Columna


Yo no soy negro

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

01 de julio de 2009 12:00 AM

CARLOS DÍAZ ACEVEDO

01 de julio de 2009 12:00 AM

Yo no soy negro porque la palabra negro, además de tener una carga semántica negativa, es una herencia del periodo colonial y de la historia de la esclavitud. Lo que menos quisieron los ingleses, españoles y portugueses traficantes de africanos fue que estos mantuvieran su dignidad, cultura y nacionalidad al atraparlos, arrancarlos de su Madre Tierra y venderlos en el “Nuevo Mundo” como animales, piezas o mercancías. Este proceso de deshumanización del africano también tocó el nombre de los esclavizados. Para los traficantes, todo ese grupo de no personas era para ellos un color, el más opuesto a su propia piel. Los nombres de origen de los africanos esclavizados, siempre llenos de significados y cargados de densidad afectiva, ya no servían para nada, ni debían ser pronunciados. El nombre identifica a la persona, no respetar el nombre de alguien es ofenderle gravemente. El sistema colonial y esclavista, quitándole el nombre al africano hacía entender que este no era persona. El africano ya no era él mismo, había dejado de tener un nombre propio y recibía un nombre común sin significado para él. Con la pérdida del nombre propio estaba en juego su personalidad e identidad, y con el nuevo nombre estaba en juego la imposición de una nueva identidad producida por los amos. Yo no soy negro porque lo negro no da cuenta de una cultura, no significa un pueblo diferenciado de otros desde el punto de vista de su identidad. El término negro no es un etnónimo, no se refiere a ninguna etnia, pueblo o nación. Yo no soy negro porque no me gusta mirarme a mí mismo y a los demás como un color, no me reconozco ni reconozco a los demás como negros, gente de color, morenos, café con leche, blancos, monos o amarillos. Soy afroamericano, afrocolombiano, afrocaribe, afrocartagenero, porque soy de descendencia africana pero nací en América, Colombia, en el Caribe, en Cartagena. Soy afro porque además de tener las facciones típicas, de responder a una cosmovisión, memoria y pensamiento ancestral, pienso lo afrocolombiano tal cual lo plantea el dirigente afronariñense Jorge Enrique García, “como el poder asumir una actitud política distinta que, desde la perspectiva étnica, promueva la defensa de algunos valores culturales como estrategia de lucha. Lo afrocolombiano en este sentido estaría determinado por la vocación, el compromiso con lo social, la claridad política, la concordancia entre el discurso que se maneja y la práctica comunitaria, el sentido de pertenencia a la cultura y la identidad con los procesos que construyen esperanzas de vida en condiciones de dignidad”. El asunto de cómo nos nombran o nombrarse no es un capricho. Esto tiene implicaciones para la comprensión del poder y la autoridad. El poder es la habilidad de lograr los fines deseados y el poder de nombrarnos cumple con este fin. No es una pendejada controvertir las formas como nos han nombrado, nombran o sobrenombran en el plano de lo étnico y cultural, y en otros planos. No es lo mismo que nos nombren o nos autonombremos, porque el nombrarse tiene que ver con reclamar la propia identidad, el propio pensamiento y la acción, con lo que somos o aspiramos ser como pueblo, etnia o nación. Por eso mi afán por decirles que yo no soy negro, soy afro. puntos_de_encuentro@hotmail.com

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