Artista Carlos Salas y el vacío de Ana Mercedes Hoyos


 
Por Carlos Salas Silva, pintor colombiano.
 
Amanecí pensando en mi amigo François, quien fue como un hermano mayor durante mis estadías en París, con muchos deseos de verlo y conversar con él.
 
Hace ya más de veinte años que murió, pero a veces me visita en los recuerdos.
 
Marguerite Yourcernar, al hablar de los amigos, mencionaba una anécdota de Motherlant, en la que le preguntan a una niña que no ha querido ponerle nombre a su pequeño gato:
 
- Entonces, ¿cómo lo llamas?
 
- No lo llamo. Él se acerca cuando quiere, respondió la pequeña.
 
Dice la escritora: “Los amigos, de una manera parecida, acostumbran venir por caprichosas casualidades.”
 
Cuando pienso en estas palabras de Marguerite Yourcernar, vienen a mi mente los amigos que se han alejado. A veces regresan y otras no porque cumplen otra cita, la inevitable, la de la muerte que nos deja ya sin la esperanza del reencuentro.
 
Con Ana Mercedes Hoyos me quedé sin el placer de compartir con ella muchos más momentos de risas y de furias, de solidaridades y desencuentros, de amores y odios, todo con la pasión que despierta el arte. Nos alejamos sin saber qué lo motivó. Ahora ella regresa tan sólo en los recuerdos.
 
León Tovar se admiraba, como muchos otros, de la estrecha amistad que compartíamos con AnaMer, como me gustaba llamarla cariñosamente.
 
León pronosticaba una ruptura explosiva; nos conocía lo suficiente para creer que eso ocurriría. Pero no fue así. Para tristeza mía fue tan sólo alejarse esperando el retorno por 'caprichosas casualidades', como bien lo dice la Yourcernar.
 
No sé, ahora no sé nada… No sé si habría preferido esa explosiva ruptura. Tal vez sí. Me he quedado con muchas cosas que decirle a mi amiga y, sobre todo, me queda el vacío en donde debían estar su presencia y las palabras que esperaba escuchar de sus labios.

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