Cartagena


Donación de órganos: cuando la muerte le apuesta a la vida

RUBÉN DARÍO ÁLVAREZ P.

12 de febrero de 2017 12:00 AM

Ordairo Sánchez Gutiérrez y Rosa González Baldiris coinciden en afirmar que si la ley 1805 hubiese existido antes, sus diligencias en pos de trasplantarse hubieran sido menos traumáticas.

Como se sabe, dicha ley establece que todos los colombianos son potenciales donantes de órganos y tejidos, salvo que expresen en vida la voluntad de no hacerlo.

Ordairo y Rosa son pacientes renales. El primero perdió sus riñones por culpa de la hipertensión, mientras que a la segunda le diagnosticaron insuficiencia renal por causas desconocidas.

Después de varios años tratando de controlarse la presión alta, Ordairo comenzó a experimentar pérdida de peso, halitosis, vómitos frecuentes, cansancio, calambres, insomnio, palidez e inapetencia, pero los médicos de su EPS le diagnosticaban trastornos normales de los pacientes hipertensos.

Más adelante sufrió varios desmayos y debió ser hospitalizado de urgencia y sometido a varios exámenes mediante los cuales se supo que sus riñones estaban completamente inútiles y que, de ahí en adelante, tendría que sobrevivir practicándose el método de la diálisis.

Rosa afirma que siempre fue una mujer extraordinariamente sana, pero de un momento a otro comenzó a padecer, en las tardes, escalofrías y fiebres de los cuales los médicos de su EPS no daban una explicación precisa, lo que, al parecer, no les impedía recetarle medicinas que nunca la aliviaron.

Varias semanas después de estar lidiando con esos síntomas sufrió una crisis de ahogo, y fue trasladada de urgencia a una clínica donde los galenos terminaron declarándola con insuficiencia renal crónica. Al igual que Ordairo, la diálisis sería su única alternativa de supervivencia.

Ordairo  permaneció 7 años haciéndose cinco horas de diálisis, pero duró tres años tratando de adaptarse a ese método, a la vez que iba percatándose de que en Cartagena la infraestructura para atender a pacientes de su tipo no es todo lo eficiente que se requiere.

Más adelante, una enfermera le comentó sobre la posibilidad de hacerse un trasplante de riñón que le permitiera liberarse de las diálisis, con lo cual se dio cuenta de otro fenómeno: la tasa de donantes de órganos en Cartagena y la Región Caribe es de cero por año.

Rosa se mantuvo 8 años aplicándose la diálisis, pero cuando llevaba cinco en ese proceso comenzó a inquietarse con la posibilidad de que la trasplantaran un riñón, de modo que empezó a documentarse respecto a los detalles de tal procedimiento.

Al mismo tiempo, iba planteando la inquietud ante su EPS, que la envió a Medellín, donde permaneció un mes haciendo el protocolo correspondiente y seis esperando al donante, hasta que recibió la noticia de un hombre de 56 años quien había perdido la vida en un accidente de tránsito.

Mientras Ordairo iba pensando en los pormenores del hipotético trasplante, una mala aplicación de la diálisis le produjo una embolia aérea que lo mantuvo varios días en una Unidad de Cuidados Intensivos, pero en cuanto se mejoró se retiró de la Unidad Renal donde lo estaban atendiendo y lo recibieron en otra donde le dieron las primeras indicaciones sobre la intervención quirúrgica.

Su primer compromiso era lograr que la hemoglobina le subiera, por lo menos a 10, objetivo que cumplió, para después adelantar el protocolo ante su EPS, que lo envió a Barranquilla y posteriormente a una clínica de  Medellín, donde estuvo seis meses en lista de espera, hasta que su EPS terminó contrato con ese centro médico, por lo que le tocó marcharse a una clínica de Bogotá, donde tuvo que reiniciar el protocolo con todas sus exigencias para entrar a lista de espera.

Estando en esa incertidumbre apareció un donante vivo que dijo estar dispuesto a proseguir su vida con un solo riñón con tal de ayudar a Ordairo, de manera que se iniciaron los procedimientos pertinentes para llegar a la operación, pero, después de tantas idas y venidas, el psiquiatra de la clínica informó que el donante no podía dar el riñón por razones que Ordairo aún no tiene claras.

Después de esa experiencia, pidió que lo trasladaran nuevamente a Medellín, a la Clínica San Vicente de Paúl, donde realizó nuevamente el protocolo de exámenes y muestras de sangre para entrar en lista de espera, pero esta vez sí apareció un donante seguro y se le hizo la intervención.

Rosa cuenta que después de la operación debió quedarse tres meses en Medellín bajo observación médica, aunque asegura que en todo momento se sintió en perfectas condiciones.

Sin embargo, uno de esos días notó un agitamiento entre los médicos: entraban y salían de la pieza donde ella estaba recluida. Le preguntaban cómo se sentía, la examinaban, la tocaban y la interrogaban, pero no le explicaban lo que estaba sucediendo hasta tres semanas después cuando la curaron y le confesaron que se le había activado una bacteria que suele atacar a algunos pacientes trasplantados y de la cual se salva uno entre cien.

Desde que salieron triunfantes de sus respectivas operaciones, Ordairo y Rosa deben tomar supresores para bajar las defensas, con tal de que el órgano trasplantado se les mantenga adaptado al organismo, pero al mismo tiempo quedan expuestos a cualquier virus, sobre todo los de las vías respiratorias.

Ambos deben viajar a Medellín mensualmente para hacerse controles, que ellos mismos inician en sus respectivas residencias mediante una dieta baja en grasas, sales y azúcares, pero, por encima de todo, no deben trasnochar ni consumir bebidas alcohólicas.

Consideran que el país estaba en mora de legislar sobre la donación y trasplante de órganos y tejidos, tal como lo hicieron países como México y Chile donde esa cultura es muy alta, mientras que en Colombia la única ciudad que la posee es Medellín.

Lamentan profundamente que Cartagena y la Región Caribe ni siquiera cuenten con una infraestructura de alta calidad para atender pacientes renales, lo que significa que si a ellos se les dañan los riñones que les donaron tendrían que trasladarse nuevamente a Medellín, con todos los traumatismos que ello implica.

De acuerdo con la Red de Donación y Trasplantes de Órganos y Tejidos, la lista de espera solamente muestra una pequeña cantidad de pacientes que necesitan trasplantes. “Hay, por lo menos, 50.000 personas quienes esperan órganos y tejidos, ya que ingresar a la lista puede tomar tiempo”.

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