Reseña sobre el libro Las quimeras del tiempo de Fallidos editores.

Una escritura que sana


Me resisto a que la poesía termine siendo, en estos tiempos de pesadumbre y desconcierto, una hacienda en el aire, un soplo vano, menudencia retórica. Ella tiene una utilización práctica, aunque muchos piensen lo contrario. Ella surge de un ámbito distinto al material, aunque sea en lo material donde construye su vigencia. Por otro lado, creo que la poesía nos cura del escarnio y el abismo.

El reciente libro de Paula Andrea Pérez Reyes tiene un título sin ambages estilísticos y va directo a la herida: “Las quimeras del tiempo. Apuntes poéticos en medio del sufrimiento”.

Y Paula Andrea, joven mujer hecha de materiales sensibles y diversos que serán negados a los youtubers efímeros, ejerce el Derecho en su vida profesional. Por ello en su oficio como docente e investigadora le toca descender a abismos en los cuales ayuda a exorcizar el dolor a la gente. Su poesía entonces es un viaje a la oscuridad para iluminarla. Confronta ahí a su propia sombra, que a la larga es la sombra de todos. De paso aborda mitos fundacionales y nos enseña que, en lo más profundo del abismo, puede oírse la voz de la salvación. En medio de la oscuridad sobreviene la luz.

Ese encuentro con la sombra suele comenzar en la madurez, cuando cuestionamos el mundo y se tambalean las esperanzas, o cuando se caen los grandes relatos junto a las aparentemente firmes convicciones, por eso esta no se queda en juegos de palabras.

Los poetas son quienes tienen mayor conciencia de la sombra. Shakespeare en sus obras solía referirse a las funestas consecuencias de no prestarle la atención debida a esa oscura maraña que construye en nosotros sucesivos rostros. “La vida es una sombra huidiza… / mero ruido y furia, un cuento absurdo / contado por un idiota”, dice en Macbeth.

Quien esté dispuesto a enfrentarse con sus enemigos -internos o externos- siempre hallará el camino expedito. Según Jung, el trabajo con la sombra exige un acto fundamental de reconocimiento (y, en ocasiones, de catarsis). «El hombre moderno -afirmaba- debe redescubrir la fuente más profunda de su vida espiritual, pero para ello no le queda más remedio que luchar contra el mal, afrontar su sombra e integrar al diablo.»

Escribe Paula Andrea: “Entre los dedos de Goya queda algo de tinta para pintar el cuadro que mide los días. / Una escena brota de sus manos, cuando la historia se cuenta antes de que / los tiempos anunciaran el principio”, (Entre los dedos de Goya).

En La agonía de las horas, afirma: “Ante la presencia del escombro, las formas de los otros perdieron la silueta, ellas salieron sin su línea a representar la escena de mi memoria, para darle paso a la agonía que conté por horas”. “Fui la muñeca que estaba atrapada en la caja”, en La quimera de Ibsen.

En Una carta sin respuesta, nos ilustra la batalla con la palabra versus el mensaje de amor acaso sin destinatario: “Escribir una carta para luego borrar y empezar de nuevo… Ella parece que buscara la melodía exacta para poder atraer a su destinatario y capturar su atención. Ella debe tener el ritmo perfecto, sus acordes deben ser precisos y no excederse en el número de palabras para lograr su objetivo (no terminar en la bandeja de indeseados); entrar después del saludo al espacio de las confesiones, y para contar, se requiere atreverse un poco, como aquel momento inicial en donde solo se pudo escuchar esa voz en el viento”.

Estos poemas de este nuevo libro nos indican que, si se abren las puertas de la sombra y de todos sus contenidos negativos, por más terribles que sean, puede ayudarnos a ablandar nuestro corazón hacia nosotros mismos y hacia nuestros semejantes. Nos enseña a comprender la fragilidad humana y así evitar proyectar nuestra sombra sobre los demás o sobre nosotros mismos. Esto lo logra nuestra joven poeta, ya que al enfrentar al mal reveló sus virtudes más desmesuradas.

ELA SOBRE LA LAGUNA DE ESTIGIA

A Gustave Doré que sigue en la barca

Ela va en la barca sobre la laguna de Estigia

Ela suspira sobre sus corrientes

Y en un vaivén de venenos para prolongar el recorrido

encuentra

un alma atrapada

en una esquina de la barca.

La vida es una débil llama que danza las melodías de momentos

Ela es una vela que se mantiene encendida

alumbra sobre la laguna de Estigia

El tintineo de las monedas hace contraste entre las moradas de la tierra y el mundo del olvido.

Esta noche no viene Flegias

Esta noche no nos visitará Caronte

Esta noche Ela deja los cuerpos a las puertas del abismo

Yo tengo dos monedas en mi bolsillo

Mi barca se acerca al final del recorrido

 

Paula Andrea Pérez Reyes (Medellín, 1983) es licenciada, magíster y doctora en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, abogada defensora de derechos humanos y docente investigadora en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la misma institución. Es autora de los libros de poesía Cuando escribo sobre el mudo (El Quirófano Ediciones, Ecuador, 2021) y «Las quimeras del tiempo» (2022), reconocido por la Editorial Fallidos Editores como el mejor libro de poesía en 2021.

 

Paula Andrea Pérez

 


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