La fórmula del perdón: Perdonar es sanar


Agarra un papel y arrúgalo, ¿ya lo hiciste? Ahora déjalo liso como antes. ¿No puedes? El corazón de las personas es como ese papel… una vez que lo dañas, es difícil sacarle las marcas. (Anónimo).

Una de las realidades que más trabajo nos cuesta afrontar en la vida cotidiana es precisamente ésta, la realidad de tener que decirle a alguien: yo te perdono; la razón es muy simple, desde el punto de vista de la psicología hay una fórmula que nos muestra por qué, para el sentido común, la acción de perdonar resulta en sí misma un contrasentido, algo absurdo que no deberíamos hacer. Esta ecuación la denominamos así: la fórmula del perdón, la cual se expresa con estos términos: “Si A perdona a B es porque B ha ocasionado a A un mal objetivo”.

Para alguien que ha sido lastimado, alguien a quien otro le causó un daño, es decir, le infligió un mal objetivo, el instinto básico de supervivencia lo lleva a reaccionar en sentido contrario a esta fórmula, defendiéndose e intentando atacar al otro y causarle un mal, sino mayor, al menos similar al que éste le propinó “para que sienta lo que uno sintió”; cuando esto no es posible, este deseo de venganza se transforma en rencor, el cual muchas veces termina causándole más daño a quien lo padece; en este caso la persona resulta doblemente agredida, primero por el daño que le causaron y luego, por el mal que se sigue causando a sí mismo al alimentar el rencor que lo mantiene envenenado y con emociones tóxicas en su interior. “La fórmula del perdón” se nos presenta, entonces, como un antídoto contra esas ideas y esas emociones tóxicas, como un camino terapéutico que nos permitirá sanar heridas y, lo más importante, nos permite garantizar la posibilidad de un mejor presente.

Este mes te invito a que me acompañes a recorrer el camino sanador del perdón.

 

 

 


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