Facetas


Terremoto en Haití no fue un castigo divino

JOYCE CANTILLO ALTAHONA

31 de enero de 2010 12:01 AM

Para el sacerdote Antoine St. Hilaire, párroco de los corregimientos de Malagana y Palenque, el terremoto que devastó Haití no es un castigo Divino por la práctica del vudú, una religión con raíces africanas. “Dios nunca pondría desgracias para sus hijos. Él nos da libertad”, afirma el sacerdote haitiano en un español regularmente entendible. Este religioso haitiano vive a la distancia el dolor de sus compatriotas que hace más de dos semanas quedaron damnificados por un terremoto que destruyó todo Puerto Príncipe y que causó la muerte –hasta ahora- de 170 mil personas. El Padre Antoine se enteró de la tragedia casi de inmediato. Lo primero que se le vino a la mente, tras conocer la nefasta noticia, fue su familia, que está radicada en Cabo Haitiano, una ciudad localizada al norte de Haití y que por fortuna no fue tan golpeada por el sismo de 7.3 grados en la escala de Richter. “Perdí a tres primos que vivían en Puerto Príncipe, aún no se sabe nada de ellos, no han encontrado sus cadáveres. Otros familiares quedaron damnificados, las casas se les rajó”. La solidaridad y palabras de aliento de sus feligreses permitieron que el Padre Antonio –como es conocido- no se dejara llevar por la tristeza al ver su pueblo sumido en la desolación y muerte. “Muchos feligreses venían a pedirme servicio, pero yo no podía, no me sentía con ganas. “La gente venía a darme el pésame, me apoyaron mucho, y eso me dio ánimo”, comenta el religioso. Admite que le gustaría estar allá, pero ante la situación es difícil ir, no sólo porque no cuenta con los recursos económicos para hacerlo, sino porque no se atreve a dejar su misión sacerdotal a un lado “porque he vivido todo mi sacerdocio acá”. El Padre Antoine destaca que los haitianos son de naturaleza luchadora y que su pueblo vive a pesar de la desesperanza. A su vez afirma que el país puede demorar alrededor de 20 años para recuperarse del terremoto, pese al esfuerzo de la gente y la cooperación internacional, ya que “fue la capital que quedó destruida, ahí estaba todo, era la cabeza”. SACERDOTE EN PALENQUE El Padre Antoine St. Hilaire vino a Colombia hace 13 años a través de los misioneros Oblatos de María Inmaculada (OMI) y luego de ordenarse como diácono el 14 de agosto de 1997. Durante cuatro años estuvo como vicario en una pastoral en el barrio El Pozón, de ahí pasó a ser párroco de la Iglesia San Marcos en Malagana, jurisdicción de Mahates, en Bolívar. Además de ser el párroco en Malagana, lo es de Mahates y San Basilio de Palenque, a donde va evangelizando y haciendo trabajos misioneros. Su formación sacerdotal se desarrolló en Bolivia, donde estuvo durante un mes, en Francia por cuatro meses y en Colombia donde ha transcurrido gran parte de su trabajo misionero. Estudió un Diplomado en Comunicación Social en Itepal por medio de la Universidad Pontificia Bolivariana. Por Palenque, primer pueblo libre de Colombia y América Latina, siente gran admiración, ya que tiene muchas similitudes con Haití. “Tenemos las mismas raíces ancestrales, al igual que los haitianos tienen una propia lengua y también se da el vudú. Hay mucha similitud cultural”. Confiesa que le gusta estar en Palenque, porque se siente como en Haití, aunque dice que no puede estar allá mucho tiempo –como él quisiera - porque Malagana le queda más central para desplazarse a los otros pueblos donde debe evangelizar y llevar la palabra de Dios. El calor humano de sus feligreses de Palenque, San Cayetano, Malagana, Mahates y Sincerín, ha hecho que el Padre Antoine se “amañe” en Colombia y “me quede en la misión, porque me han recibido muy bien”. AGRADECIMIENTOS El Padre Antoine dice estar agradecido con todo los países que le han tendido la mano a Haití en estos momentos difíciles y asegura que esa ayuda es de alguna u otra forma la manera de retribuirle a su nación, la gesta independentista en países del Caribe y Latinoamérica. “Eso es un orgullo para nosotros los haitianos y tal vez esa movilización se ha dado por eso”. El sacerdote asegura que la corrupción es el “cáncer” que ha contribuido para que Haití esté sumado en una extrema pobreza, situación que ha hecho que este país del Caribe sea considerado como el más pobre de toda América y todo por tener la renta per capita más baja del hemisferio occidental. “En Haití también hay gente rica, pero a la vez hay mucho desequilibrio. Mucha gente vive de lo que le envían sus familiares, que viven en Estados Unidos. “Allá la tendencia es ver siempre al Presidente, y él no puede hacerlo todo solo, eso es una cultura que se debe cambiar y la corrupción, es lo que en parte ha frenado el desarrollo de Haití”. Frente a los comentarios que se han suscitado sobre Estados Unidos y su supuesta intención de “adueñarse” de Haití prefirió no opinar, pues no le gusta tocar temas políticos y menos si está a la distancia. La última vez que fue a Haití fue en diciembre del año pasado. No pudo ver a sus familiares que están en Cabo Haitiano porque las vías quedaron deterioradas por las inundaciones. Sólo habló con ellos por teléfono, así como lo hace ahora en Malagana, lugar desde donde manda oraciones para que Dios los ilumine y les ayude a salir adelante ante la fuerza de la naturaleza.

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