Metáforas, símiles, imágenes y sus correspondencias en la historia del fin


   

Metáforas, símiles, imágenes y sus correspondencias en la historia del fin

Por René Arrieta Pérez y José Vicente Arias Rincón

 

La urdimbre del texto la constituyen siete microhistorias que se entrelazan para narrar la historia del fin de la raza, en la que se mira el hombre (la especie, la humanidad) en el espejo del fin de los tiempos.

Para precisar más, la historia del fin de la raza comenzó desde la expulsión del Edén (más de 12.000 años) y continuará hasta el fin de los tiempos, que comenzó desde el encuentro de los dos testigos del apocalipsis (en el 2009), y sigue con la divulgación del contenido de los siete sellos del apocalipsis, tratados suscritos por estos, que narran y detallan los acontecimientos previstos y sus razones, que finalizará con la hecatombe final en el año (2052), después del Juicio Final (que acontecerá en el año 2043). Diez duros y postreros años, descritos con precisión en el Primer sello del apocalipsis.

Y, desde luego, figuras de pensamiento como la metáfora, el símil, la etopeya, el retrato, entre otras muchas, se relacionan para delinear una imagen, la del hombre, a imagen y semejanza de su Creador, pero que, a su vez, esta imagen se atomiza y desaparece para dejar solo una caricatura del ser, que aniquila así la correspondencia existente entre criatura y Creador.

Cada una de estas microhistorias fragua una metáfora o un símil, que bien pudiera ser, estas u otras de las múltiples figuras retóricas que se establecen como imagen, y que puede ser duradera y eterna o momentánea y fugaz. Lo que depende, en efecto, de la dinámica del ser mismo en su devenir. No obstante a la fugacidad, cada imagen es un rasgo rescatable para el trazo de la historia final.

Para remarcar todavía más la pertinencia de las figuras retóricas o de pensamientos, al margen de los breves relatos a los que aludiremos, podemos decir que el ser humano en esta sociedad decadente, muchas veces se puede definir como muy bien se definen algunas de dichas figuras. Por ejemplo: el hombre es un anacoluto, definiéndose anacoluto como la figura que consiste en dejar una serie de palabras o un grupo de estas sin concordancia con el resto de la frase. En síntesis, algo confuso y sin sentido.

O bien, pueden ser tanto el hombre como la mujer, un quiasmo. Cuando la figura retórica consiste en el intercambio de dos ideas paralelas y opuestas. Y el ser humano presenta muchas veces esas posibilidades que lo narran, de repeticiones, por lo general, absurdas, sin que contengan siquiera el sentido de lo lúdico.

Igual, pudiéramos decir que el hombre es un verdadero pleonasmo, y lo es real y ciertamente, de acuerdo a la definición del recurso literario, y aplicaría la parte, el procedimiento o la característica por el todo. Puesto que el pleonasmo consiste en utilizar intencionalmente palabras innecesarias que no añaden nada nuevo a la comprensión de un enunciado. El hombre, en esta sociedad, urde intencionadamente discursos engañosos, de falsos mensajes redundantes. En realidad: monsergas, vacuidades, que no agregan nada novedoso e interesante. 

Aunque ciertamente podamos realizar todas estas asociaciones y elementos comparativos, nos quedamos con lo que realmente se rescata de las microhistorias que se correlacionan para contar una real y postrera historia de la raza.

Las siete microhistorias que fraguan este relato son: Juan Salvador Gaviota. El pastor mentiroso (más conocido en nuestro medio como el ‘Pastorcito mentiroso’). La casa incendiada. Parábola de los diez talentos. Parábola del hijo pródigo. ‘El deber de Arjuna’, en el Bhagavad Gita (lo titulamos así, porque vemos el deber como gran metáfora que se yergue en la obra, y Arjuna, su ser, se convierte en el deber tangible). Y El cazador, la liebre y el río (relato que construimos a partir de una serie de revelaciones que nos hizo nuestro Padre Celestial, que nos permitió leer el libro de las constelaciones, y entregarles a ustedes un fragmento de lo que narra).

Explicaremos, en efecto, por qué cada una de las microhistorias y sus relaciones con la historia del fin.

La particularidad, el sentido y definición de cada microhistoria es un trazo que delinea y plasma el retrato del ser humano que, sumido en su decadente andadura, camina directo al precipicio.

