Luis Vega Roca, "Lucho Vega", compositor de Arenal, Bolívar

Lucho Vega: “Hay rabias que a uno nunca se le pasan”


“Todavía no se me ha quitado la rabia. Ya han pasado treinta años y todavía no se me quita la rabia, después del mal contrato que hicimos con la disquera Tropical cuando grabamos Fuiste mala”.
El compositor y cantante arenalero Luis Vega Roca —Lucho Vega, para sus amigos— tiene el mismo rostro comeaños y la misma mirada grave,  enmarcada por facciones indígenas, que más de uno alcanzó a conocerle en las épocas en que trabajó como director y corista polifacético de Los soneros de Gamero.
Su cara no ha cambiado mucho. Sus palabras, firmes y lacónicas, vuelan en el mismo tono severo que utilizaba para corregir a los integrantes del grupo cuando se indisciplinaban. Parecía el padre de todos. Y todos lo acataban con cierto respeto sobreentendido. Un respeto que Lucho Vega supo ganarse, no sólo con la firmeza  de su carácter sino también con la indiscutible calidad de sus conocimientos musicales. A todos podía dictarles cátedra sobre manejo de voces y composición. Y de hecho, muchos aprendieron de lo que él hacía.

“Fuiste mala con mi corazón...”

“La rabia no se me pasa. Por lo contrario: siempre que debo echar el cuento de cómo grabamos Fuiste mala se me renueva la ira, porque sucedió que mucho antes de que yo compusiera esa canción, los hermanos Ramos se hicieron amigos de un tal Jaime Cabrera, quien decía ser el director artístico de una casa disquera. 
Cabrera  pasaba los fines de semana por Arenal, para llegar a una finca en donde se ponía a parrandear con los propietarios, que eran sus amigos. Apenas lo veían, los hermanos Ramos se le pegaban y le preguntaban que cuándo podría llevarlos a grabar un disquito. El tipo les decía que este año sí, que el próximo año, que no sé qué, que no sé cuándo. Total: en ese son los puso a tocarle gratis cuantas veces quiso. 
Yo entré al conjunto un tiempo después. Fue un día en que los hermanos Ramos estaban amenizando una fiesta, y me emocioné tanto viéndolos actuar que les pedí que me dejaran cantar algo. Así fue. Traté de cantar una canción y no me salió completa. 
Otro día me volvieron a dar la oportunidad, y la canté como era debido. De ahí en adelante nos reuníamos a practicar y amenizábamos bailes en Arenal y en los pueblos cercanos. En una de esas prácticas les canté Fuiste mala, que acababa de componer: En las noches cuando yo me acuerdo del mal que hiciste/yo no lloro, pero sí por dentro llevo una tristeza. 
A los muchachos les gustó. La montamos y empezamos a cantarla en todas partes. Mucha gente en Arenal se la aprendió. Y, después de un año, llegó el momento en que decidimos que teníamos que grabarla. 
Empezamos a guardar la plata de las presentaciones y la que podíamos conseguir en otro lado. Hasta que al fin nos fuimos a grabar. Hicimos el trato con la disquera Tropical. Pero la sorpresa fue cuando nos recibió el mismo tipo que ponía a tocar gratis a los hermanos Ramos. 
Ni siquiera nos rebajó un peso por la grabación. Ese fue el inicio de mi rabia. Pero grabamos el tema, que fue, técnica y musicalmente,  una pésima grabación: el cencerro se pierde, los coros en Amor imposible (la canción, también de mi autoría, que había al respaldo del sencillo) están desafinados. 
Pero la grabación se quedó así, porque no teníamos tanto dinero como para pagar más horas de estudio que nos permitieran corregir y corregir, como se hace ahora. A eso, agrégale que  grabamos con dos micrófonos. 
Después de hecha la grabación, nos tocó pagar el prensaje y comprar los discos. Compramos 35 discos sencillos a diez pesos. Esos teníamos que venderlos por ahí, como quien vende bollos de puerta en puerta. 
Pero lo peor de todo, por no tener un asesor ni tener idea de lo que estábamos haciendo, fue dejarle la cinta matriz a la disquera para que la explotara como si fuera de su propiedad. Y hasta firmamos documentos, cediéndoles ese derecho. 
Lo mío fue rabia sobre rabia, porque para grabar, tuvimos que sacar plata de nuestros bolsillos, llegamos a la disquera que no creía en nosotros, caímos en manos del tipo que nunca quiso darnos la oportunidad de grabar, debimos comprar los discos y promocionarlos nosotros mismos; y, encima de eso (por ingenuos y por ignorantes)  regalamos la cinta matriz, a la que le han sacado millones y millones de pesos. 
Porque, sea como sea, Fuiste mala se sigue oyendo y vendiendo en todo el Caribe colombiano. Ya es un clásico de nuestra música de acordeón. ¿Entiendes por qué todavía tengo rabia?”.

