Hago un llamado a la empatía, a la solidaridad y a la responsabilidad social, para contener los contagios de COVID-19, salvar vidas y proteger a nuestro personal de salud, quienes han luchado arduamente por mantener la salud de los cartageneros y de los colombianos. Hemos perdido muchos guerreros y debemos actuar ahora manteniendo simples medidas y protocolos que incluyen lavado de manos, uso de mascara facial y distancia social”.
Esas son las palabras de María Paula Escobar Romero, hija del médico neumólogo Oswaldo Escobar Chamorro, quien falleció el lunes en el Hospital Naval de Cartagena a causa del COVID-19, sumándose a las 824 víctimas fatales que este virus deja en la ciudad, de las cuales 7 han sido médicos.
Mientras la familia de Escobar lo despide en medio de lágrimas y un profundo dolor, Orlando Higuera y sus hermanos luchan y le piden a Dios un milagro para que su madre, de 72 años, logre salir victoriosa de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario del Caribe, donde está hospitalizada desde el 19 de diciembre del año pasado, mientras tienen que costear los medicamentos para pacientes entubados por coronavirus, los cuales están escasos en el país.
Desde el 19 de diciembre, la madre de Orlando Higuera lucha por su vida en una cama UCI en el Hospital Universitario del Caribe. Sus familiares se han puesto a la tarea de conseguir Midazolam, el medicamento que es necesario para sedar a los pacientes que están intubados y el cual es uno de los tantos que están escasos en la ciudad.
“Mi mamá, de 72 años, comenzó con congestión nasal la noche del 10 de diciembre y el 11 comenzó a toser. La llevamos a hacerse la prueba de antígenos y salió positiva”, comentó Orlando. Y agregó: “Mi mamá era asintomática, saturaba bien, se hidrataba y comía bien. De repente comenzó a desaturar y la llevamos rápidamente al HUC y decidieron que quedara hospitalizada por la inflamación que se hacía evidente en sus pulmones”.
Cuando la pasaron a UCI, Higuera recuerda que de inmediato le preguntaron a los médicos si debían buscar los medicamentos, pues ya sabía que estaban escasos y los médicos le informaron que sí.
“Desde entonces nos pusimos a preguntarle a amigos y conocidos que donde podíamos conseguirlos y afortunadamente fueron apareciendo personas que vendían el medicamento. Otros, como el doctor José Jaime Bofante, amablemente nos donaron algunas dosis. Al segundo día de la búsqueda conseguimos una distribuidora que vendía desde 100 dosis en adelante a las IPS que lo necesitaran. Esto fue un día antes que la directora del Dadis hiciera un anuncio en el mismo sentido”, comentó, alegando que “hemos conseguido a diferentes precios, pero el promedio es de $15 mil por ampolla. Aunque he escuchado de personas que han comprado para sus familiares a más de $30 mil por ampolla. Mi mamá se gasta unas 10 ampollas al día”.
La búsqueda de este y otros medicamentos se ha vuelto una tarea titánica en la ciudad, por lo que algunos familiares de pacientes han tenido que recurrir a droguerías y distribuidores de otras ciudades para poder conseguirlos. Esta familia asegura que no se han puesto a sacar cuentas de cuánto se han gastado en estos fármacos, pero consideran que el gasto sería cercano a los $2 millones.
“La labor de los medicamentos es mantener la sedación para que no interfiera en la labor del ventilador mecánico. La situación es muy grave. Pero confiamos en que Dios le dé fuerza y resistencia para superarla”, comenta el pariente, añadiendo que “la gran ausente en esta situación ha sido la EPS. Clínica General del Norte, programa magisterio, porque de los médicos y la atención en el hospital no hemos tenido queja”.
Sobre el mensaje que le quiere dar a la ciudadanía, Orlando dice “que sean conscientes de que el riesgo no ha disminuido, sino todo lo contrario. La gente va por la vida como si esto no fuera real. Mi mamá se contagió posiblemente en una salida a comprar algo que no quiso hacer por un domicilio o en alguna diligencia. Es necesario que nosotros tomemos consciencia de que la situación es muy grave”.
