Bendiciones de una madre:Bálsamo contra la pandemia.


Bendiciones de una madre: bálsamo contra la pandemia.

Siempre amada, bendecida, idolatrada e inspiradora de centenares de poemas, canciones y novelas, es la figura de la madre, la de aquella mujer que sacrificó su figura corpórea, sus horas de dormir y alimentarse y demás comodidades de la vida con tal de conseguir el bienestar cotidiano de su más preciado tesoro: los hijos que engendró con el más apasionado y puro de los amores.

Centenares son las canciones que compositores. poetas, y escritores le han dedicado; pero entre lesos ramos de flores, por siempre entregados, reservo para mi gusto tres hermosas canciones como son Versos a Mi Madre de Julio Jaramillo, Dos Claveles de Tito Cortés y Mama Vieja de Los Visconti.

Inolvidables son algunas estrofas de estos versos de poesía popular, interpretados por diversos excelsos trovadores de nuestra geografía latinoamericana:

Mi madre es un poema

de blanca cabellera

que tiene a flor de labios

un gesto de perdón…

Mi madre es pequeñita, Igual que una violeta,

lo dulce está en su alma, el llanto en un adiós…

Es dueña de mis sueños

aunque no soy poeta,

los versos a mi madre me los inspira Dios.

Que santa que es mi madre bendícela,

sí bendícela Señor.

Mi madre es una rosa de pétalos ajados,

que guarda su perfume muy junto al corazón.

Que linda que es mi madre, que suerte es tenerla

y que dichoso verla feliz en esta vida…

Hermosos, inolvidables, alegres y tristes a la vez, en una conjunción dialéctica, son los versos de Dos Claveles, interpretado por el tumaqueño Tito Cortés, los cuales reflejan dos situaciones contrapuestas: una de tener la madre en este mundo, y la otra tenerla en el mundo de la eternidad:

El clavelito rojo, que guardo aquí en el pecho,

va pregonando amores, amores maternales.

Yo te llevará siempre en el fondo de mi vida

como un recuerdo santo de mi madre querida…

Las madres son pedazos del corazón herido,

los hijos son las hojas del árbol de la ilusión.

El que la tenga viva debe quererla mucho

 y el que la tenga muerta,

 rezarle una oración.

Inolvidables son también los versos de Mama Vieja de Los Visconti, los cuales hacen evocar los sueños de la primera juventud, cuando saliste de casa, a hermana, pero extraña ciudad y tu mejor bálsamo fueron aquellos besos maternales mojados en lágrimas de amor, que sin palabras te dijeron:

Hijo vete a estudiar,

para que triunfes en esta dura vida.

Ahora, pienso que esa escena vivida con mi madre en el año 70 del siglo pasado inspiró al compositor de Mama Vieja para declamar:

Cuando yo salí del Pago, le dije adiós con la mano,

Y se quedó mamá vieja,

muy triste en la puerta el rancho…

Ella me dio el permiso, que yo pagué con mil besos,

y enderecé por la senda con mi bagaje de sueños

Hoy, cuando nos toca vivir los más difíciles tiempos de casi tres cuartos de siglo vividos, la presencia de la madre cobra mayor importancia, y las bendiciones diarias que derrama sobre nosotros, aunque sea a la distancia obligatoria y prudente, se convierten en el bálsamo celestial que fortalece nuestro cuerpo y psique contra la pandemia que nos azota inclemente.

Así, noche, tras noche el rosario de bendiciones que mi madre Rosa derrama sobre sus hijos e hija sobre sus nietos y nietas, nueras y yerno, y todos nuestros allegados, nuestra alma se fortalece para resistir el embate psicológico de la pandemia, el distanciamiento social y el confinamiento obligatorio de los días, que marca el calendario interminable de la mortal peste del siglo XXI.

Estas bendiciones son el bálsamo del amor maternal que conjuga cada noche las plegarias a Dios Nuestro Señor, a Cristo Jesús, a la Virgen del Carmen y de La Candelaria, y a toda una serie de santos de su devoción, todos ellos, seres celestiales que sin duda alguna nos transmiten la fortaleza psíquica y corporal para conservarnos sanos durante la severa crisis.

En estos instantes, cuando reflexiono sobre el amor maternal y la pandemia que nos golpea, pienso que este sentimiento es imperecedero y si bien es cierto, que las madres cuando están vivas nos cuidan en este mundo, también es cierto, que aquellas que partieron hacia la eternidad, igual protegen sus hijos desde el cielo de “las mamás de la Tierra” y velan por ellos cada día que pasa, tal como cantan Los Visconti:

Mama Vieja…Yo sé que, por las noches,

desde una estrella me mira.

Y usté se fue para el cielo,

 y mi alma llora y suspira…

Ahora bien aunque el cuidado de una madre es eterno, el auto cuidado es también esencial para salir airosos de la pandemia, con el aseo permanente, el distanciamiento social, el cumplimiento del confinamiento obligatorio y la pedagogía para afrontar con éxito la peste, y así evitar  que los incrédulos, ignorantes  e indolentes , nos contagien.

Con los afectos de siempre,

fortalecidos con las bendiciones de mamá:

UBALDO JOSÉ ELLES QUINTANA.


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