Revista dominical


Vargas Llosa, visto por Eligio García Márquez

EL UNIVERSAL

17 de octubre de 2010 12:01 AM

Cuando lo vio en aquel agosto de 1967 le pareció que su pinta no era la de un escritor, sino la de un deportista o un actor de cine. Eligio García lo retrató en su reportaje Vargas Llosa, el bueno, el malo, el feo, aparecido en su libro Son así (Reportaje a nueve escritores latinoamericanos), publicado en 1982. Lo definió como “un trabajador incansable, peón de la literatura”. Sorprende que sus declaraciones y sus convicciones se mantengan en el tiempo, con la misma devoción y pasión. En ese encuentro en Bogotá y luego en Cartagena, lo acompañaba su compadre Gabriel García Márquez y Álvaro Cepeda Samudio. Se había empeñado en escribir un ensayo crítico sobre Cien años de soledad, una novela a la que le hubiera gustado escribir a él, como bien lo había dicho en un reportaje. Cuatro años después, lo publicó con el nombre de Historia de un deicidio, y es sin duda, la visión de conjunto sobre los orígenes de García Márquez que señalarían su destino creativo en todas las novelas que siguieron después. Es de una lucidez premonitoria. Dijo en aquel entonces que la novela de Gabo lo convertían en una especie de Amadís de Gaula de América. Cuando Eligio le preguntó por qué Vargas Llosa escribía, él le contestó: “ A mí lo que me interesa es contar una historia. No pretendo demostrar nada, sólo me interesa mostrar. Como Flaubert, el escritor no debe opinar, no debe entrometerse con lo que ocurre en sus ficciones, debe ser imparcial ante su mundo, completamente desinteresado”. Y sobre América Latina dijo que su literatura era “la corriente más audaz, más ambiciosa y rica de la literatura de Occidente en este momento. Por lo menos es más importante que la francesa y la alemana, o la inglesa de ahora”. “Flaubert es el padre de la novela moderna. Loñs pilares de la literatura contemporánea: Joyce, Kafka, Proust, fueron grandes flaubertianos”. En ese encuentro humano y vital entre Vargas Llosa y Gabo, su compadre le preguntó cuántas veces había tenido que escribir El Coronel no tiene quien le escriba, para encontrar ese tono. Gabo le dijo que “siete veces hasta dar con el tono que necesitaba, hasta que hiciera calor en el libro porque afuera en París hacía un frío del carajo”. Su concepto político salió a relucir en aquel entonces y confesó que “no quiero para América Latina un socialismo calcado de los países del Este. Estoy con un socialismo con libertad de opinar. Porque una de las cosas que espero no perder es mi derecho natural de escritor a la crítica, al enjuiciamiento obsesivo de la realidad en todos sus niveles (sociales, políticos, religiosos, etc), que es precisamente la función primordial de todo creador”. Vargas Llosa ha sido coherente en su vocación y en sus convicciones en estos 43 años, después de ese reportaje realizado por Eligio. Allí están sus obras portentosas: "La casa verde" (1966), "Conversación en La Catedral" (1969), "La guerra del fin del mundo" (1981), "La fiesta del chivo" (2000), para citar algunas de ellas.

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