“Un niño que conoce los dinosaurios”. Esa es la presentación que se hace de Tomás Guzmán Fonseca, el chico de 5 años que da “cátedra” del tema, porque no sólo los conoce, puede advertir su nombre, características físicas, la era a la cual perteneció y todo lo que se relacione con esas criaturas prehistóricas que atrajeron su atención y hoy hacen parte de su cotidianidad.
Tomás estudia Transición en el Gimnasio Altaír, hasta ahora es el único hijo del hogar formado por Nicolás Guzmán, Oficial de la Armada y Diana Fonseca, quienes se han visto en la necesidad de hacer investigaciones sobre estas criaturas, a fin de mantener la afición del niño en un plano más serio, pues lo ven como parte de su aprendizaje y no como un capricho infantil.
Su tableta es la mejor herramienta para ingresar a ese maravilloso mundo que cada día le aporta más. Desde extrae videos de dinosaurios, cocodrilos y tiburones, pues estos también acaparan su atención. Es asiduo seguidor de documentales en Animal Planet y Netflix y conoce perfectamente los horarios de los programas que más le interesan.
Al preguntársele si le gusta el mar, pues es en gran parte el trabajo del papá, Tomás no duda en afirmar que si, pues allí están criaturas monstruosas, como el Megalodón, que es un tiburón gigante que come ballenas.
En los nombres es preciso, no se equivoca, cuando expresa alguno, es porque ya tiene pleno conocimiento sobre el mismo, ha investigado todo lo que concierne a ese animal y su especie, puede decir incluso el número de garras o como se desplazaba, incluso el tipo de alimentación que consumía y como se defendía de sus depredadores.
Su lenguaje es rico, no parece el de un chico de su edad, y aunque su interés claramente se basa en este aprendizaje, el cual cada vez incluye nuevos retos, no deja de ser el niño de 5 años que juega con sus amigos y comparte todos los juegos que lo pueden atraer.
Cómo empezó todo
Al llegar a los inicios de esta bella aventura es Diana quien toma la vocería. Advierte que todo estuvo en un regalo de la tía, ella le llevó un dinosaurio cuando Tomás tenía un año de edad y a partir de allí empezó esa relación.
“Gio”, así lo llamaba en su incipiente lenguaje infantil, para él significaba dinosaurio y con ese pequeño juguete pasaba horas tal vez armando su propia historia. A esto le siguieron libros de pasta dura y la lectura de esas hazañas por parte de sus padres, quienes muestran su satisfacción al verlo integrarse de mejor manera a la lectura y escritura en su afán por investigar más.
Lo que puede ser un trabajo bastante dispendioso para una persona del común, es un deleite para Tomás, quien ha desarrollado un lenguaje muy fluido y rico para su edad, pues ninguna palabra representa impedimento para definir el universo de los dinosaurios.
Con más de 100 figuras, de diferentes tamaños y materiales, ha conformado ese mundo alterno que cohabita con él en su realidad diaria, sin embargo no lo aparta de los juegos más comunes en los niños ni lo aísla de otros, aunque ya tiene en el colegio un compañero para entablar esa conversación seria que ocupa su mayor atención. De otra parte, uno de sus primos ya logró interesarse por tener su propia colección y también es su interlocutor aunque esté en otra ciudad.
Las celebraciones de sus cumpleaños son muy particulares, cada año Diana tiene que ingeniárselas porque si bien el motivo de las mismas indudablemente es de dinosaurios, cada vez es uno distinto, entonces para ella es un reto lograr que todo quede como Tomás quiere.
Su decoración, ropa, calzado, piyamas, accesorios y todo lo que rodea su mundo, tiene a los dinosaurios como protagonistas, se siente un pequeño explorador en el Siglo XXI, que sin ser superdotado, como aclara su mamá, es un niño que ha sabido aprovechar herramientas que le van a afianzar su aprendizaje en todo momento.
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