***
No existe una cifra precisa de cuántas copias discográficas y cuántos millones de pesos ha producido la difusión de Fuiste mala en lo que va corrido de más de treinta años. Pero sí permanece vivo, en la memoria de los amantes de la música de acordeón de Colombia, el sentimiento con que Lucho Vega interpretó su propia canción. Se trata de una conmoción, de una modulación que según supone, le viene desde las épocas en que escuchó a su padre, Francisco Vega, improvisando cantos altisonantes para acompañarse en el arreo del ganado entre Arenal y otros pueblos del departamento de Bolívar.

“Soy el viajero que camina...”

“Tengo 54 años de haber nacido en San Estanislao de Kotska-Arenal, que queda a unos 45 minutos de Cartagena, viajando por carretera. 
No tengo muchas noticias sobre si en mi familia hubo gente dedicada a estudiar y a practicar la música. Por eso, muchas veces me he preguntado por qué resulté siendo músico. 
Aunque me dicen que una tía llamada María Roca, que en paz descanse, era tremenda bailarina, lo mismo que El Nene Vega, un hermano de mi papá que nunca estuvo en ninguna academia, pero nadie le ganaba bailando. Bailaba de todo. Eso me dicen. 
De todos modos, creo que esas cosas también pueden considerarse influencias musicales. Por so te decía que mi papá tenía su don para cantar, pero a las vacas cuando las arreaba de un pueblo a otro, porque no existían los camiones 600, ni los planchones para cruzar los ríos.  
Aquellos eran cantos melancólicos, a veces alegres, a veces chistosos, pero siempre improvisados y cantados a puro pulmón contra el viento. 
Yo tampoco tengo estudios musicales de academia, pero desde muy pequeño como que se me metió la música en la sangre. Me la pasaba chiflando las canciones de moda y hasta fabricaba radiolas de barro con sus tocadiscos también de barro, pero los discos eran las tapitas de las botellas de gaseosa que yo aplanchaba hasta dejarlas como un long play, y  el sonido salía de mi boca. Las canciones de esas radiolas de barro eran cantadas por mí. 
Sin embargo, todavía no me imaginaba que algún día sería cantante. Y mucho menos compositor. Tuve los primeros indicios cuando me llegó la adolescencia. Cantaba con las bandas papayeras y con conjunticos aficionados que armaba con otros muchachos de Arenal. 
Los hermanos Ramos (Indelso, Edilberto y Víctor, el acordeonista ciego), quienes también eran de Arenal, ya tenían un poco de fama en el mismo pueblo y en los pueblos cercanos. 
Yo tenía 18 años cuando me acerqué a la parranda en donde ellos estaban y me atreví a cantar, para luego quedarme en el conjunto. Me gustaba cantar, pero en ese momento no tenía ni la más mínima idea de lo que eran la afinación ni la entonación ni el manejo de las voces. Pero cantaba en cualquier tono. Los agarraba rápido. 
Muchos años después, trabajando con El Nene y sus Traviesos y con Los soneros de Gamero, fue cuando vine a enterarme de esos secretos musicales. Y aprendí también a manejar la primera, la segunda, la tercera voz y el sobrecanto, y los puse en práctica en muchas grabaciones. 
En cuanto a la composición de canciones, te cuento que me atreví a asumirla por seguirle los pasos a otro compositor, Joaquín Torres, el autor de Samba en Palenque. 
Resulta que Joaco le componía canciones a una novia mía, pero lo hacía utilizando la música de las canciones de Alejandro Durán. Y ahí fue cuando me entraron las ganas de componer. Pero desde que empecé, lo hice con melodías y letras de mi propiedad. Nunca usé la música de nadie. Todo me salía espontáneo”.

***

En términos precisos, Fuiste mala fue una de esas primeras canciones que surgieron del recién descubierto ingenio de Lucho Vega. Antes que esa, habían surgido otras, pero fue aquella la que, desde un principio, se incrustó en la memoria de vecinos y amigos que se le aprendieron desde mucho antes de que se convirtiera en el suceso discográfico que fue en los años setenta.

“Tú cometiste la traición...”