Antes de entrar en materia, debemos decir que en un momento determinado, yo, René, limpiaba los libros de mi biblioteca, y dejé en mi escritorio el relato de Richard Bach, Juan Salvador Gaviota. Lo volví a leer después de muchos años. Al final de la lectura me quedé meditando y con la certeza de que no hay nada casual. Era una relectura atinente y que me esperaba. En ese estado, mi Padre Celestial llama mi atención, lo veo y me dice: “Siete relatos, siete metáforas”. Y como si ya las tuviera, las fui repasando en mi mente y Él me las confirmaba. Posteriormente, me reúno con José Vicente, las examinamos, estuvimos de acuerdo, y así les entregamos a ustedes, queridos lectores, este texto que Dios envía a todos como mensaje para su reflexión y análisis. Y que, de igual forma, espera se le haga honor, especialmente, a la parábola del hijo pródigo. Él, amorosamente y con los brazos abiertos los espera a todos. Nosotros deseamos que así sea.

 

“Juan Salvador Gaviota”, una metáfora del vuelo, de la evolución

Podemos decir que literalmente el relato de Richard Bach es una metáfora del vuelo, de la evolución. El breve texto nos presenta la historia de una inusual gaviota, Juan Salvador, que se aparta de lo común y aspira a lo trascendental, al vuelo, y en ese empeño se cae y se estrella muchas veces y queda maltrecha, pero se levanta y continúa con su propósito. Es rechazo por la bandada, porque trasgrede la ley del grupo, de la tradición. El relato, asimismo, nos presenta distintos espacios de la historia; los acontecimientos de la vida en el mundo físico, al igual que en el mundo espiritual. En ese sentido, plasma muy bien las dos instancias, la dualidad del ser humano: la vida en el mundo material y en el mundo espiritual. Resaltamos muchos pasajes que se acoplan a lo que se refiere a la condición del hombre en esta etapa del fin, en la que Dios espera que su creación haya evolucionado para que así continúe en el devenir del desarrollo de su universo, de no darse ese proceso el producto debe ser desechado, así tal cual lo hace la industria con la producción imperfecta, o como lo hace la naturaleza. Solo lo perfecto sobrevive y sigue multiplicándose y crea un linaje.

El siguiente pasaje refleja que el proceso es una labor ardua, pero indispensable. Recuerda la sabiduría oriental de la rueda del Sansara: todas las vidas (108) que tiene el hombre para retornar a su fuente, en donde los seres de mayor conciencia y reciedumbre logran el retorno en pocas vidas, y no tienen que recurrir a todas para lograr la perfección. De otro lado, el ciclo de oportunidades para la perfección acaba; o se realiza ahora o no se logra.

–Miles y miles de gaviotas. Lo sé. –Rafael movió su cabeza afirmativamente–. La única respuesta que puedo dar, Juan, es que tú eres una gaviota en un millón. La mayoría de nosotros progresamos con mucha lentitud. Pasamos de un mundo a otro casi exactamente igual, olvidando enseguida de donde habíamos venido, sin preocuparnos para dónde íbamos, viviendo sólo el momento presente. ¿Tienes idea de cuántas vidas debimos cruzar antes de que lográramos la primera idea de que hay más en la vida que comer, luchar o alcanzar poder en la bandada? ¡Mil vidas, Juan, diez mil! Y luego cien vidas más hasta que empezamos a aprender que hay algo llamado perfección, y otras cien para comprender que la meta de la vida es encontrar esa perfección y reflejarla. La misma norma se aplica ahora a nosotros, por supuesto: elegimos nuestro mundo venidero mediante lo que hemos aprendido en este. No aprendas nada, y el próximo mundo será igual que éste, con las mismas limitaciones y pesos de plomo que superar.

Extendió sus alas y volvió su cara al viento.

–Pero tú, Juan –dijo–, aprendiste tanto de una vez que no has tenido que pasar por mil vidas para llegar a esta.

      Pág. 54.

 

De igual manera, resalta la equivalencia entre cielo y perfección.

...El cielo no es un lugar, ni un tiempo. El cielo consiste en ser perfecto.

               Pág. 55.

 

De igual forma, señala el desarrollo de facultades y habilidades, el premio merecido después de tanto esfuerzo. Advertimos que la palabra viaje en el sentido del texto es rutina, lo común y corriente que se opone a la perfección.

–Puedes ir al lugar y al tiempo que desees– dijo el mayor–.  Yo he ido dónde y cuándo he querido. (...) Es extraño. Las gaviotas que desprecian la perfección por el gusto de viajar, no llegan a ninguna parte, y lo hacen lentamente. Las que se olvidan de viajar por lograr la perfección, llegan a todas partes, y al instante.           Pág. 58.

