Estudiar para la habilitación


“Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno”.

(Lucas 8, 8).

 

Dado el alto nivel de “analfabetismo en el amor” que existe en nuestra cultura, el enfoque de trabajo terapéutico que desarrollo es un verdadero proceso de “reeducación”, se trata muchas veces de un proceso que se parece más a un “curso remedial” que a una terapia propiamente dicha. Como bien le digo a algunas de las parejas que entran en mi oficina: “ustedes se han rajado en una asignatura que se llama Vida en Pareja y lo que vienen a hacer aquí es prepararse para presentar la habilitación”.

En este mismo sentido yo comparo el quehacer del terapeuta con el trabajo de un vendedor de bombillos. Muchas parejas vienen a consulta porque en sus vidas hay una oscuridad total, se les fueron las luces del amor y ya no son capaces de reconocerse en la oscuridad emocional de su hogar, tropiezan, se lastiman, se caen y todo por no ver la realidad que tienen delante de sus ojos.

Ya lo dice el viejo adagio: “Más vale encender una luz, que maldecir la oscuridad”, pero muchos parecen no haberlo escuchado, maldicen su situación, maldicen la vida con su pareja y maldicen a su pareja; absurda realidad, pues por más maldiciones e improperios, ofensas o maltratos no van a resolver el problema en que se encuentran, ella sólo puede ser derrotada por la luz, por esa razón así como los médicos mandan medicinas, el terapeuta de parejas muchas veces recurre a recetar libros, películas, u otra serie de material didáctico que les sirva para recomponer la capacidad de pensar, sentir y actuar de manera constructiva, porque el asunto va en ese orden, nosotros actuamos conforme sentimos y sentimos según lo que pensamos, sabiamente la Biblia se anticipó por muchos siglos a lo que hoy abiertamente reconoce la psicología contemporánea: “Cambien su manera de pensar, para que cambien su manera de vivir” (Romanos 12, 1-2).


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