CARTA AL MINISTRO DE HACIENDA


Sentado al son de un porro vestido de frac por el Maestro Lucho Bermúdez, aquél que logró establecer un lenguaje para el encuentro de las regiones y hablar de una sola nación, veo, Señor Ministro, que su infausta labor se consume, como lo hacen los días en las tardes; de la misma forma en la que lo hace el sol del ocaso, que se mete al mar para darse un baño antes de irse a dormir, bien sea por su buena o mala faena.

No dudo al elucubrar y destacar su probidad como hombre de Estado, sin embargo, le quiero recordar que esto no es una finca, y mucho menos es administrada por unos capataces a los que usted deba atender, todo lo contrario, su empeño debe estar enfocado a garantizar el adecuado manejo de tan importante cartera que usted regenta.

Se lo menciono porque las noticias que me llegan desde epicentro del devenir nacional son perturbadoras. Usted, otros aliados y yo hemos conservado con total discreción el arcano que hoy evoco. El sistema tributario colombiano, en su conjunto, no es progresivo, es ineficiente e inequitativo, para ventura nuestra. Esto es así porque se desconoce el principio de progresividad, que propende por el pago de tarifas más altas para quienes los ingresos son superiores, y por una desigualdad mayor antes de impuestos que después de la aplicación de los mismos, a partir de la corrección que el Sistema Tributario contempla. Sin embargo, dicho dogma no se cumple. Puesto que al atisbar, en detalle, las tarifas efectivas en comparación con las nominales [en teoría superiores], se puede constatar que debido a la alta cantidad de exenciones tributarias que le hemos concedido a nuestros afectos, las personas más adineradas pagan menos tarifas que las de menores ingresos.

A esto se debe sumar la revisión del elemento redistributivo. Dicho elemento, como usted bien sabe, debería indicar que el coeficiente de Gini antes de impuestos es mayor, quiere decir, se mostraría más desigualdad; y que disminuye después de impuestos, lo que significaría una menor desigualdad, a todas luces el deber ser del Sistema Impositivo de la República. Hecho que para la fortuna de nuestras arquetas no se da.

Sin embargo, algunos condiscípulos y discípulos suyos, sostienen que esta situación se debe a que el Sistema es eficiente, en virtud de su propensión por la dinamización de la economía; mentiras demagógicas como patraña de gente sin criterio, pues eso no es así, los dos lo sabemos. Basta con recordar que el país tiene unas altas tasas de evasión fiscal, contando, además, con la dificultad de desarrollar una actividad económica, dada la complejidad que reviste el mismo Sistema.

Sin pretender darle una clase de economía tributaria básica, no se puede pasar por alto que, entre todas las infamias del Sistema, este no es equitativo, cuando a términos de horizontalidad me refiero. Se debe pespuntar, con la finura propia de la elaboración de un vestido virreinal, lo que agazapa esta consideración. Es evidente la desventaja comparativa empresarial, bajo los postulados de David Ricardo; sólo le exhorto a recordar lo que significa una Zona Franca para dos sujetos de derecho que desempeñan la misma labor, algo que nuestro amigo en común, de quien usted fuera ministro, sabe muy bien.

En síntesis, Señor Ministro, esto advierte la inconstitucionalidad del Sistema Tributario. No quisiera yo que se diera cuenta la gleba. ¡Ah problema el que nos causaría! Sin duda, este es el resultado de la disentería legislativa de un Estado leguleyo por naturaleza, que ha encontrado en esta forma el vehículo mediante el cual se pueda atender, con eficiencia y eficacia, a nuestros grupos de interés.

Esto no es yerro suyo, ni más faltaba. Cumple usted a cabalidad el precepto de Smith: encontrar la inversión más provechosa para su capital. En lo único que difieren, es que el economista sugería que encontrando ese interés se fomenta el beneficio de toda la sociedad, cosa que en su caso es una utopía. Le advierto, tanta carne gorda de novillo empotrerado lo puede indigestar. Se lo digo, además, en virtud de la última información que me llega con motivo de su determinada intención por subsidiar 150.000 personas con alto poder adquisitivo, a quienes les falta diez o menos años para pensionarse, mediante el permiso transitivo al régimen público de pensiones. No pase por alto el impacto para las arcas de la nación, estaría de por medio un aumento en 60 billones de pesos de la deuda pública, sin lugar a dudas pagada por todos los connacionales. Espero que cavile lo que le menciono y no incurra en la extraordinaria característica de los jóvenes: la soberbia. Mire más allá de su napia, el rival puede ser más peligroso de lo que parece. Sé que usted no es perdulario, pero no quisiera que este fuera el preludio de su dimisión.


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