Mis encuentros Personales y Musicales con Gabriel García Márquez.( Primera Parte ).


Lo conocí en el sitio más inesperado de este planeta: en la terraza de mi casa en el barrio Las Delicias ( Esperanza) y venía en la mano de un viejo amigo docente, Nicolás Miranda Barrios.

  En ese entonces  era yo un apasionado joven por la lectura que compartía con amigos obras de la literatura nacional, latinoamericana y mundial, sin dejar mi temprana afición por las historietas,   paquitos o cuentos como le llamábamos todavía en el año 1967 fecha en la cual ya había leído la obra nacional que precedió al “boom” del realismo mágico como es: “En Noviembre llega el Arzobispo” del hijo de Santiago de Tolú : Héctor Rojas Herazo.

Fue en las horas de la tarde del mes de junio, quizás;  su vestido   con fondo blanco y letras rojas que resaltaban su nombre, acompañadas de nueve rombos o rectángulos, tal vez, enmarcados en color azul con ilustraciones de  figuras de diversos géneros y su penetrante olor a tinta fresca, todavía, llamaron de manera poderosa mi atención; era la primera  edición de Cien años de Soledad.

Así ocurrió mi primer encuentro significativo con Gabriel García Márquez, con su novela cumbre, la cual leí, en el curso de una semana quedando fascinado por encontrar  en esta la  historia de Colombia, la historia nuestra, en una  obra literaria magnífica  merecedora, años después, del Premio Nobel de literatura.

Un segundo encuentro estuvo signado por la aparición de la revista Alternativa cuyo lema: ”Empezar a pensar es empezar a luchar” me fascinó  de entrada y me agradó desde la primera edición por su valioso contendido reivindicador de los intereses y las luchas de los sectores populares de Colombia.

Alternativa fue creada el 18 de febrero de 1974 por Gabriel García Márquez, Antonio Caballero, María teresa Rubino, Carlos Vidales, José Vicente Katarain, Enrique Santos Calderón y Orlando Fals Borda, entre otros, logrando 257 ediciones  hasta marzo de 1980 cuando cerró por motivos financieros, ideológicos y físicos, no sin antes de  sufrir  en 1975 un atentado con la explosión de una bomba en sus oficinas ,hecho al cual  algunos de sus propietarios catalogaron como una acción del “terrorismo de Estado”, preludio de los horrores que más tarde  se vivirían en nuestro país, orquestados por manos criminales.

 Gracias a su contenido durante muchos años conservé casi todos los números de Alternativa, e incluso logré empastarlos en dos grandes libros gordos, que tal vez hoy reposan en alguna de mis bibliotecas repartidas entre mis hermanos Alba Y Rafael.

Siete años después en 1981 el encuentro fue absurdo y bestial: me encuentro con el escritor perseguido por el Estado y acusado de tener vínculos con  un grupo armado de izquierda, lo cual le obliga    a pedir asilo en la embajada de México ante el acoso incesante del régimen del presidente Julio César Turbay Ayala responsable del famoso “Estatuto de Seguridad” expedido para frenar el movimiento popular de la época.

 

Un año después, en 1982, recibí una de las noticias más gratas que un amante de las letras pueda recibir: Colombia  obtuvo el Premio Nobel de Literatura personificado en Gabriel García Márquez con sus Cien años de Soledad emulando  al gran  Miguel Ángel Asturias de Guatemala al inmortal Pablo Neruda  y la inolvidable Gabriela Mistral de Chile.

Sin embargo el encuentro fue fugaz a través de la radio, la prensa y la televisión; no sucedió igual con el discurso pronunciado por el maestro al recibir el Nobel: “La soledad de América Latina” el cual se convirtió en  uno de los más valiosos textos de historia de Latinoamérica  que  compartí en múltiples ocasiones con mis estudiantes de historia de América del Liceo de Bolívar.

Aún recuerdo textos parciales de “esta Soledad”, que bien quiero continuar enseñando a mis estudiantes, ahora desde la posición de rector de la Institución Educativa Fernando de la Vega, comprometido con la Educación Patrimonial y la ruptura de nuestros estudiantes con la cadena de la pobreza absurda que los ata a vivir en condiciones no digna para los seres humanos,  en medio de numerosos emporios comerciales e industriales.

Cual científico historiador y visionario social, el Maestro  escribió para siempre:

“Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida.

Ni los diluvios, ni las pestes ni las hambrunas, ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han  conseguido reducir la ventaja de la vida sobre la muerte… en cambio los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces, no sólo a  todos los humanos que han existido hasta hoy sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios”.

Fueron también las páginas de Cien años de Soledad, las que llevé a mi cátedra de Historia de Colombia del Liceo de Bolívar para enseñar los sucesos de la Masacre de las bananeras en diciembre de 1928, cuando bajo la administración del  presidente conservador Miguel Abadía Méndez, el ejército nacional de la época comandado por el general  Carlos Cortés Vargas asesinó a más de 3.000 trabajadores en Ciénaga Magdalena, e impuso el régimen del terror durante largo tiempo,  en la Zona bananera, en forma  parecida al que impuso el ejército español de Pablo Morillo a Cartagena de Indias en diciembre de 1815.

Así desde la obtención del Nobel, los  cuentos y las novelas cortas y largas de García Márquez fluyeron con profusión y así llegó un nuevo encuentro el mismo año del premio, con el escritor a través de “El Coronel no tiene quien le escriba”,  (publicada inicialmente en 1958) la historia de un hombre  que murió esperando la pensión que el Estado colombiano jamás le pagó.