 

La satisfacción que otorga lo logrado. Esa sería la condición de lo que ofrece el cielo. La luz de Dios.

– ¡Pero si es verdad! ¡Soy una gaviota perfecta y sin limitaciones! –Y se estremeció de alegría.

          Pág. 59.

 

Con el trabajo espiritual se rompe la barrera del tiempo, y se accede a la comprensión de los misterios.

–Sí quieres, podemos empezar a trabajar con el tiempo –dijo Chiang–, hasta que logres viajar por el pasado y el futuro. Y entonces, estarás preparado para empezar lo más difícil, lo más colosal, lo más divertido de todo. Estarás preparado para subir y comprender el significado de la bondad y el amor.

      Pág. 61.

 

Detrás de la barrera estará siempre la luz. La luz de Dios o de las altas jerarquías, enceguece. Para poder tener el privilegio de verlos sin sufrir deslumbramiento se debe ascender cada vez más y robustecer el ser.

Había estado hablando calladamente con todos ellos, exhortándoles que nunca dejaran de aprender y de practicar y de esforzarse por comprender más acerca del perfecto e invisible principio de toda la vida. Entonces, mientras hablaba, sus plumas se hicieron más y más resplandecientes hasta que al fin brillaron de tal manera que ninguna gaviota pudo mirarle.

        Pág. 61.

 

Aunque muchas veces el precio de ver la verdad es el sacrificio, la soledad. Asimismo, se advierte que la verdad, la sabiduría, la luz, esperan por ti y siempre habrá un instructor o una revelación del conocimiento.

Porque a pesar de su pasado solitario, Juan Gaviota había nacido para ser instructor, y su manera de demostrar el amor era compartir algo de la verdad que había visto, con alguna gaviota que estuviese pidiendo sólo una oportunidad de ver la verdad por sí misma.

      Pág. 62.

 

Y las sentencias y adagios son sabios. Hay que mirar lejos y aspirar a lo más alto, y apartarse de lo común y vulgar. Y aplica otro dicho: dime con quién andas y te diré quien eres.

Ya sabe el refrán, y es verdad: Gaviota que ve lejos, vuela alto. Esas gaviotas de donde has venido se lo pasan en tierra, graznando y luchando entre ellas. Están a mil kilómetros del cielo.

       Pág. 62.

 

Es cierto que las religiones han hablado del cielo y el infierno, y han asustado con este último lugar, y no supieron elevar a la humanidad a la más alta espiritualidad, porque sus intereses han obedecido al mundo terrenal y material, por eso no cumplieron con su objetivo; sin embargo, es una verdad insoslayable. Dios no envía a nadie a ese lugar. La gente lo elige, y es la energía de la humanidad quien lo ha creado. Eso sí, las leyes de Dios exigen un mínimo para el acceso a la morada celestial, tampoco es gratuita.

Aunque se esté alejado del camino se puede volver a él.

Juan Salvador gaviota contiene este pasaje.

Exiliado reciente, listo para luchar hasta la muerte contra la Bandada, empezaba ya a construirse su propio y amargo infierno en los Lejanos Acantilados. Sin embargo, aquí lo tenemos ahora, construyendo su propio cielo, y guiando a toda la Bandada en la misma dirección.      Pág. 92.

 

Lo han dicho los antiguos, lo dice la filosofía. El sabio lo logra. El más grande tesoro está en tu interior, su búsqueda es en ti, no en otros lugares. La frase estaba inscrita en el frontispicio del templo de Apolo, en Delfos: “Conócete a ti mismo y conocerás el cielo y a los dioses”.

“Ya no me necesitas. Lo que necesitas es seguir encontrándote a ti mismo, un poco más cada día...”

          Pág. 92.

 

Finalmente, el relato Juan Salvador Gaviota, expresa en su metáfora lo que reveló el Génesis: ‘El hombre es a imagen y semejanza de Dios’.

–Para comenzar –dijo pesadamente– tendréis que comprender que una gaviota es una idea ilimitada de la libertad, una imagen de la Gran Gaviota...

      Pág. 93.

 

El pastor mentiroso

El relato El pastor mentiroso, fábula de Esopo, es una fiel copia de lo que acontece actualmente a la sociedad con la realidad del fin de los tiempos. Han existido tantos farsantes, charlatanes y mentirosos que sumieron a todo el mundo en una incredulidad y un escepticismo absolutos, y ahora que ciertamente merodea el lobo (la realidad del fin) se comerá a las ovejas, porque se minó la confianza, la buena fe, los mecanismos que debían poner a salvo a todos, y ahora todo el mundo está expuesto a la voracidad de los acontecimientos.