“Fuiste mala nació de un chisme. Un colega mío de la carpintería me contó que uno de los integrantes del conjunto de los hermanos Ramos tenía problemas con la novia. Y de pronto supimos que el tipo se había separado de la muchacha. 
Entonces se me ocurrió componer la canción. La melodía, la primera estrofa y la letra del coro son mías. Las primeras frases de la segunda estrofa, (Es muy cierto porque en este mundo existen mujeres/que le dan el amor a los hombres solo por capricho.../) me las aportó el mismo que me contó el chisme. 
Aún así, todo el mundo reconocía que la canción era de mi autoría. A pesar de eso no tuve ningún reparo en colocar el nombre del tipo que aportó esas frases, junto con el mío, en la etiqueta del disco sencillo que grabé con los hermanos Ramos. 
Pero mientras la canción no pegó, no pasó nada. Apenas se convirtió en un batazo, empezaron los reclamos, y hasta me decían en mi cara que esa canción no era mía. Entonces me dije: ‘primera y última vez que acepto que otra persona le aporte palabras a una canción que yo esté componiendo’. Y hasta el momento lo he cumplido. 
Claro, el que Fuiste mala se haya convertido en éxito de ventas y de emisoras no fue tan fácil. 
Primero transcurrió un año enterito en el que la canción solo se oía en los picós de Arenal y en uno que otro pueblo vecino. La gente iba a mi casa, o a la casa de los Ramos, y compraba los disquitos, como para ayudarnos. Pero la verdad es que no pasaba mayor cosa. 
Después, nunca supimos cómo llegó uno de esos discos a una emisora de Arjona que se llamaba, La voz de Arjona, en donde daba sus primeros pininos el locutor Amín Segundo Pájaro. 
Él logró hacerlo sonar por un tiempo, y nosotros mandamos a prensar más discos, porque se nos habían acabado los primeros que trajimos de la disquera. Pero entonces ocurrió que nadie nos compraba, porque el disco dejó de sonar en las poquitas partes en donde alcanzó a oírse. 
Ya nos estábamos desanimando. Hasta que un día Víctor Ramos, el acordeonista, me dijo: ‘Lucho, por qué no te vas para Cartagena y propones el disco en los almacenes disqueros.’ 
Así hice. Cogí unos veinte discos y los metí en una tula. Arranqué para Cartagena y recorrí todas la discotiendas, con tremendo sol en la cabeza; y en ninguna me compraron. 
Decían que el disco no lo conocían, que no estaba sonando en las emisoras, que Discos Tropical no les había hecho la propuesta. Me cansé. Me regresé para Arenal decepcionado. Hasta me estaba olvidando del cuento. 
Pero un día me dijeron los muchachos del conjunto: ‘Lucho, el disco se está oyendo en Cartagena’. Yo no les creía. Hasta que una tarde, escuchando una transmisión de béisbol de la Selección Bolívar,  noté que en los intermedios del juego colocaban el disco. 
Es decir, ya le estaban dando importancia en las emisoras. La canción empezó a cobrar éxito. Las emisoras buscaban el disco y no lo encontraban en los almacenes. 
También se presentaron unos funcionarios de la disquera CBS (hoy Sony Music) preguntando por nosotros. Querían comprarnos la cinta matriz que le regalamos al tipo de Discos Tropical. 
Ahí fue cuando nos dimos cuenta de la embarrada que habíamos cometido. Pero el disco se fue pegando. Nos llamaron para amenizar las fiestas del Once de Noviembre en Cartagena. Nos dieron disco de oro, aunque en realidad merecíamos más, pero la disquera liquidaba como le daba la gana. 
El éxito voló a Barranquilla, Ciénaga, Santa Marta y Venezuela. Ganamos el Congo de Oro en los carnavales barranquilleros, pero nunca lo recibimos, porque yo no asistí al evento, y la gente quería conocer al cantante. 
Para esa época, ya en el conjunto estaba surgiendo una discordia, una cizaña que terminó por acabarlo, porque todos nos culpábamos entre sí por la equivocación que tuvimos con la disquera Tropical. 
También había rencillas, porque algunos integrantes del conjunto decían que los dineros que yo estaba recibiendo por Fuiste mala no debían ser para mí sino para todo el grupo, cosa que no es así. Pero eso minó los ánimos. Y el grupo se acabó”.

