Grietas, inundaciones, miedo y lágrimas construyeron la historia de un barrio que se resiste a desaparecer.
¿Crees que este bebé es una señal de esperanza para San Francisco?
Le pregunté a Jair Enrique Camaño mientras cargaba a Jarlyn Jair, su bebé, que hoy cumple 24 días de nacido.
Con una mirada de complicidad, sonrió y dijo francamente: “Este bebé es la esperanza para mí, no sé si para San Francisco”.
Duras palabras que nos traen de golpe a la realidad. El mundo que deberá conocer Jarlyn es muy distinto al que conoció su padre, y aún más al que conoció su abuelo, Clímaco Conapia, uno de Los Fundadores del barrio, que vive en los restos de una calle que lleva ese nombre: Los Fundadores. De los que vivieron 45 años de sus vida en ese lugar, como Climaco, pocos se pueden encontrar. Algunos han muerto de la tristeza al ver cómo ha quedado su hogar, mientras que otros debieron salir con la cabeza abajo.
De esa zona solo sobrevive una hilera de casas semidestruidas, con terrazas levantadas que las ama de casa siguen barriendo sin importar el barro que permanece en la calle. (Leer más sobre la tragedia en San Francisco)
Los vecinos de enfrente ya no son personas. Ahora es una montaña desolada que se pinta de verde con la esporádica lluvia que ha hecho crecer la vegetación.
Y nada queda de la casa pintada de rosado con rejas blancas, en la que una familia se aterrorizó con un supuesto fantasma que los queria sacar. Pero poco pudo hacer con esa familia el espíritu de un antiguo dueño, al que le molestaba el escándalo del picó, comparado con el miedo de lo que se viviría más adelante en el barrio, que terminó por sacar a esa familia y a otras 300 más. Con la casa demolida murió nuevamente el espíritu del viejo fundador.
Para Jerlyn Jair, lo que queda es un barrio desolado, sin risas ni felicidad producto de la falla geológica a la que se le atribuyeron los deslizamientos y las grietas de las casas; así como la falta de prevención a la hora de materializar los sueños que cientos de familias depositaron en el Fondo Territorial.
"Tuve que venir porque las cosas no estan bien en San Francisco", dijo Jair, el padre y soldado de 31 años de edad, cuyas esperanzas solo están puestas sobre un nuevo ser humano que cabe entre sus manos.
Grietas antes que hacinamiento
La historia triste del barrio San Francisco empezó desde febrero del año 2011. Los habitantes no se equivocaban cuando decian que el problema era de la tierra. Asi denunciaron ante los medios de comunicación las rajas de las paredes, las casas caídas y las alcantarillas que se rodaban de su sitio. (Leer más sobre el barrio San Francisco)
Asi lo confirmaron los informes, así lo señaló el Distrito, y priorizó las soluciones, que se tradujeron en el éxodo. En San Francisco no se puede vivir.
Pero el mandato no fue suficiente para que personas como Denis Marín salieran. Por eso, un año y seis meses después de este anuncio, permanece en la casa en la que construyó su hogar.
“Toca tener la cama afuera porque las grietas son terribles en el cuarto, pero es mejor quedarse aquí cuidando lo suyo”, expresa Denis que parece estar acostumbrada a vivir en riesgo.
Mientras mostraba las grietas al reportero gráfico, en la sala, diagonal a la cama que debió trasladar por la inminencia de una caída, estaba Silvia de la Rosa, una antigua vecina de 90 anos.
Con la inocencia que le regresa a los viejos, Silvia señalaba que al frente quedaba su casa. No dejaba de sonreir. La vieja ahora se pasea de una casa para otra porque no tiene un lugar fijo donde quedarse.
“No tuve hijos, pero mi familia son mis amigos, por eso duermo en diferentes lugares. Mi casa la perdí, la demolieron porque se estaba cayendo. Ahora tengo listos mis papeles para la nueva”, cuenta Silvia.
Pero su tono de paciencia no fue el mismo que utilizaron los vecinos que más adelante se reunieron en una terraza maltrecha, cerca de una alcantarilla destapada que expedia un olor nauseabundo. Todos hablaban al tiempo tratando de explicar lo mal que la estaban pasando y la demora en la solucion que ellos esperan: casas iguales a las suyas.
Grietas antes que hacinamiento, esta fue la sentencia de muchas familias que visité cuando llamaban al periódico para decir que sus casas estaban rajadas o que se habia caído una parte de la pared.
Las Lomas, y manzanas completas desaparecieron cuando muchos de ellos salieron, acogiendose a las soluciones de $200 mil de arriendo que otorga el gobierno Distrital. Sin embargo, aún quedan los que se resisten a abandonar lo que siempre ha sido suyo, para vivir en algo que no les pertenece. O quienes prefieren las grietas a vivir hacinados en casas de una o dos habitaciones de Colombiatón y Ciudad del Bicentenario, los barrios construidos para familias que se hicieron en medio de la tragedia, igual que ellos.
No hay más remedio
Al marcharnos de la Calle de Los Fundadores, dejamos un río revuelto de indignados, de personas que lucharán hasta el final, hasta vivir en mejores condiciones.
Por eso algunos dicen que no hay más remedio que esperar.
OPINIONES
Silvia de la Rosa Hernández
Afectada
“De mi casa solo quedó el solar. A mí nada me han dado. Uno quisiera que le solucionaran el problema como fuera”.
Jairo Tobar
Afectado
“No tenemos nada, la alcantarilla está tapada y eso huele mal. Esto no ha avanzado nada”.
Marcos Suárez
Afectado
“Nunca me han pagado un arriendo. Hay gente que cobra sin ser de San Francisco, mi mamá murió aquí hace dos meses sin una solución”.
Cartagena
Esperanzas que se desdibujan
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