He aquí la fábula:

Había una vez un pastor muy bromista y mentiroso. Todos los días, cuando regresaba a su casa, después de haber llevado a pastar a su rebaño, entraba corriendo en el pueblo gritando: – ¡Viene el lobo! ¡Viene el lobo! Al oír los gritos, todos los habitantes se metían en sus casas muertos de miedo. Y allí encerrados se quedaban hasta que oían de nuevo al pastor: – ¡Ja, ja, ja! ¡No es verdad! ¡Sólo era una broma! ¡Tontos! Y todos los días los habitantes del pueblo miraban malhumorados al pastor que siempre se alejaba riéndose. Todos los días… Hasta que… ¿Sabes qué pasó? Un día, como tantos otros, el pastor volvió corriendo al pueblo. Gritaba tanto o más que en otras ocasiones: – ¡Viene el lobo! ¡Viene el lobo! Pero esta vez corría más deprisa de lo normal y gritaba también más fuerte de lo normal… Sin embargo, los vecinos del pueblo no le hicieron ni caso, hartos ya de que el pastor les hubiera engañado tantas veces… Y ¿Sabes cómo terminó todo? ¡Claro! Esta vez sí que fue verdad que venía el lobo. Y como nadie del pueblo le hizo caso, el pastor se quedó sin ovejas, pues el lobo se las comió todas.

 

La casa incendiada

La casa incendiada es una parábola de Buda, en la que cuenta la historia que un grupo de niños permanece en el interior de una casa incendiada, absortos con unos juguetes, y el padre, (Dios) los llama uno por uno, ofreciéndoles regalos y así logra rescatarlos. Es lo que Dios, a lo largo de milenios, ha querido hacer con la humanidad, salvarla, a través de sabios, filósofos, profetas, escritores, iluminados, que Él ha enviado para que promulguen el conocimiento y difundan la luz, pero la sociedad los ha ignorado por completo, y se ha quedado perdida en sus afanes insulsos.

 

Parábola de los diez talentos

La Parábola de los diez talentos es una microhistoria que contiene de forma sintética la situación del hombre frente a su Creador, quien le otorgó talentos, dones, formas, recursos, para que los multiplicara, y fungiera con provecho en la vida y como fiel servidor a su Señor. También existen: la recompensa y la condena por la actuación. El cielo y el infierno, la luz y las tinieblas, como extremos y posibilidades.

La parábola nos la entrega el evangelio de Mateo: 25. 14-30. Allí puede consultarla y reflexionar sobre ella.

 

Parábola del hijo pródigo

La Parábola del hijo pródigo trata de la historia de un padre y sus dos hijos. Uno de ellos solicita su herencia. El padre se la da. El hijo se marcha y malgasta todo, y queda en una condición de miseria. Reflexiona en su situación y toma conciencia de que ha pecado contra el cielo y su padre. Regresa y confiesa su pecado ante su progenitor, y este, contento, lo acoge y le celebra fiesta de bienvenida. El hermano, quien siempre hizo lo correcto, se enoja por la acogida de su padre al hijo derrochador. El padre le dice: “hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”.

Aunque la humanidad esté perdida, si hace conciencia, reconoce su pecado y pide perdón a Dios, el Padre, jubiloso lo recibirá con los brazos abiertos y le hará fiesta.

La parábola nos la entrega el evangelio de Lucas 15: 11-32. Consultarla y meditarla. Hacerla provechosa.

 

El deber de Arjuna (Bhagavad Gita)

En el Bhagavad Gita, Arjuna se ve con Krishna en el campo de batalla y lo exhorta a luchar, a pelear. Le dice que es su deber hacer lo que debe hacer. Gita en sanscrito es canto, y Bhagavad, es Dios. Canto al dueño de todas las cosas, al opulento, a la persona suprema. Arjuna le dice a Krishna que no quiere pelear, puesto que en el bando contrario hay muchos de sus familiares. Krishna le advierte que es su deber luchar, y que ganará la guerra. Que si sus familiares mueren en batalla es por causa de su error.

Actualmente, es palpable con la guerra de Putin en Ucrania: debe asumir las consecuencias de lo que hizo. Causa muerte y destrucción en el país hermano, pero también arrastra a su población a padecer muerte y miseria. Es el casos de los miles de soldados rusos que han muerto y el sufrimiento que padecen sus padres. Sun Tzu, en El arte de la guerra, dice que ‘la mejor guerra es la que no se hace’.

