Aunque confiesa que no escogió la carrera de periodismo de forma consciente, la cartagenera Patrizia Castillo hoy está convencida de que esta fue una de las mejores elecciones que pudo hacer en su vida.
Nunca soñó con ser periodista, quería ser psicóloga o actriz, pero la sobreprotección familiar le impidió pensar siquiera en estudiar en Bogotá, la opción más cercana era Barranquilla y tras el consejo de su amiga Libia Rivera, tomó el impulso de presentarse en Comunicación Social en la Universidad Autónoma del Caribe.
Libia le pintó un panorama bastante atractivo, guiada por lo que siempre había visto de su amiga Patrizia, pues todo lo que pasaba a su alrededor quedaba consignado en diarios y escritos, además de ser extrovertida y con una gran capacidad de comunicación.
El Universal fue el primer peldaño de su carrera, en su sala de redacción, para entonces ubicada en la vieja sede de la Calle San Juan de Dios, aprendió desde escribir a máquina, hasta conocer cada una de las fuentes. Entró como “rotadora”, es decir, el reemplazo de los periodistas en su descanso, y su primera experiencia fue cubriendo notas de sindicatos.
De allí pasó a una fuente muy agradable, “Gente y farándula” y “Tocando pista”, una columna que se hacía en el aeropuerto, desarrollando una destreza para abordar personajes en un medio distinto a su trabajo.
El reto siguió con la página “Conceptos”, un espacio que tocaba diariamente temas de interés local, regional o nacional, desde una óptica diferente, por lo que se requería de un criterio estructurado en el manejo de ese tipo de noticias.
Patrizia describe a El Universal como su mejor escuela, allí además de entender que la investigación es la base de esta carrera, llegó a alternar con excelentes periodistas que le enseñaron muchos detalles que hoy pone en práctica para continuar su tarea de escribir.
Dueña de un excelente sentido del humor, el cual indica fue heredado de su familia, compuesta por unos padres maravillosos y cuatro hermanas que la han secundado en las aventuras que ha emprendido, incluyendo la de escritora, Patrizia despunta en el universo editorial con su primer libro, producto de un cúmulo de experiencias y de su destreza periodística.
Y DÓNDE ESTABA LA ESCRITORA…
El día a día del periódico fue formador. Explorando cada uno de los puntos para elaborar una noticia, Patrizia formó las bases de lo que es hoy, y advierte que en ese momento para ella la inquietud literaria estaba latente y sólo se fundamentaba en ir más allá del trabajo encomendado.
Ahora entiende por qué nunca le inquietó “la chiva”, mientras que disfrutaba elaborando perfiles de personajes que llegaban a la ciudad y buscando historias llamativas. En ese día a día el ciclo se cumplió y aunque quería volar, emprendió otros proyectos que no tuvieron trascendencia, pero dejaron huella.
Un poco de estudio también se unió a su preparación con un postgrado en “Relaciones internacionales” que cursó en la Universidad Javeriana, su labor como funcionaria pública que aún conserva y un curso intensivo de cocina con título de chef, acompañada de una bella familia formada con su esposo Paulo López y sus hijos Paulo Adrián y Juliana, complementan el panorama que la invitó a sacar su pluma, sus verdades y decidirse a preparar su libro “Lo que aprendí del sexo después de sentarme a llorar”.
EL LIBRO
Los cuentos son su pasión, los ha hecho siempre, tiene muchos guardados y otros por venir, pero este libro tenía que ver la luz, no se trata de un manual de sexo, en él, Patrizia no cuenta secretos ni fórmulas mágicas, se trata de un escrito honesto, alejado del tabú que conlleva el tema.
“Lo que aprendí del sexo después de sentarme a llorar” nació tras la publicación habitual de una columna de sexo en una revista barranquillera, pero ella lo define como la experiencia de una mujer que ha sufrido y ha disfrutado con las relaciones de pareja.
El libro cuenta con relatos que al leer se hacen familiares, situaciones vividas por todas y todos en cualquier momento de la vida, pero basadas en la sexualidad femenina y eso es lo que lo hace sencillamente encantador.
“Lo que aprendí del sexo después de sentarme a llorar”, narra sus vivencias con los hombres que hicieron parte de su camino antes de encontrar el verdadero amor, pero también hay historias de las cuales se pueden sacar muchas conclusiones.
No fue un trabajo fácil, llevó su tiempo e investigación, allí entró la periodista que habita en ella para hacer lo propio, también contó con la valiosa colaboración de su editor, el periodista y escritor Gustavo Arango y el voto de confianza de Ediciones B, artífice de esta publicación.
La pluma está activa y mientras se asimila este trabajo que la puso en un nuevo lugar, sigue con el proceso de una novela que ya inició y la publicación de tres cuentos inéditos que la acompañan desde hace algún tiempo.
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