La Venganza


Introducción

"Mi mujer me trataba como a un perro... y yo... yo la trataba como a un árbol".

La venganza

Si hay algo que nos da la convivencia diaria es sin lugar a dudas un mayor conocimiento de la otra persona, de tanto convivir ya sabemos no sólo lo que más le gusta, sino también lo que más detesta, sabemos cuáles son sus fortalezas, pero también sus debilidades. Por todas esas razones podemos afirmar que si hay alguien que sabe donde lastimarnos con mayor eficacia es nuestra pareja, por eso hay que entender que cuando los conflictos de pareja surgen no hay que subestimarlos, no hay conflicto pequeño, sobre todo porque somos expertos aparentando que la ofensa que pronunció o ejecutó nuestra pareja no nos afectó, entonces como ella o él estaban esperando que nos retorciéramos de dolor o nos ruborizáramos de la rabia o la incomodidad, y como nosotros le estamos mostrando otra cosa, como por ejemplo que no nos tocó ni lastimó, entonces el agresor busca la forma de dar el golpe mortal, eso hace que se produzca una escalada gradual y en ocasiones incontroladas en el conflicto de pareja; para bajar la intensidad al conflicto es indispensable aprender a comunicarnos expresando de manera asertiva no sólo nuestras ideas, sino también los sentimientos. La asertividad consiste en saber decir lo que tenemos que decir, en el momento indicado, con las palabras indicadas, con los gestos indicados y en el lugar indicado, como un acto de sana autoestima.

Volviendo al punto que hemos propuesto, debemos tener presente que aunque se dice que la venganza es dulce, la experiencia nos ha enseñado que su aparente efecto placentero es realmente de corta duración. Lo normal es que las personas sintamos un deseo instintivo de vengarnos cuando alguien nos lastima, cuando percibimos que alguien nos está haciendo o deseando que nos pase algo malo; el sentimiento y el deseo de venganza se agudiza en la medida en que aumente la sensación de impotencia o percibamos que estamos siendo humillados o ultrajados en nuestra integridad. En el caso de las relaciones de pareja, lo he venido diciendo desde hace muchos años, que si se puede hablar de una forma sana de venganza esta consistiría simplemente en aprender a llevar una vida feliz después de haber sido humillado (Romanos 12, 14 - 21; Mateo 5, 43 - 48), traicionado u ofendido por nuestra pareja, digo que es una forma sana porque la verdadera felicidad no tiene que fundamentarse en la desgracia o la desventura del otro, si al otro le va bien o le va mal no debería alterar nuestro equilibrio emocional, cuando una pareja por ejemplo llega por cualquier motivo a una ruptura definitiva, no habría motivo para desperdiciar minutos, u horas o días de nuestra vida tratando de estructurar una venganza para desquitarse de la pareja por haberlo engañado, herido, o simplemente por haberle hecho perder parte importante de su vida tratando de salvar una relación que aparentemente a él o a ella le importó más bien poco o nada; la verdadera felicidad simplemente consiste en ser capaz de seguir adelante con nuestro proyecto de vida, replantear las metas y no rendirse nunca. Es mucho mejor en este sentido, y más sano también, aprender a dominar el enojo, ya lo dice San Pablo de una manera clara y sencilla “No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal a fuerza de bien” (Romanos 12,21) Esto no significa que debemos someternos a la injusticia, lo que significa es que no se puede vencer la injusticia con otra injusticia, esta bien que el evangelio nos diga que debemos ser mansos (Mt. 10, 16), pero en ningún momento nos dice que seamos “mensos” (tontos).

Conclusión

“La venganza es un veneno que uno toma esperando que muera el otro”

 


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