Los locos de las naranjas


Muchos criticamos la propuesta de gobierno de Iván Duque porque no era clara. A mi modo de ver, y cuando consulté su página web, no se encontraba un documento de lectura en el que expusiera detalladamente su Plan de Gobierno sino, más bien, una serie de enunciados muy generales que podrían decir mucho y no decir nada. De hecho, si algo se destacaba de la página de la campaña presidencial del candidato del Centro Democrático era su diseño, su originalidad y su estética. En eso siempre fue la mejor. Pero, pensaba en ese momento, no es eso lo que necesitábamos ver. Una página web muy bonita no es propiamente el indicador que usaría para escoger al futuro mandatario de los colombianos.

El resto de la historia ya la conocemos: Duque venció, en segunda vuelta, a su oponente y se convertirá, en unos cuantos días, en el primer mandatario de los colombianos. Entonces las redes sociales volvieron a ser un espacio de ocio y perdieron el tinte electoral que a algunos ya tenía cansado. Además del excelente Mundial de fútbol celebrado en Rusia hubo también muchas más oportunidades de entretenimiento y diversión: hay que reconocer que hasta el mismo Duque – con su ya popular saludo al rey Felipe VI de España – hizo su contribución en lo que algunos calificaron de divertido, otros de vergonzoso y algunos más prefirieron ignorar.

¡Pero hay que ponernos serios! Es claro que el 7 de agosto el país va a contar con su liderazgo y que, en virtud de la democracia que es un valor sagradísimo que no debemos dejar perder, debemos esperar que gobierne bien y justamente para todos los colombianos: para quienes se sintieron representados por él y para quienes asistimos al debate electoral con ideas bien distintas. No se trata, por supuesto, de ahora empezar a aplaudir cada acto que el nuevo Presidente haga como si su cargo tuviese un halo especial que le otorgue todas las capacidades necesarias para solucionar las grandes problemáticas del país. Pero el Presidente de Colombia va a necesitar del apoyo de todos los colombianos. Apoyo y no respaldo, creo yo. Porque quien respalda va siempre atrás, pero el que apoya puede estar detrás de él, así como a su izquierda o derecha… Incluso al frente.

Somos un país que necesita superar la polarización y que requiere entender que el gobierno de nuestro país no se trata de un “juego de tronos” sino de un ejercicio en el que el pueblo camina hacia metas comunes. Por eso mismo la oposición va a jugar un papel fundamental: y considero que el desafío mayor, en el nuevo periodo que está comenzar, no va a estar tanto en el oficialismo como en la oposición. La oposición tiene también la opción de ir “detrás” del Presidente: criticando y destruyendo toda acción del Jefe de Estado y de sus ministros por la sencilla razón de su afiliación política. Sin embargo, la oposición también puede estar caminando “delante” del Presidente: advirtiendo propositivamente de cualquier desviación o práctica ilícita, señalando nuevos derroteros, ayudando al Gobierno a reconsiderar el rumbo. Porque, en últimas, el rumbo es común: y Duque tiene el enorme poder de llevar a la cima o al abismo a sus simpatizantes y a sus detractores al mismo tiempo.

Así comprenderé también yo mis posibilidades de construcción de país durante los próximos cuatro años. Por supuesto que tengo claro que su propuesta en campaña no me representó, pero no puedo estar esperando a hacer país hasta dentro de cuatro años cuando exista de nuevo otro incendio en las redes sociales. Mi visión de país va a seguir andando por la misma ruta en la que encontraré tantas otras. Pero sin la angustia por destruir al otro. Por supuesto que me manifestaré en contra de las acciones de Duque que atenten contra la paz, la libertad y la justicia; sin embargo, reconoceré los pasos que dé en la dirección correcta y entenderé que mi silencio, mi odio o mi indiferencia harán menos por el país que mi respaldo a las buenas iniciativas.

Una de ellas es la economía naranja. El presidente electo escribió un libro sobre ella junto con Felipe Buitrago Restrepo. Este prejuicio es lo primero que debemos quitarnos de la cabeza: porque, aunque Duque no es que haya tenido una larga experiencia política, tampoco es cierto que sea un ignorante. Al menos pareciera que no en el campo disciplinario en que se ha formado: la economía. Podremos estar o no de acuerdo con sus planteamientos, pero hay un enorme potencial para el desarrollo económico y social de nuestro país a partir de la riqueza cultural e intelectual de nuestro pueblo.

El aprovechamiento de estos infinitos recursos y su valorización, incluso económica, son las bases del planteamiento naranja. El libro, ‘La economía naranja. Una oportunidad infinita’, es un acercamiento interesante para quienes desconocemos mucho del sector. Resulta cuanto menos paradójico que la figura central de esta economía sea la naranja porque puede que nos recuerde mucho más a ese personaje de ficción de la campaña presidencial de Zuluaga que a los mismos colores de los afiches (¡y la bellísima página web!) de la candidatura del mismo Duque.

Justo por eso tendremos que empezar a reinventarnos el andar durante este nuevo gobierno que se avecina. De lo contrario todos, quienes apoyan y quienes no al nuevo presidente, no seremos tan distintos a la señora de la televisión: ¡seremos el país de los locos de las naranjas!

PD: El Presidente Juan Manuel Santos es uno de los políticos que más se ha ganado mi admiración. El logro de la paz, como muchos reconocen, no es menor cosa y sólo por eso merece todo el reconocimiento. A este Presidente siento que le quedo con enorme gratitud. Espero que su altura política la pueda conservar guardando el sagrado silencio político que ha prometido. ¡Gracias Presidente Santos!


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