De otro lado, y para acercar más la ejemplificación a casos cotidianos, afirmamos que el deber de los padres es guiar y encausar a sus hijos para que vivan en la luz de Dios. Sin embargo, si ese trabajo se hizo, y por decisión propia, enmarcada en el libre albedrío de la persona (hijo o hija), esta decide de forma errada y se desvía del camino, deberá entonces asumir las consecuencias. Luego, el deber de los padres que permanecieron en la corrección es para consigo mismos, no con sus hijos. Esa es una exigencia de Dios.

Por lo tanto, la gran figura ontológica que se columbra en la obra es el deber. El deber que tiene el ser humano para con Dios. El deber de preservar la imagen que su Creador le otorgó, el deber de observar las leyes de la creación, el deber de evolucionar y caminar hacia la luz, entre otros muchos deberes.

 

El cazador, la liebre y el río

Es una de las historias que relatan las constelaciones en el cielo nocturno, en la bóveda celeste. Pudimos hacer la lectura en las constelaciones de la siguiente manera.

A mí, a Ramiac (René Arrieta Perez) Dios, mi Padre, me reveló unas escenas en donde me indica que en el cielo hay una relación entre constelaciones que describe fielmente a la humanidad y el fin de los tiempos (especialmente entre Orión, Lepus o La liebre y Eridanus). La primera representa a Dios, el cazador. La segunda representa a la humanidad, la liebre. La tercera representa al río, Eridanus. Unas pinceladas que ilustran exactamente lo que ahora ocurre.

Revelación. Sueño. Estoy rodeado de mucha gente, muy agitada, que mira al cielo. Se me acerca un ángel y señala una constelación, me dice: “esa es la liebre”.

Mi Padre, a través de uno de sus mensajeros me recuerda que focalice el tema y lo tratemos.

En un sueño anterior, mi Padre se me aparece, con su aspecto tal como es ahora –majestuoso, vestido de blanco, con cíngulo rojo y sandalias de oro– se sitúa a mi izquierda, y profiere estas palabras: “De mí se dicen cuentos, historias y leyendas, mira quién soy yo”. En el acto se transfigura en partitura, el pentagrama se eleva, suena una sinfonía que representa su creación –Carmina Burana, O fortuna–. Se plasma en el cielo. Veo la constelación de Orión. Exclamo: ¡Padre! Me levanto y me digo: ‘mi Padre quiere que cuente la historia y precise detalles’.

Relacionamos estos dos sueños para que así los lectores entiendan los propósitos de Dios y los mensajes que existen en su escritura celestial.

La temática se trata en el Segundo sello del apocalipsis: crónica del Infierno y otras noticias de los inframundo. Asimismo, en el Tercer sello del apocalipsis: cosmos, y en el Séptimo sello: fin de los tiempos, sellos en los que el asunto se explica ampliamente. Bien, entregamos un fragmento sobre Orión, la Liebre y el río.

En distintos artículos relatamos aspectos, mensajes, consideraciones de Orión en el proceso de los hombres. Ahora nos centraremos en la relación de Orión y la constelación de la Liebre, en latín Lepus. Orión es Dios, representado como el cazador. Lo que busca es la concreción de su plan: el multiverso. Orión está acompañado por sus perros de caza: Canis Maior y Canis Minor. Canis Maior persigue a la liebre, quiere atraparla (y el sentido que entraña es preservación, los avisos que anunciamos sobre el fin de los tiempos que, entre otras cosas, tienen el propósito de avisar, despertar, y en últimas, de preservar, rescatar a la humanidad).  Dios requiere que el ser humano le preste atención al tema para concederle su salvación, lo que es parte de su plan. La estrella más brillante de Canis Maior es Sirio. Sirio es la estrella de Belén. El perro del cazador es igualmente la mascota del hijo del Cazador (Jesús de Nazaret). El modelo de vida de Jesús y su mensaje son preservación.

La liebre corre hacia el río (la constelación de Eridanus), el río representa el fluir del tiempo en el que se circunscribe el hombre, en este caso y en este contexto, hacia los inframundos. Recuérdese que Caronte transporta por el río a las almas.  El hecho de que la humanidad esté simbolizada en la liebre quiere decir que esta es escurridiza. La liebre huye, se escapa, se mete en su guarida, vuelve y sale, se esconde y vuelve a salir.

