Columna


¿Morir con dignidad?

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

09 de junio de 2009 12:00 AM

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

09 de junio de 2009 12:00 AM

El 24 de mayo pasado, la Agencia Internacional de Noticias, A.P., puso a circular por el mundo la noticia de que una “Ley le permitió a una mujer suicidarse”, acogiéndose a la nueva legislación para lograr un suicidio asistido en el estado de Washington, Estados Unidos. Esta ley es conocida internacionalmente como el derecho a “morir con dignidad”. A la señora Linda Fleming, de 66 años, se le diagnosticó un cáncer y no quería pasar sedada por las dosis de calmantes fuertes que se le aplicaban. “Soy una persona muy espiritual y para mí es muy importante estar consciente, lúcida y alerta en el momento de mi muerte”, habría dicho la señora Fleming antes de morir. ¿Suicidio? ¿Muerte con dignidad? Dada la complejidad de este caso, consulté la opinión de algunas personas relacionadas con este tipo de comportamientos, que nos permitan reflexionar sobre este asunto con cabeza fría y serenidad. Para algunos psiquiatras, como el médico cartagenero Rafael Osorio Chagui, esta clase de conducta puede catalogarse como un suicidio si es fruto de la voluntad individual y unilateral del enfermo. Pero si la muerte es asistida por un equipo integrado por un sacerdote, un médico, un psiquiatra, un abogado y un representante de la familia, debería considerarse como un acto con un gran sentido ético y de compasión hacia un ser que está sufriendo. Para la Iglesia Católica, sólo Dios tiene derecho a disponer de la vida de los hombres. Y el ser humano no tiene derecho de privar a los demás de su compañía, ya que cumplimos un papel en la comunidad, y el suicidio, o la muerte asistida, significan un atentado contra Dios y contra los hombres. Otra es la posición de la joven Luxelvira Gamboa, egresada de la Universidad de Washington, quien anota: “En el caso de Linda Fleming, acongojada y muy consciente, física y emocionalmente del hecho de que un cáncer ya le había marcado el fin cercano a su existencia, puede hacer realidad lo que algunos llamamos “morir con dignidad”. Ella decidió no dejarse llevar a sí misma y a sus allegados a momentos de dolor intensos -seguramente más de los padecidos hasta ahora- prolongando su vida, pero con costos muy altos en su calidad de vida y en su dignidad como ser humano.” Y más adelante, la joven señala que todo ser humano tiene la libertad de elegir de qué manera quiere realizarse en la vida. Puede escoger si quiere estudiar, si quiere trabajar, si quiere casarse en el momento oportuno. Una persona debe ser capaz de elegir por sí misma su propio camino en la vida, siempre en busca de vivirla plenamente, entonces ¿por qué al final no va a poder decidir cómo quiere terminarla? El Estado de Washington, como lo muestra el artículo, es el segundo en EEUU (después de Oregón) donde la ley de muerte asistida ha sido aprobada. Washington es considerado uno de los estados más liberales en cuanto a la forma de pensar y procurar la calidad de vida de sus habitantes, y no es una casualidad que este sea el escenario donde murió Linda Fleming. Así que la discusión sigue y seguirá abierta, en relación con quiénes pueden decidir cuándo, cómo y bajo qué circunstancia puede o debe un ser humano morir. Mientras tanto, pensemos si el rótulo para este caso es el de un suicidio asistido, o el derecho a morir con dignidad, en el caso de enfermedades terminales. saramarcelabozzi@hotmail.com

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