Tron, el legado desperdiciado


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Tron, el legado se quedó anclada en los ochentas cuando reinaba el Atari y sus videojuegos con gráficos planos.

A estas alturas del 2010, un año que va más allá de lo que Stanley Kubrick imaginó como un futuro lejano en 2001, Odisea del espacio (1968); cuando algunas de las fantasías tecnológicas (celulares, vídeollamadas, computadores con pantallas táctiles, medicina genética y un impresionante etc.) que invadían las series de ciencia ficción de los setentas son una realidad, es difícil sorprenderse con el cuento que echa Tron.
Un huérfano rebelde pero sin carencias se topa por casualidad con la obra maestra de su padre: un videojuego que cambiaría la historia.
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El padre, interpretado por Jeff Bridges, descifró cómo transportarse dentro de su creación. Imagina un mundo perfecto y para conseguirlo crea un álter ego, Clu (el mismo Jeff Bridges pero sin arrugas), hecho a su imagen y semejanza que velaría por conseguir esa meta.
Como en 2001, odisea del espacio (1968); Terminator (1984), Matrix (1999) y hasta Wall-E (2008), la máquina se revela y reina el orden frío y calculador sobre los sentimientos y empatía que caracterizan a los seres humanos.
El padre queda atrapado un su creación, un mundo de luces de neón, trajes sintéticos y competencias al mejor estilo de los circos romanos donde gladiadores tecnológicos casi invencibles se enfrentan a indefensos programas para el entretenimiento de un público.
Por los azares que sólo ocurren en el mágico mundo de Disney (productora de la película), el heredero llega a ese mundo digital, se encuentra con su padre perdido y logran lo imposible, vencer a la máquina.
Tron, el legado es ingenua y conservadora tal vez en un esfuerzo por mantenerse fiel a la película original proyectada en 1982.
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La secuela no aporta nada nuevo, nada fantástico pero creíble como lo hizo en su momento la primera parte realizada con los mejores efectos especiales que existían e innovando con técnicas de animación computarizada. Tron en los ochentas no fue un éxito de taquilla pero logró convertirse en una película de culto entre los amantes de los videojuegos y la tecnología.
Más de 20 años después, la nueva apuesta de Disney es un refrito insípido. Las luces de neón saturan y sobra decir que están tan pasadas de moda como el “copete de Alf”, las actuaciones son exageradas, el 3D no enriquece el film, sólo una escena en la que el protagonista se lanza del brazo de una grúa (que inexplicablemente está encima de un rascacielos) amerita tener que ponerse los pesados lentes de nerd.
A eso se suma que la historia está llena de lugares comunes: el creador destronado aguarda prudentemente junto a su aprendiz el momento de regresar (en el fondo todos sabemos que el tipo se dio por vencido, mandó todo al carajo y se dedicó a la vida Zen); el joven imprudente aprende de la experiencia del viejo, padre e hijo logran destruir el dominio de la máquina no sin que antes haya un sacrificio; al final, como nos lo enseñó Jurassic Park, “la vida se abre camino” y el heredero logra salir de ese mundo virtual con el legado hecho carne.
La tecnología está allí, al alcance de las grandes productoras como Disney, y es lamentable ver su desperdicio.
La experiencia termina siendo una excelente banda sonora, hecha por Daft Punk (Ver enlaces), con imágenes en 3D. Y si, vale la pena ver la película sólo por la música llena de sintetizadores y giros que aportan la tensión, el drama y la expectativa que la historia no tiene, sólo imagina que es un vídeo muy largo.

Enlaces
Trailer
http://www.youtube.com/watch?v=wA85cTUq45A&feature=fvst
Soundtrack
http://www.youtube.com/watch?v=FrBWPAGcrDs
http://www.youtube.com/watch?v=Zlv8LWvvNQg&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=JdBxCLonmcc&feature=related


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