Columna


¿Felizmente mantenida o independiente y desdichada?

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

21 de junio de 2009 12:00 AM

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

21 de junio de 2009 12:00 AM

Según la última edición de la revista Semana, un libro de moda titulado Smart Girls Marry Money (las mujeres inteligentes se casan por dinero), recomienda a estas tener en cuenta el tamaño de la billetera de su futuro esposo. La autoras las exhortan a que busquen una relación más sólida (léase billete) que el simple amor romántico, ya que el signo pesos hace más resistente al matrimonio al desgaste que produce la cotidianidad, porque permite desarrollar “aficiones en común, respeto mutuo y compromiso hacia la familia”. La reseña dice al final que las autoras no están contra las feministas, pero señalan que este movimiento ha llevado a las mujeres a creer que lo pueden tener todo: Amor, maternidad, independencia social y económica y matrimonio feliz. La mala noticia es que para la mayoría de las “supermujeres” modernas este cuento de hadas no ha funcionado y han padecido un shock de desencanto al ver que después de hacer maestrías y doctorados y lograr envidiables posiciones laborales, el estrés que les genera la multiplicidad de roles, las ha convencido de que no vale la pena tanto esfuerzo y algunas han decidido mandar al carajo a la liberación femenina y mejor convertirse en perfectas amas de casa para ser “unas felizmente mantenidas” (FM) y no unas desdichadas independientes. La liberación femenina ha sido uno de los cambios más dramáticos en el mundo en los últimos tiempos. Antes, en Cartagena, por ejemplo, aunque algunas mujeres trabajaban, la mayoría de ellas se dedicaba a gerenciar el hogar, un sitio en donde aparentemente estaban investidas con el poder simbólico que les daba el de ser las “señoras de la casa”, pero también con la impotencia de saber que no tenían valor intrínseco, sino de referencia con su marido. Como también estaban agraciadas por las llamadas entonces virtudes morales, eran vistas como vigorosos pilares de la sociedad. Pero, este apacible oasis familiar ocultaba las lacras del machismo, que en sus variantes más matreras se expresaba con violencia física y verbal, poligamia y otros desmanes. La liberación femenina (LF), afortunadamente, acabó con normas sociales desuetas que constreñían a las mujeres a desempeñar los roles tradicionales y a soportar en ocasiones tiranías crueles en el hogar. Si bien desde los años 20 se dieron los primeros pasos, la LF tomó vuelo en los años 60, a lo cual contribuyó notablemente la píldora anticonceptiva y los estudios universitarios, la primera evitando la maternidad no deseada y la segunda abriéndole un inmenso campo laboral. Pero, como no hay rosas sin espinas, muchas mujeres hoy se sienten sobrepasadas por las exigencias dentro y fuera del hogar. Ante esto, algunas idealizan la situación de sus antecesoras, ocupadas enteramente de sus hijos, con tiempo para sí mismas y sin presiones laborales. Por eso, tal como lo reseña el libro, han empezado a preguntarse si no es mejor ser felizmente mantenida a vivir liberada pero angustiada. En mi concepto sería un retroceso social que las mujeres volvieran a la situación de subordinación anterior, pero de todas formas, libros como este reflejan el descontento de mujeres agobiadas por la multitud de tareas que les ha caído encima. menrodster@gmail.com

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