***
Lucho Vega no lo ha dicho. O lo dice poco. Pero en los talleres de carpintería —su más antigua profesión— también ha gestado sus mejores canciones, aquellas que la Costa Caribe conoció bajo la interpretación de agrupaciones musicales como la Orquesta de Pacho Galán, El Nene y sus Traviesos, Hugo Alandete y sus Melaos, Los soneros de Gamero, Barbacoa Orquesta y Joe Arroyo, entre otros exponentes que lo tienen en buena estima, y para quienes es poco explicable que un compositor sin estudios musicales y sin tocar instrumento alguno, sea uno de los más melódicos y diseñadores de letras que tiene la Costa Caribe colombiana.

“Ay, mujeres, mujeres, se burla de su bastón...”

“Apenas me separé de los hermanos Ramos, conformé otro conjunto con un acordeonista de Las Piedras, llamado Paco Alcázar. 
En un principio comenzamos a trabajar las canciones que yo había grabado con los Ramos, aunque siempre pensando en grabar algo nuevo. 
Pero eso nunca se pudo, porque el acordeonista era desordenado, no tenía instrumento y a mí me tocaba siempre alquilarle los acordeones. El conjunto se acabó. Me retiré de la música y me dediqué a la carpintería. Es que eso de ser director de grupos musicales es matador. Cualquiera se deteriora física y mentalmente. 
Pero, cuando estaba metido de lleno en la carpintería, apareció el difunto Ramón Vargas y me invitó a que le hiciera coros en el conjunto que había formado con Elías Rosado. 
Trabajamos un tiempo. Después me fui para el conjunto de Sergio Moya Molina, en donde tenía la oportunidad, no sólo de hacer coros sino también de cantar mis canciones. Porque seguí componiendo. Después del éxito de Fuiste mala, seguí con la rasquiña de la composición. Y mucho más cuando ya dominaba los ritmos, ya sabía de melodías, tonos, afinación. En fin, ya tenía un conocimiento mucho más amplio de lo que era la música tropical. 
Los primeros que me grabaron en esa época fueron El Nene y sus Traviesos, cuando el cantante era Juan Carlos Coronel. La canción se llamó Juan José: “Llegó borracho y pateando, Juan José/ y a su mujer insultó, Juan José/ y a los pelaos correteando, Juan José/ y hasta de Dios renegó/ Juan José...” 
Esa es la historia de una muchacha de Arenal, quien me contaba que el esposo le pegaba y maltrataba a los hijos siempre que llegaba con sus tragos. Pero ni ella se llama María, ni el hombre se llamaba Juan José. 
Más adelante me grabó Pacho Galán cuando su orquesta venía en descenso, y el cantante era Pocho Pérez. El tema se llamó Ña Tambó: “Cuando yo iba entrando al pueblo, Ña Tambó/ me dijeron por la calle, Ña Tambó/ que Ña Tambó se había muerto, Ña Tambó/ que ya andaba por los aires, Ña Tambó/ se murió, Ña Tambó/ Ña Tambó, se murió/”. 
Esta canción no tiene historia, porque Ña Tambó no existió. No era nadie. Es solo que un día me puse a ver que en casi todos los pueblos de Bolívar había un tamborero, un cantador o instrumentista que se volvía leyenda y a quien le sacaban canciones. Pero en Arenal no había. Entonces tomé una costumbre que hay en mi pueblo de llamar a los viejos como Ña María, Ña Matilde, Ño José...A mí se me ocurrió decir Ña Tambó. Y la canción surgió solita. 
Después me grabó la orquesta Barbacoa una cumbia que se llamó El bastón: “Mi abuelito ya no quiere/ casi salir de un rincón/ él dice que las mujeres/ se burlan de su bastón/ Ay, mujeres, mujeres, se burlan de su bastón/”. 
Esta es una de las canciones que más satisfacciones económicas me han traído, porque en esa época estaban las orquestas cartageneras pegadas en todas partes. Vendían bastante. Yo soy testigo, porque en ese momento hacía parte de Los soneros de Gamero”.

***
La irrupción de Irene Martínez  —la bullerenguera del corregimiento de Gamero— en la música tropical colombiana marcó un hito indiscutible, toda vez que su figura de anciana dicharachera y pueblerina despertó la curiosidad de las jóvenes generaciones que frecuentaban los festejos carnavalescos de aquellos tiempos. 
Pero detrás de Irene estaban Los soneros de Gamero. Y el alma de esa agrupación eran varios músicos selectos, entre los que se contaba Lucho Vega, haciendo voces, dirigiendo la escena, aportando composiciones y, a veces, hasta cantando.

“Y le hacen huequitos al pantalón...”