Eridanus o Erídano, el río, serpentea entre Lepus (La liebre) y la constelación Fornax (el horno). Esto es muy representativo y posee una alta connotación visual. Si la liebre cae en el río, el río la lleva al horno. El río también es tiempo, transcurrir rápido, espacio inmenso, y, en efecto, Eridanus es una de las constelaciones más grandes del universo. ¿Qué representa ese horno en particular, lo adivinas? Sí, al fuego del Infierno. En efecto, en la mitología griega este es el río de los inframundos.

Dios es el cazador y es el dueño del coto en el que caza, el terreno en el que se mueve la liebre. Su objetivo es tomarla y ponerla a salvo, pero ella es muy esquiva.

Eso exactamente es lo que pasa en la relación entre Dios y la humanidad. Es lo que está representado en el libro de las constelaciones. Son el dibujo de lo que es y pasará. Después del fin de los tiempos será memoria de lo que pasó. En el cielo se cuenta la historia (he ahí el pasado, el presente y el futuro).   

Antes, publicamos en este blog el relato de El cazador, la liebre y el río, dentro de un amplio contexto. Puede consultarse.

 

Epílogo

Como se puede colegir, toda esta red de narraciones se hilan con el propósito de contar la historia de la humanidad, la que hace que cada quien se mire en el espejo del fin de los tiempos y pueda tener la capacidad de reaccionar, tomar conciencia y dilucidar cada uno de estos temas que le atañen.

Vemos que en Juan Salvador Gaviota está como constante el deseo del vuelo, de la perfección y del hallazgo de la luz. En El pastor mentiroso se hace ostensible el engaño que pone a todos en peligro, la pérdida de la credulidad. En La casa incendiada, la imagen del fuego devorando a la casa (la Tierra), y con ella el riesgo de que las llamas devoren a las personas que son como niños fascinados con juguetes materiales. En la Parábola de los diez talentos, el obsequio de los dones y los medios para multiplicar y hacer provechosa la vida, y está implícita la fidelidad y la deslealtad de los servidores, personificadas en los protagonistas. En la Parábola del hijo pródigo vemos el arrepentimiento, la toma de conciencia de haber cometido pecado, y el regreso a pedir perdón al Padre por la afrenta inferida a Él y al cielo (que simboliza el bienestar y las leyes que lo preservan), igualmente la alegría del Padre y la fiesta que brinda por el retorno de su hijo. En el Bhagavad Gita, vemos volverse robusto el sentido del deber, y la exigencia de Krishna a Arjuna para que lo observe. Y finalmente, en El cazador, la liebre y el río tenemos la oportunidad de leer en las constelaciones la historia del hombre, convertido en liebre (animal huidizo) que escapa siempre de los cuidados que quiere prodigarle Dios, corre directa al río que la lleva al horno que ha de quemarla.

 

Crédito montaje de imagen: José David Arias.

 

Nota de advertencia

Todos nuestros artículos en el que Dios Padre envíe mensajes a la humanidad a través de sus dos testigos, tendrán esta advertencia, y el costo personal y familiar por violarla puede ser muy alto.

Quien no esté en capacidad de ver en el mundo espiritual y de comprobar o no lo que decimos, mejor que permanezca en silencio, reflexione y le deje todo juicio al tiempo, que no haga ningún comentario en contra, no sea que por hacerle pulso al mensaje de Dios sea blanco de su ira.

Y tal como dice Borges, en un pasaje del Aleph, “Claro está que si no lo ves, tu incapacidad no invalida mi testimonio”.

Toda persona que ataque la palabra de Dios en boca de sus dos ungidos, de los dos testigos del apocalipsis, se vincula a que la severidad de la ley divina lo castigue con tragedia y muerte, y con juicio sumario lo hagan descender a las mazmorras del Infierno. De forma idéntica a como cuando la autoridad policial captura a un delincuente, a un infractor de la ley, que los lectores consideren la debida advertencia, que reza: “Todo lo que usted diga podrá ser usado en su contra”. La ley se cumplirá de forma implacable. Ya llegó el momento, en consideración de la jerarquía celestial, que no se puede dejar pasar ningún tipo de faltas, y mucho menos afrentas e insultos al ejercicio de la autoridad de Dios y de sus plenipotenciarios aquí en la Tierra, en este periodo del fin de los tiempos.

Una persona, por desatender la advertencia y por desatarse en improperios contra nosotros y el mensaje de Dios ya fue castigada.


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