Con todos los acontecimientos climáticos de estos últimos días nos preguntamos de qué manera podemos contribuir a un mejor planeta, más allá del aporte económico.
¿Has escuchado hablar de la huella de carbono? De forma muy general, esta representa la cantidad de gases efecto invernadero (GEI) emitidos a la atmósfera, derivados de las actividades de producción o consumo de bienes y servicios; herramienta para cuantificar las emisiones de dichos gases, así que puede ser una manera de ayudar a ‘controlar’ el clima futuro desde nuestras acciones cotidianas.
Múltiples investigaciones científicas resaltan que el riesgo del cambio climático es severo y que su impacto dejará temperaturas 2 grados centígrados por encima de las registradas en la época preindustrial. El último ejemplo certero está en los incendios de Australia.
“Ha estado bastante claro desde hace un largo tiempo que el calentamiento global —causado por humanos— llevará a una crisis de incendios forestales en Australia”, dijo el investigador del Instituto Potsdam de Investigación sobre Impactos Climáticos, Stefan Rahmstorf.
La huella de carbono es un recuento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), que son liberadas a la atmósfera debido a nuestras actividades diarias o a la comercialización de un producto, podemos ayudar a reducir nuestro propio impacto sobre el cambio climático con acciones en cadena.
Un artículo de National Geographic dice que las secadoras de ropa producen una gran cantidad de CO2, lo cual indica que, si queremos bajar nuestras emisiones, debemos suspender o reducir el uso de estas máquinas. Desenchufar los cargadores, comer menos carne, usar bicicleta o caminar cuando se pueda, apagar el aire acondicionado cuando no se requiera también hacen la diferencia entre nuestras ‘emisiones particulares’ y poco a poco suman hacia un mundo más amigable.
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