No creo que leerás este blog


Con los afanes del mundo moderno, la mayoría de las veces cuando hablamos o escribimos solo dejamos fluir las palabras, y es frecuente que no nos detengamos a pensar en el uso correcto de los signos de puntuación, y en general del uso correcto del idioma.

Creemos que todo se entiende  ¡pues claro que se entiende! si es creación nuestra.

Hay escritos que ahogan por falta de puntuación, y otros que por el contrario parecen cortar la lectura de tantos signos utilizados. Antiguamente, en la época de la oralidad en que los discursos eran escritos pensados para ser leídos, todo se escribía seguido y sin puntuaciones; con la llegada de la imprenta inventada por Gutenberg en 1440, se imponen estos signos para ayudarnos a entender el sentido de los mensajes.

¿Estarán condenados ahora a desaparecer con el uso más bien informal de la comunicación en los chats y redes sociales?

La discusión ya está planteada, grandes escritores han presentado posiciones divergentes  sobre el tema. En 1997, en su discurso en el I Congreso Internacional de la Lengua Española, nuestro Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, habló de la riqueza de nuestra lengua, y expresó:

                   “...nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus                                 fierros formativos para que entre en el Siglo XXI como Pedro por su casa”

                   “… Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres,                          firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota, y pongamos más uso de razón en los                                             acentos  escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni                                                       confundirá  revólver con revolver” , y qué de nuestra “b” de burro y nuestra “v” de                                                               vaca que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos, y                                                                                           siempre sobra una…”

Otros autores como James Joyce y Saramago, también tuvieron sus más y sus menos con los signos de puntuación.

En contraste, se le atribuye a Julio Cortázar la siguiente frase:

                     “La coma, esa puerta giratoria del pensamiento”.

Y aquí te comparto este pequeño ejercicio con el conocido ejemplo que se atribuye también a este escritor:

«Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda». ¿Dónde crees que debería ir la coma

  • Las mujeres seguramente colocaríamos la coma después de la palabra mujer : “Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer, andaría en cuatro patas en su búsqueda”.
  • Los hombres con seguridad colocarían la coma después de la palabra tiene : “Si el hombre supiera realmente el valor que tiene, la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda”.

Dice este autor que para ambos sexos, la coma tiene un lugar de ubicación diferente.

¿Pero, qué importancia tiene todo esto?

Así lo explicó una vez un profesor:  la puntuación no solo le da ritmo y estructura a un texto o una conversación, sino que también influye en su significado.

Una simple coma, para seguir la frase de Cortázar sobre este signo, cambia el sentido de una oración y por tanto cambia el mensaje que queremos o necesitamos transmitir.

La coma puede significar una pausa:

No aguarde

No, aguarde

Desaparecer dinero:

$15,000

$150,00

Cambiar una respuesta:

No siempre trabajamos el miércoles santo.

No, siempre trabajamos el miércoles santo.

¿Te habías detenido a pensar en esto?

La realidad es que más allá de la discusión planteada por grandes escritores, y con independencia del medio que utilicemos, somos tu y yo quienes le damos estructura e importancia a nuestros mensajes, es decirdecidimos como queremos que nos ubiquen social, familiar y laboralmente, en el arte de comunicarnos

Muchas veces acaba teniendo mayor importancia «cómo» decimos  algo, en lugar de «qué» estamos diciendo. ¡Somos nuestra propia marca!.

Y para cerrar, punto final.

 

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