El sector El Pueblito, del barrio Boston, carece de un acceso amplio para que cualquier tipo de vehículo pueda ingresar.
Se supone que la vía principal del sector está en la Avenida Pedro Romero, pero ninguna de las transversales que se desprenden de esa arteria hacia el interior tiene la suficiente capacidad para permitir el paso de cualquier vehículo.
A duras penas acceden algunos taxis y motos. Pero si se trata de una ambulancia, una máquina de bomberos, un camel, un bus o un furgón de productos alimenticios, deben entrar por la Vía Perimetral, donde unas cuantas transversales tienen un poco más de amplitud. Mas, cuando ingresan la movilidad se les dificulta, debido a la estrechez de las calles.
El Pueblito, que ya casi alcanza los 50 años de edad, es tal vez el sector más crítico de Boston: solo tiene cuatro calles pavimentadas, dos canales atraviesan su territorio, las márgenes de los mismos están en tierra viva, los callejones en el mismo estado, la energía eléctrica es deficiente y el alcantarillado ya es insuficiente para tantas residencias.
El paisaje más inocultable son los canales Barcelona y Amador y Cortes, que vienen desde las zonas altas de la Localidad 2 y desembocan en la Ciénaga de la Virgen.
Dicen los moradores que las veces que se han desbordado e ingresado a las viviendas, es por culpa de los materiales que arrojan los residentes de las zonas altas, “porque la gente ya está educada en el sentido de que los canales no son basureros”, aseguran.
De pavimentarse, las márgenes de los canales podrían convertirse en excelentes senderos peatonales, lo mismo que los puentes que comunican una manzana con otra y que se encuentran en un peligroso deterioro, que ya ha cobrado unas cuantas víctimas, entre las cuales la mayoría pertenecen a la tercera edad.
A estas alturas, las amas de casa se muestran duchas en eso de desconectar sus electrodomésticos con el debido tiempo, ya que la energía eléctrica se suspende, se baja y se sube, en un vaivén malsano que los líderes comunales atribuyen a la antigüedad de las redes y de los transformadores.
Lo mismo dicen de las redes del alcantarillado, que, al parecer, ya son ineficientes para el número de casas que tiene el sector, por lo cual siempre que cae la más leve lluvia las tuberías se taponan, vomitan y convierten las calles en una Venecia de desechos humanos y malos olores.
La permanencia de lo maloliente va por cuenta de los canales. Sea invierno o verano, los malos olores flotan omnipresentes, aunque los mismos residentes parecen no percibirlos por tanto tiempo de convivir con ellos.
A la entrada del sector, donde los mototaxistas tienen sus “estaciones”, las plaquetas de los canales parecen galletas de soda, cuya destrucción es más avanzada con el paso de los meses, pero aseguran los líderes comunales que el Distrito “se ha hecho el Shakiro” ante lo evidente.
Pero no todos son cuentas malas. Los líderes se atribuyen dos gestiones exitosas: el haber acabado con los basureros satélites, desde que la comunidad se aprendió los horarios del camión recolector; y el ir reduciendo las riñas entre pandillas, desde que los jóvenes encontraron mejores formas de subsanar los conflictos.
No cuentan con puesto de salud, ni plantel educativo, pero a la entrada de Boston está un CAP y una institución educativa, sitios a los cuales todos acuden a pie o en moto, porque ninguna ruta de buses o busetas ha sido asignada para este traspatio urbano.
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