Así evoco el caso de mi padre Rafael, cuya viuda octogenaria, cinco años después de la muerte de él , continúa esperando el retroactivo salarial que le otorgó la ley 20 años  antes de morir y 10 antes de salir pensionado de un puesto de trabajo en el cual siempre laboró ocho horas diarias de pié, sin posibilidad de sentarse a descansar un minuto al día ; todo ello  a pesar de recibir distinciones por la calidad de su desempeño en un trabajo, al que durante 20 años jamás llegó un minuto retrasado! Bien dijo mi abuelita Ana Hercilia el viejo refrán que aún conserva su sabiduría: “así le paga el diablo a quien bien  le sirve”.

El siguiente encuentro lo viví de manera más personal en  junio de 1983 cuando en el desarrollo de la Cumbre de Cancilleres Iberoamericanos, realizada en el marco de la celebración de los 450 años de la fundación de Cartagena, García Márquez fue invitado para ser agasajado por  su triunfo recientemente conseguido.

En compañía del rector del Liceo de Bolívar, el dilecto amigo y gran pedagogo Rubén Romero Orozco, tuve el honor de entregar en las propias manos del Nobel, el pergamino que reconocía su valiosísimo triunfo y el otro que daba la bienvenida a los cancilleres, en nombre de la comunidad liceísta; vivamente motivado lo abordé a la entrada del salón ,lo felicité por su  premio  con un fuerte apretón de manos y le pedí que entregara en la mesa el otro documento, solicitándome que lo  hiciera yo, pero al fin accedió  a entregarlo a los visitantes.

Rememorando los trágicos sucesos que acabaron con la cuarta parte de la población de Cartagena en 1849 debido a la epidemia del cólera morbo asiático,  136 años después, en 1985, vuelvo a  encontrarlo lanzando la primera edición de “El amor en los tiempos del cólera” narrando que:

“La epidemia del cólera morbo  asiático cuyas primeras víctimas cayeron fulminadas en los charcos del mercado, había causado en once semanas la más grande mortandad de nuestra historia. En las dos primeras semanas del cólera el cementerio fue desbordado y no quedó sitio disponible en las iglesias a pesar que habían pasado al osario común los restos carcomidos  de nuestros próceres  sin nombres”.

García Márquez convirtió en realismo mágico, la dura realidad que vivió Cartagena  en el siglo XIX en tres oportunidades ( 1849, 1855 y 1885) y presenta  una región  Caribe  más cercana a la realidad que a la ficción; no en vano consultó los documentos  históricos de la época, recopilados por una pareja de hermanos que han hecho valiosos aportes a la historia local en particular y a la recuperación del patrimonio cultural y arquitectónico de la ciudad cuyos nombres me reservo por no tener la autorización para revelarlos.

Un año después de” El amor en los tiempos del cólera”,  la América Latina

vivirá otro de los hechos bochornosos de nuestra historia comparable sólo a los que vivió Europa durante la edad media, en la cual quemar libros primero, para después quemar personas inocentes, brujas y “herejes “era común y corriente de acuerdo con las normas de la Inquisición:

En  noviembre de 1986 en Valparaíso, Chile, 15 .0000 libros de “La aventura de Miguel Littin Clandestino en Chile” editados por la Editorial La Oveja negra de José Vicente Kataraín y escrita por Gabriel García Márquez fueron quemados  de acuerdo con el texto de una carta que recibió el consulado de Colombia remitido por el jefe militar de la ciudad, en enero de 1987 en la cual informó que se incineraron aquellos textos que infringieron la ley de seguridad interna del Estado.

No era la primera vez que los libros de García Márquez iban a la hoguera en Chile:

Desde los días siguientes al brutal golpe de Estado que Pinochet dio al gobierno Socialista de Salvador Allende, los seguidores del dictador y las fuerzas armadas chilenas cumpliendo sus mandatos, realizaron varias quemas  públicas de libros de García Márquez, Carlos Marx, Einstein y Freud, incluso, por violar “la ley de seguridad interna del Estado”; era la resurrección de la Inquisición medieval, de las prácticas Hitlerianas en 1933  y años subsiguientes, y de aquella que  hace 36 años realizó el actual procurador Alejandro Ordoñez, en Bucaramanga, de acuerdo con el  testimonio del periodista Daniel Coronell de la Revista Semana (10 de mayo de 2013), quema en la  que ardieron libros de García Márquez, Rousseau, Marx y hasta una biblia protestante.

Fueron  estas quemas un encuentro terrible con la obra de García Márquez,  perseguido sin misericordia por los neofascistas e intolerantes; pero nada valieron las persecuciones ni las prácticas inquisitoriales, las obras del colombiano continuaron adelante, unas con contenidos y reales ymatiz político, otras  con tintes románticos  e históricos pero todas con el realismo mágico del Caribe, nuestra tierra donde la realidad supera la ficción.

“Del amor y otros demonios”, cuyo  fondo histórico son los sucesos religiosos de Cartagena colonial, protagonizados por las monjas Clarisas, es decir de la orden de Santa Clara nos transporta a ese ambiente social mágico real, generador de confusiones entre la imaginación y la realidad, en un mundo lleno de exorcismos, esclavos y esclavas negras con su fe militante, fanatismo religioso y aquello que narra la Revista Caras (Abril 25/14):

García Márquez exhuma una desgarradora historia…Pero mejor que esta historia es la excelente recreación del contexto cultural: Las creencias afroamericanas en pugna con la religión cristiana y la intolerancia de la Contrarreforma.

Este fue mi último encuentro  con la literatura  de García Márquez, quiero decir con los textos que más impactaron mi alma de adolescente y de adulto, descontando la “Crónica de una muerte anunciada” cuya versión fílmica es también otro gran acierto que engrandece  la obra  del escritor que  proyectó nuestro ser Caribe a la humanidad contemporánea. CONTINUARÁ…

 


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