Con relación a los medicamentos, Johana Bueno, directora del Dadis, señaló que las IPS ya se encuentran solucionando el desabastecimiento de medicamentos esenciales.
“El Hospital Universitario del Caribe hizo una orden de compra de 5 mil unidades, donde les aprobaron 1.800 unidades de Midazolam. También la Maternidad Rafael Calvo dijo que tienen abastecimiento para un mes, y se contactaron con el proveedor para adquirir más medicamentos”, agregó la directora del Dadis.
Oswaldo Escobar, quien tenía 67 años, siempre fue amante de la medicina y el pilar de su familia. Después de una larga carrera en la medicina, en febrero del año pasado decidió “bajarle a su ritmo de trabajo”, por lo que se desvinculó de las instituciones donde laboraba y se dedicó a las consultas particulares de sus pacientes en el área de la neumología, atendiendo a aquellos que desde hacía años les llevaba un control.
Un mes después llegó el coronavirus a la ciudad y Oswaldo siempre insistía en mantener los cuidados necesarios para evitar contagios, pues quería cuidar a sus 8 hijos y 7 nietos.
“Él se cuidaba mucho, su estilo de vida era muy saludable, buena alimentación, ejercicio y desde el inicio de la pandemia cumplió con todos los protocolos de seguridad. Pero ante el enemigo invisible que estamos enfrentando, empezó con síntomas el 9 de diciembre y supimos que había contraído el COVID-19 por diagnóstico por antígeno y PCR el 12 de diciembre”, dice su hija.
No se sabe cómo adquirió el virus, lo único cierto es que “al principio de la enfermedad la evolución fue lenta, pero progresiva, hasta el día que requirió hospitalización en el Hospital Naval, donde permaneció hospitalizado hasta su último día”, comentó su familiar.
Ella asegura que el proceso ha sido muy doloroso y difícil de afrontar, “también por el hecho de que con la pandemia a nivel nacional e incluso internacional enfrentamos una escasez de medicamentos esenciales para el manejo integral de los pacientes con coronavirus, en especial de aquellos que requieran ventilación mecánica invasiva”. Escobar Chamorro se graduó como médico en la Universidad de Cartagena, luego se especializó en medicina interna y neumología en la Universidad Militar. Además, tenía una especialización en salud ocupacional y en medicina hiperbárica y de buceo. También fue capitán de Navío y hacía buen uso de su retiro de la Armada Nacional.
Estuvo vinculado en múltiples instituciones en la ciudad como médico especialista e incluso fue el primer gerente regional del extinto Seguro Social, elegido por meritocracia. Fue docente de pregrado y postgrado de varias generaciones de médicos de la Universidad del Sinú, seccional Cartagena. “Siempre se caracterizó por ser una persona alegre, llena de amor para dar, benefactor por excelencia. Quienes lo conocieron en todos sus ámbitos, sus colegas, estudiantes, pacientes y amigos, pueden dar fe del gran ser humano que fue”, finalizó su hija.
Otros médicos que han fallecido por este virus son: Plinio Urrueta Ayola, médico internista de 75 años, oriundo de Villanueva y docente de la Universidad de Cartagena, quien murió el 3 de enero en el Hospital Universitario del Caribe; Pedro Bossio, médico general de la ESE Hospital Local Cartagena de Indias, quien laboraba en el CAP de La Candelaria y estuvo 45 días en una UCI; y Javier Malambo García, cirujano plástico, de 63 años, entre otros.
El coronavirus sigue propagándose en Cartagena pese a algunas medidas implementadas por las autoridades. Ayer, el Ministerio de Salud confirmó 738 contagios nuevos de COVID-19, lo que elevó a 45.282 los casos totales en la ciudad.
También reportó el fallecimiento de tres personas, por lo que el número de víctimas fatales en lo corrido de enero subió a 35 y desde el inicio de la pandemia a 824. A la fecha, 42.688 personas se han recuperado de la enfermedad.
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