EL OLVIDO DEL OLVIDADOR OLVIDADO


Parado sobre la plataforma de observación del Aiguille du Midi, uno de los sublimes puntos de avistamiento visitado por los caballeros del Grand Tour durante el siglo XVIII, en lugar de recibir la inspiración de Calíope me acongoja la realidad de la aldea colombiana. Es claro que vivimos en un Estado lleno de esquirlas y sumido en un dilecto macartismo donde, para infortunio nuestro, se cree que los problemas son sólo de los demás y que pensar diferente es sinónimo de todo lo malo.

A menos que la realidad sea leída a través de las definiciones dadas por el Diccionario del diablo de Bierce, no se puede desconocer que atravesamos el acmé social, económico y político de un país agonizante en medio de patochadas y fetichismos legislativos que desconocen el uebos anhelado por su población. Pero claro la dirigencia no tiene tiempo para lo que es menester. Es más importante transmitir la entronización de la virgen de Chiquinquirá, exaltar la vida y obra de Esthercita Forero -iniciativa de Lorduy y Char-, reconocer el carriel antioqueño como patrimonio cultural de la nación (proyecto de Ley aprobado y priorizado en medio de la calamidad en salud pública y la crisis económica y social que se atraviesa), aprobar la Ley “Comida Chatarra” e impulsar una reforma a la justicia que, entre otros “micos”, estableció sustanciales reducciones a los requisitos para ser Fiscal General, Procurador General, Defensor del Pueblo y Registrador Nacional; en lugar de reformar el ICETEX, garantizar la matrícula cero para estudiantes de escasos recursos económicos, prohibir el fracking, impedir la reforma al Código General Disciplinario y evitar más repartición de “mermelada”.

Hoy, la vida misma se ha convertido en la distancia entre dos incertidumbres, mientras se pauperiza el lenguaje y se lleva el registro de los madrazos con los que se habla por hora. Se tienen relaciones reducidas al positivismo, donde se ha perdido la forma y el fondo, los valores y la ética, es decir, las sanas y buenas costumbres.

No cabe duda, Voltaire tenía razón. La política es el camino para que los hombres sin memoria sean gobernados por hombres sin principios. Somos espectadores, eso nos hace traidores de una patria en desmedro. La vida del transeúnte colombiano recorre los criterios estéticos de una moral decadente que no se ajusta al deber ser sino a la corriente “racional de moda”. ¡Estamos fallando! ¡Debemos cuidarnos!

En la insensatez hecha nación, es común encontrar que vivimos bajo los postulados de Darwin. Se detectan, con facilidad, arañas que llaman lagartos y lagartos que comen gorgojos, al mejor estilo del proceso productivo del café, devorando así el erario, en procura de satisfacer intereses mezquinos. Analogías conducentes a la evaluación de nuestras carencias, al desfallecimiento de los esfuerzos y unos lánguidos productos, obtenidos en pocos campos estatales alejados de verdaderas soluciones estructurales.

Son imperativos altos estándares de disciplina si queremos cambios, en nuestro caso imposibles de alcanzar. El arte es la sublimación de dicha disciplina, empero, su vigor expresivo ha sido reemplazado por unas redes sociales aburridoras, atiborradas de improperios, en medio de un país político y no nacional, estableciendo así un caldo de cultivo para que los “rebeldes” que lleguen al poder consoliden un autoritarismo rampante, donde la censura sea corolario y la calma un ideal.

Estamos frente a una carencia de profundidad por culpa de lo audio visual. Nos hemos convertido en la obscena corrupción y la mortaja de Borges, se ha perdido el ser oportuno con oportunidad, tener un sobrado espíritu de beligerancia, se hace política en función de encuestas, las actuaciones prescinden de raciocinio, se emiten juicios cargados de profundas confesiones que denotan los más oscuros y macabros deseos, en síntesis, no somos estoicos, somos epicúreos.

Los retos actuales no son menores. La inflación corrida en esta anualidad llegó a su nivel más alto, 3,63%, respecto al 3,86% registrado en marzo del 2020. La calificadora de riesgo Fintch, siguiendo los pasos de su homóloga Standard & Poor´s, redujo de BBB- a BB+ la calificación crediticia, dando un mensaje con una claridad a ultranza que da cuenta del deterioro en las finanzas públicas, si se tiene en cuenta que para el marco fiscal de mediano plazo, el gobierno nacional estableció un déficit fiscal, para la vigencia actual, que ascenderá a 8,6%, equivalente a un faltante de $95,7 billones, con una expectativa de reducción al 7% ($83,5 billones) del PIB para el año 2022; sumando, esto, a un nivel de deuda pública en aumento, que se traduce en capacidad y confianza precaria para establecer una trayectoria descendente en cuanto a la colocación de deuda. Como si esto fuera poco, la nación enfrentará un incremento de la tasa de cambio proyectada en $3.930, resultado de la incertidumbre fiscal, la pérdida en el grado de inversión y una mayor prima de riesgo, aunado a una menor inversión extranjera directa y altos costos de financiación privada

Al primer mandatario aún le queda tiempo de atacar y enfrentar los demonios de su ego y vanidad. En medio de sendos energúmenos fundamentalistas, debe garantizar que la política busque solidaridades y no complicidades, es conminatorio que garantice una prevención ecuménica de todos los pesares, adicionales, a los que nos ha dejado. Lo exhorto a tallar su espíritu en la soledad, como lo hiciera García Lorca, beba de la fuente de los pedagogos y no de los demagogos, ahí encontrará la luz. Recuerde que, aunque la humanidad siempre le ha temido a lo diferente, el futuro nunca está definido, por lo tanto, el desespero a la frustración, traducido en el Estado fallido que habitamos, se puede enfrentar atendiendo reformas históricas aplazadas, atendiendo la inerme sociedad con rabias anidadas, desmarcándose de la guardia pretoriana de aduladores que tiene y enfocar la economía a las necesidades de propios y no de foráneos.

Debe, usted, abandonar la pasividad condena de los impuros, impedir convertirse en un problema por considerarse importante con sus abyectas actuaciones, invoque lo que somos como sociedad aprovechando el umbral de actuación que le da vida, eso le permitirá regocijarse y convertir lo divino en humano.

Lo olvidarán los olvidados que tanto olvidó y será una representación más de Botticelli, en su infierno sino tiene un ojo en el microscopio y otro en el telescopio y sigue ostentando la petulancia propia de los tiranos y los coprófagos consagrados. Recuerde que un buen dirigente debe tener la capacidad de Dios: aparecer cuando es imperativo, eso le daría prestigio a su actuar.


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