El barrio La Quinta

La Quinta, el barrio de las reinas


Santander Falquez, uno de los trabajadores comunales más populares que ha tenido La Quinta, se lamenta a cada rato, al igual que sus vecinos, de la postración en que se encuentra el barrio.

Después de ser uno de los más tranquilos, ordenados y cívicos de la Cartagena que brotó en los predios de la bahía, pero fuera de las murallas, se convirtió en otro de los más inseguros e insolidarios de la urbe.

Sentado en la estrecha terraza de su vivienda, y acompañado de su padre y de otros antiguos trabajadores comunales, Santander no deja de comentar los detalles de la repentina transformación que sufrió su sector.

Manuel Falquez, el padre; Humberto Mendoza, Teofilo Florián y Mariano Iriarte, antiguos líderes comunales, tienen claro que a La Quinta le sucedió lo mismo que al Barrio Chino y a Martínez Martelo: la entrada en funcionamiento del mercado de Bazurto trajo algo de progreso, pero también delincuencia, drogadicción y asfixia para el espacio público, lo que se ha traducido en caos e intranquilidad para los viejos y nuevos moradores.

“Muchos de los veteranos habitantes, gente que nació y se crió en este barrio, se ha ido a vivir o a morir en otras partes, porque no soportaron lo que nos está pasando”, cuenta Humberto Mendoza, a quien también le cuesta un poco de trabajo reconocer que una de las pocas cosas buenas que el barrio tiene para mostrar en estos momentos son los recuerdos.

Y entre esos recuerdos el que más persiste es el de haber coronado a seis reinas populares, una cifra que hasta el momento ningún otro barrio de Cartagena ha logrado igualar; y mucho menos, superar.

La primera vez que La Quinta participó en el Reinado Popular de la Belleza de Cartagena fue en 1942, cuando los miembros de la Junta de Acción Comunal de ese entonces organizaron un comité que decidió escoger como su representante a Carmen Rebollo, nacida en el municipio de Turbaco y criada en La Quinta.

Sin embargo, hay quienes recuerdan que en realidad la soberana no compitió con las candidatas de otros sectores, sólo organizó eventos internos para recoger recursos monetarios que serían invertidos en su propio barrio.

“Los quinteros” (como se les conoce a los vecinos de La Quinta) debieron esperar hasta 1965 para tener una primera reina triunfadora. Se llamaba Ruth Molinares, quien fue escogida por una comitiva paralela a la Junta de Acción Comunal, la cual, desde entonces, se encargó de escoger cada año a la candidata que daría la cara por el barrio.

“Esa escogencia se hacía desde que empezaba el año —recuerda Teofilo Florián—. Del comité hacían parte las señoras Encarnación Urueta (‘La Pulula’), Rosa López, Ana Moreno y Sonia Arteaga, quien era la costurera y encargada del vestuario de la reina. Ellas no organizaban convocatorias ni casting, como se hace ahora, sino que tenían un ojo clínico para escoger a la muchacha más bonita. Así que cuando iba llegando agosto ya tenían a la escogida. Luego hablaban con los padres para que dieran el permiso; y después, venía la inscripción”.

Manuel Falquez agrega que “los otros miembros del comité nos dedicábamos a conseguir los patrocinios para la construcción de la caseta ‘La Internacional’, el licor, la silletería, los grupos musicales, los picós y la vigilancia policial para organizar los bailes del fin de semana, aunque también teníamos que estar con la reina en los diferentes eventos que se organizaban por toda la ciudad”.

“En ese tiempo —anota Mariano Iriarte— no era tan importante la preparación intelectual de la muchacha, aunque sí nos preocupaban su elegancia y su glamour. Ahora, las reinas son más preparadas, pero siento que el reinado es cada vez menos popular. Antes era más del pueblo, ahora es casi privado”.

Cuando se les recalca que el de ahora es un reinado con más ribetes de seriedad que el de hace treinta años, en donde las candidatas fueron siempre el hazmerreir de locutores, políticos y hasta del público, los viejos dirigentes aseguran que “con las reinas de La Quinta nunca pasó eso. Nosotros siempre estábamos pendientes de que las respetaran y de que nadie les hiciera propuestas indecentes”.

La segunda reina ganadora fue Lucila Batista. Participó en las fiestas de 1974 y fue escogida como las demás, al ojo, por el comité que empezó a ser muy apreciado en la comunidad.

En 1980 vino la segunda reina ganadora, Miriam Herrera. En 1982 se inscribió para triunfar una joven llamada Angélica Blanquicett, nacida y criada en el barrio, pero quien dos años antes había participado en las fiestas como candidata del Barrio Chino, aunque, por falta de apoyo, según dicen los dirigentes, pasó desapercibida en el concurso.

Sólo bastó con que fuera escogida por el comité de La Quinta para que se alzara como la nueva soberana del Reinado Popular de la Belleza de ese año. “Era una negra hermosa —dice Santander—, el prototipo de la mujer cartagenera”.

En 1984 el comité escogió como candidata a Madenis Suárez, quien había llegado al barrio a los diez años de edad, lo cual no fue impedimento para que lo representara en las fiestas novembrinas, y recordada como una de las reinas más hermosas que han salido de esa zona.

En 1986, lamentan los viejos dirigentes, la Junta de Acción Comunal eligió a un presidente que cambió toda la dinámica que se venía manejando desde años atrás.

“Y ese cambio —dice Humberto Mendoza— no fue otra cosa que la apatía. Ese presidente se desentendió de todo. Tanto fue así que se estaba acercando noviembre y no se había puesto de acuerdo con el comité para elegir reina. Cuando se sintió presionado, eligió una a las volandas. Pero los de la Brigada Cívica elegimos otra, que fue Ligia Orozco Herrera. Ese año hubo dos reinas: La Quinta, sector adentro; y La Quinta, sector avenida, que era la de nosotros y la que ganó, finalmente”.

Hace años que el barrio La Quinta no sabe lo que es una reina ganadora, pero sí sabe lo que es la insolidaridad, la apatía, la inseguridad y la drogadicción.

A la hora de los balances, las seis reinas ganadoras lo único que hicieron fue mantener el orgullo cívico y festivo del barrio. Pero, en cuanto a desarrollo, lo más puntual que recuerdan fue la consecución de 20 mil pesos que el Gobierno Municipal le obsequió, en 1974, a Lucila Batista por haberse alzado con la corona de Reina Popular.

“Con ese dinero pavimentamos el callejón que une a Calle Nueva con Calle Segunda —explica Teofilo Florián—, pero la pavimentación de las cuatro calles del barrio se debe al esfuerzo de la JAC. Todavía seguimos con el problema de los deslizamientos de La Popa en épocas de invierno, los cuales afectan a la Calle Cuarta, pero ningún reinado ha podido solucionar eso”.

Manuel Falquez rememora una vez más el enorme espíritu cívico que ayudó a formar el barrio en los años 50, aunque ya éste venía respirando desde finales del XIX. Ahora lamenta la apatía y el abandono con que las nuevas generaciones viven asumiendo lo que es el sentido de pertenencia por el barrio.

“Fíjese que hace veinte años no se sabe nada de las reinas de La Quinta. Pero todo empezó a dañarse desde que construyeron ese mercado ahí en enfrente. Los comerciantes se han apoderado de nuestros espacios públicos, los expendedores de drogas tomaron a los jóvenes por su cuenta, y la delincuencia opera de la manera más descarada. Los tiempos buenos se fueron y no creo que vuelvan”, se queja el anciano dirigente bajo la sombra de un almendro flaco.


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