todo parece encontrar-se y sin embargo el ser humano moderno está ca-da vez más solo, la fluoxe-tina se nos volvió tan ne-cesaria como el café de la mañana, el día lluvioso nos abruma, el sol nos abruma, todo nos abruma. Tal vez dejamos de maravillarnos con los paisajes cotidianos, tal vez perdimos poco a poco el privilegio de jugar en los patios de las casas y nos fuimos reduciendo a unas expresiones mínimas de zombis ambulantes en espera de la muerte. Pero en medio de todas las distancias, de vez en cuando nos preguntamos por lo que sigue siendo un valor común en los seres humanos. Qué tanto se pa-rece una mujer negra a una blanca. Qué tanto se parecen los miedos de una mujer pobre a los de la ri-ca. Qué tanto nuestras tra-gedias nos acercan, qué tanto nos alejan nuestras historias. La artista cartagenera plasma en su obra las vin-culaciones posibles que se entretejen en el trabajo doméstico, en el que la mujer es la empleada y la otra mujer es la empleado-ra. Ambas, como viviendo un destino irrenunciable, conviven en una casa que significa la vida privada de una y la laboral de la otra. Las dinámicas posibles son muchas, infinitas tal vez. Se generan conflictos, celos, solidaridades, com-pañías, amores, odios, la-zos de amistad y miserias compartidas. De un lado las pulsaciones perversas de las diferencias de clase que aún arrastran tanto a los pueblos latinoamerica-nos, y por otro lado las compresiones por un uni-verso compartido: el uni-verso de ser mujeres. Se puede ser mujer de muchas maneras, aún más cuando hay particularida-des tan marcadas propias de los roles, la cultura, la historia de cada una. Pero me gusta la obra de Ruby porque se pregunta por aquellos lugares comunes de la vida de las mujeres, por su similitud y su di-versidad, y se atreve –por-que es atrevida-, a darles a ambas la misma visibilidad y a exponerlas allí casi “desnudas” del entorno, con una misma postura, la misma luz, la misma ropa, el mismo fondo y sobre to-do, el mismo respeto. El día que unas logre-mos vernos en las otras, recorreremos tal vez las distancias para unirnos en un solo abrazo, sin temor a perdernos en la otra, sin comentarios letales frente a la tragedia ajena, sin en-vidias por las glorias, sin temor de dejar de ser lo que se es, reconociendo que en medio de las no-ches oscuras, tal vez es más lo que nos acerca que lo que nos distancia. *Psicóloga palabrasdesexualidad@gmail.com www.palabrasdesexualidad.blogspot.com

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