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Detox Cultural, una breve reflexión desde el lenguaje a ver si por ahí cambiamos


¿Puede el lenguaje contribuir a la construcción social? ¡Indudablemente! Hay mucha literatura al respecto, desde la antropología cultural, la lingüística, la sociología, la filosofía y en general los estudios culturales. Pero no quiero ahondar en eso, sino más bien afirmar categóricamente que, en efecto, el lenguaje construye realidades.

Al ser el lenguaje un visibilizador de las íntimas expresiones culturales de una sociedad, que la describe, la identifica, la diferencia y la encuentra, se hace necesario reflexionar cómo hablamos y qué hablamos. Y en ese mismo orden, qué construimos desde lo que hablamos. Por supuesto, lo que hablamos tiene un origen en lo que pensamos, pero también en el corazón y lo que hay en él. ¿Romántica la idea? No, de ninguna manera. Muy clara y certera, pues de la abundancia del corazón habla la boca.

No sólo el lenguaje se manifiesta en la oralidad, sino desde todo aquello que comunica. Pero todo comunica al fin y al cabo; es imposible no comunicarnos, o al menos, no comunicar nada. El silencio habla a gritos muchas veces. Pero a veces los gritos tampoco dicen nada.

Ahora, si el lenguaje es una de las máximas representaciones culturales, ¿será que tiene implicaciones en la configuración del "cómo somos"? Es probable, y muy probable. También puede configurar el "cómo actuamos", es decir, el comportamiento social. Y en consecuencia, configura y reconfigura la cultura. ¿Cuál es el lenguaje manifiesto en nuestra cultura? O más sencillo, ¿cómo se comunica la ciudad? ¿construye el lenguaje una ciudad mejor, diferente, renovada? 

Insisto, sólo pienso en el lenguaje y hablo de eso. ¿Estamos construyendo ciudad desde el lenguaje? ¿Estamos renovando la ciudad desde el lenguaje? Mucho tiene que ver la educación en la crítica realidad que vivimos, pero al tiempo, mucho tiene que ver el lenguaje de nuestros líderes, de los influenciadores, e incluso, en las familias. Si el lenguaje construye cultura y la representa, entonces en Cartagena necesitamos una limpieza cultural, mínimamente desde el lenguaje como forma de construcción. A eso llamo "detox cultural". No se trata de oídos castos, sino de sentido común. Ser costeño no es ser vulgar. Lo vernáculo no es vulgar, lo popular, no es vulgar. Los vicios del lenguaje son sucios que hay que eliminar, pero se necesita promover el consumo cultural de aquellos contenidos que lo pueden provocar, y también, que aquellos quienes están en la palestra pública muestren un cambio, incluso, desde su manera de hablar.

¿Qué hay en el corazón de nuestros líderes? Aplaudo la preocupación del alcalde Dau por acabar con la corrupción y lo apoyo totalmente en eso. Pero al ser el líder oficial de la ciudad se requiere que sea integrador, promotor del cambio, inspirador de una nueva realidad, constructor de un nuevo camino, y para ello, es necesario que limpie el lenguaje que utiliza, porque no sólo agrede a sus contrapartes, sino a toda la ciudad. El lenguaje del líder debe construir una nueva cultura, debe aportar a la renovación, debe mostrar, en el caso nuestro, que el lenguaje también debe ser incorruptible, sobre todo si en el corazón está el deseo de cambiar la ciudad.

Un detox cultural comienza con el lenguaje, y el lenguaje permea la conducta social. Y si se impulsa desde el alcalde como líder de la ciudad una manera limpia de comunicarse, una manera pulcra de mostrar su preocupación por la ciudad, hay más posibilidad de que construya credibilidad, gane apoyo, incentive la participación social, se despierten los sectores dormidos de la ciudadanía, y aporte al florecimiento cultural y social de Cartagena, de una manera constructiva, pero no de una manera agresiva -que al fin de cuentas revalida el individualismo y otras revueltas sin sentido ni futuro-. 

Esta es una invitación desde mi incomodidad, que igualmente comparten muchos. Es tiempo de desintoxicarnos de todo tipo de corrupción, incluyendo esta, que más que lingüística, puede llegar a ser del corazón, en tanto que muestre más un interés particular que un interés por el bien común. Pensemos en la ciudad, amemos la ciudad, sirvamos a la ciudad, tratemos bien a la ciudad.


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