Hace algunos años escribí un texto que titulé “Bájese de la cama”, recuerdo que causó revuelo por algo absolutamente simple: La cama no es el único lugar para hacer el amor. Tener sexo en la cama, desde mi punto de vista, tiene que ver con la cómo-da sensación de quedarse dormidos allí después del acto sexual, o lo que puede ser aún mejor, la fantástica sensación de estar dormi-dos y despertarse a en-contrarse con el cuerpo amado. De cualquier manera es necesario reconocer que existen otros espacios dentro de casa, y por qué no, fuera de ella. Pero la gente se casa y se condena a la cama, que al principio resulta divertida y poco a poco se va convirtiendo en lo mismo de siempre. Antes, cuando eran aman-tes furtivos, descubrían miles de lugares, hacían el amor en el carro, en la pla-ya, en el sofá…; vaya que resultaba maravilloso el sofá, pero algunos, cuando el cura dice “hasta que la muerte los separe” en-tienden “muéranse del aburrimiento”. Sin embargo, no hay que morirse del aburri-miento, ni siendo amantes ni casados, y la cama no puede convertirse en una cárcel que mata la creati-vidad de la pareja. De todos los lugares de una casa, pasando por el baño, la mesa, la hamaca de la terraza y la lavadora, existe un lugar que casi todo lo puede: la cocina. Alguna vez escuché que a mujeres que estaban en riesgo de ser violentadas por sus parejas, les reco-mendaban no iniciar ni sostener una discusión en la cocina. En la preven-ción se considera que en esta parte de la casa exis-ten muchos objetos que el agresor puede tomar como ventaja. Pues si en el odio, la agresividad y la violencia, la cocina resulta peligrosa, en el amor puede ser ab-solutamente excitante. No sólo es un lugar maravillo-so para hacer el amor, tal vez esto sea lo menos im-portante, pero sí es un lu-gar perfecto para inventar-se muchas formas de amar. Esa creencia de que al hombre se enamora con la comida, es casi cierta del todo. Sólo se equivoca en un detalle: a las mujeres también. Los alimentos son sustancias bioquímicas que exaltan el mundo sen-sitivo y cocinar es uno de los actos de amor más su-blime. Hay miles de manera de hacer el amor, entre ellas, por el gusto. El chocolate, el jengibre, el curry, la miel, las gambas, el masa-go, los mejillones, el ají, las semillas de amapola, todos son ingredientes eróticos por su exotismo. Y si creen que necesitarán un presupuesto exagerado, nada más nuestro y más intenso que un arroz con coco hecho con cuchara de palo. Nada más sensual que la carnosidad de frutas como el mango o la patilla, ni formas más eróticas que la perfección de un ajo o el color de una fresa. Los ingredientes son la combinación que tan solo necesitará de la mano creativa, de la mano que ama, y nada cautivará más cuando cocinamos con amor y alimentamos aque-llo que amamos. *Psicóloga palabrasdesexualidad@gmail.com www.palabrasdesexualidad.blogspot.com
Revista viernes
Sexo en la cocina
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