Tres clases de parejas


Mesero: Dígame señor.

Cliente: ¿Ves el vaso medio lleno o medio vacío?

Mesero: ¿Cuál vaso señor?

Cliente: ¡Exacto! ¿Dónde está el pinche vaso con agua que te pedí?

 

La vida conyugal puede ser asumida de tres formas básicas, cada una de ellas con sus respectivas consecuencias existenciales terminan generando tres tipos distintos de parejas.

Un PRIMER PARADIGMA es el de la postura PESIMISTA, quien asume esta visión de mundo constantemente está viendo y juzgando el lado más desfavorable de su pareja y de su relación. A este tipo de individuos les calza muy bien los perversos roles de perseguidor (se especializan en ver lo malo de su pareja y de la vida en general) o salvador (aparenta querer el bien de su pareja, pero en realidad infravalora a su cónyuge y sólo le interesa que dependan de él para poderlo controlar y chantajear). Un SEGUNDO PARADIGMA es el de la postura IDEALISTA, con una visión pueril que sólo percibe los aspectos favorables de las situaciones, asume una postura ingenua frente a su cónyuge y la relación, lo cual lo hace propenso a frecuentes desengaños y desencantos concluyendo en una metamorfosis que lo lleva a asumir el fastidioso rol de víctima (pobrecita o pobrecito yo que siempre he sido tan inocente). Una TERCERA POSICIÓN denominada REALISTA es la del individuo que de manera práctica trata de ajustarse a la realidad conyugal aplicando el principio que reza: “las parejas que se mantienen saludables en el tiempo son aquellas que mejor se adaptan a la realidad”. El realista nos dice con sus hechos y sus palabras intrínsecamente unidos: “Dejen de ser ingenuos: Las parejas perfectas no existen. No somos perfectos, pero si somos perfectibles, eso significa que podemos mejorar si nos lo proponemos”.

Las consecuencias como bien lo podemos ver saltan a la vista, un mal matrimonio intentará sobrevivir sosteniéndose sobre las tres patas del “Triángulo Dramático de Karpman”: Esposos perseguidores, salvadores y/o víctimas. El pesimismo y el idealismo los encadenan a ese maléfico modo de vida. El realismo es la única actitud capaz de liberarnos del dramatismo patológico de ese nefasto “Triángulo de las Bermudas” de la vida conyugal.

¿Qué se necesita para ser realista? Iniciar un camino de crecimiento bio – psico – socio – espiritual que felizmente nos va a tomar toda la vida. Carmen Vázquez Bandín en el XIII Congreso Internacional de Psicología Gestalt del año 2013 hizo una relectura de la oración Gestalt de Fritz Perls que tal vez nos ayudaría a entender lo que implica un camino de crecimiento conyugal de esta naturaleza:

“Yo hago mis cosas y tú haces las tuyas. En muchas de las cosas que hago, tú tienes mucho que ver, y en muchas de tus cosas yo he contribuido.

Yo puedo ser yo contigo mientras tú puedas ser tú conmigo.

Yo seré yo mientras tú seas tú; y aunque por casualidad nos hayamos encontrado, continuemos juntos o separados, nuestra vida nunca volverá a ser la misma ya que nuestro encuentro nos habrá enriquecido”.


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