“Mi llegada a Los soneros de Gamero se debió a que Wady Bedrán, el fundador de esa agrupación, sufrió un accidente que casi le inutilizó una pierna. Eso le impedía estar en todas las presentaciones. 
Por eso me llamó para que hiciera los coros, pero después me recomendó que fuera director y estuviera pendiente de todo lo que tenía que ver con los soneros. 
Claro, ya nos conocíamos de tiempo atrás cuando trabajamos en el conjunto de Ramón Vargas Jr. Pero cuando eso, ni siquiera nos imaginábamos que volveríamos a vernos en el grupo de los soneros. 
El primer LP que grabé con ellos fue Mambaco. Les aporté canciones como La cumbia del negro y El chicle. Pero a la vez que  promocionábamos a los soneros, también teníamos un grupo que se llamaba Los Wadingos, aunque con el mismo estilo de los soneros. Yo era el cantante. 
La canción que más se oyó fue Ay, por qué será: Ay, por qué será, por qué será/ que Mañe orina agachao/ y baila pa’ trás y baila pa’ trás/ y mirando pa’ los laos/. 
Esa todavía la programan en los carnavales de Cartagena y Barranquilla. Es que, para mí, el éxito de Los soneros de Gamero se debió a tres cosas: primero, a la atracción que ejercía Irene Martínez, ya que nunca antes se había visto algo parecido: una anciana compitiendo con las orquestas y cantantes jóvenes de los años ochenta. 
Segundo, las canciones eran muy bien escogidas y adaptadas  a la edad de Irene y a su tesitura vocal. Y tercero, a los arreglos musicales y al acople del conjunto, que ya era tarea de nosotros los músicos, porque Irene muy poco sabía de eso. Nosotros preparábamos todo en la grabación y ella solo aparecía en los estudios cuando debía poner la voz.
Siguiendo con mis canciones, te cuento que mientras trabajaba con Los Soneros, también iba entregándoles composiciones a otras agrupaciones. A Joe Arroyo le entregué tres: Por el suelo, La ponzoña y El viajero: Soy el viajero que camina/ el que hace escala en las esquinas/ el que duerme en los campamentos/ y no se cansa de ambular. 
En el momento en que Joe estaba grabando esa canción, a Wady Bedrán se le metió que también tenía que dársela a Primo Leal. Y yo le decía que ya no se podía porque la tenía el Joe. Pero al fin me convenció y se la entregué también a Primo. 
Cuando el Joe me llamó para pedirme la segunda estrofa, le dije que ya no la grabara. Se molestó. Me replicó: ‘Tienes que darme la segunda, porque ya grabé la primera’. Por eso, la canción salió a la calle en dos versiones, aunque ambas se oyeron. Y ambas me gustan. 
En ese momento, y viendo el éxito que tenían mis canciones, volví a entusiasmarme con eso de ser cantante líder. Y fue cuando conseguí grabar un LP con El Nene y sus Traviesos. Casi todas las canciones eran mías, pero solo gustaron dos: Manyele y El pollerín. 
El trabajo quedó muy bueno, pero fue una lucha para que lo programaran en las emisoras. Por eso volví a desanimarme y mejor seguí haciendo coros y entregando canciones. 
Revisando esa entrega de temas, te cuento que Juan Carlos Coronel es el cantante que más me ha grabado. Él me tiene temas como Hago hijos na' más, El barrigón, Huecos en el pantalón: 
“Muchas mujeres de ahora/ que les encanta la acción/ buscan la zona de candela/ donde es más duro el calor/ Y le hacen huequitos al pantalón/ para que entre el ojo del mirón/”. 
Te quiero Barranquilla y otros que no recuerdo ahora. 
Hugo Alandete me grabó La espina: “María, María, María/ Hasta cuándo vida mía/ voy a estar con esta pena/ cargando con la condena/ que acaba con mi alegría/. 
Y hace poquito me grabó, en una producción independiente que hizo con su hijo, un tema que se llama Se acabó el amor. Pero no me gustó el viaje que le puso”.

***

Hay un momento en que Lucho Vega empieza a hablar por pedacitos, a cuentagotas, como si el tema de su conversación se estuviera extinguiendo y sintiera la necesidad de cerrar la boca. 
Dice, por ejemplo, que la piratería “nos tiene jodidos a músicos y a compositores”. 
O recuerda una canción remota que le grabó el dúo Los Ahijados, de República Dominicana, momento desde el cual empezó a avizorar que también podría convertirse en un compositor internacional, “pero no he conseguido el empujón necesario”. 
Dice también que tiene canciones para el Gran Combo y para Gilberto Santarrosa, pero para abrir esas puertas aún no consigue las llaves precisas, “o las que he conseguido no han servido, que es casi lo mismo...”

Febrero de 2004


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