Aún quedaba un poco del olor a tierra mojada por la extraña lluvia del 31 de diciembre. Se mezclaba entre la brisa suave con el hedor que venía del caño el Tabú. Era un 1 de enero atípico, con policías verdes y azules que requisaban y sonreían. Dos señores con cara de amigos, que vestían de guayabera, caminaban a paso lento mientras hablaban tranquilamente por celular. Al fondo, la ciénaga de la Virgen lucía espléndida.
Miguel Antonio Polo Castillo analizaba cada detalle desde la terraza de una casa, muy cerca del caño Villa, en el sector Rafael Núñez de Olaya Herrera. “Esto es un milagro”, le decía a su compañera, Dayrana Rivera, momentos previos a la posesión del alcalde William Dau Chamatt, al otro lado de la vía Perimetral.
“Yo, que nací y crecí aquí, primera vez que veo que un alcalde se posesiona por acá”, añade Miguel luego de saborear una cerveza en lata. Ella, desempleada desde hace dos años y madre de tres hijos, asentía: “Hoy no habrá atracos por aquí, ni pelea de pandillas, ojalá esto fuera así todos los días”.
Desde ahí solo alcanzaban a ver al alcalde en la pantalla gigante, y un montón de paraguas que protegían del sol agresivo a los asistentes.
“No vine a hacer promesas falsas. Llegué para romper las cadenas”, se escuchaba nítida la voz de William Dau.
En medio del discurso, le pregunté a ella si había votado. “Yo no voto, además ese día tenía la cédula perdida. Por aquí llegan candidatos en campaña, pero como siempre, se olvidan de uno”, recordó.
“De pronto este man sí hace algo bueno, está empezando bien”, interrumpió Miguel.
De repente soltaron una carcajada al unísono. William acababa de decir que en las elecciones “había un candidato del mal” y que “el único con cojones”, era él. Luego cuando habló de malandrines, llovieron aplausos del otro lado. “Les quitamos el poder, pero ellos no se van a quedar quietos. Entre todos vamos a salvar a Cartagena, todos tienen que pellizcarse”.
El miedo, la pobreza
La vía Perimetral, para muchos, es sinónimo de miedo. Se habla que ante la ausencia de las autoridades, algunos han aprovechado para bloquear la vía con cabuyas y atracar a conductores. Cuando llueve, hay terror, pandillas salen de casas de tabla y barro a enfrentarse con piedras, palos o changones.
“Me preguntan que si no me da miedo ser alcalde, claro que sí, pero tengo el coraje para hacer lo correcto a pesar de ese miedo”, explicó Dau. “Soy humano, sé que voy a meter las patas en algunas cosas, pero jamás va a ser de mala fe”, agregó.
La miré enseguida, ella sabía lo que le iba a preguntar...
“Mi miedo es que mis hijos crezcan acá, yo quiero que salgan, que sean deportistas, profesionales”, dice Dayrana.
“Yo llevo 32 años aquí, y aunque algunas calles las han pavimentado y varias casas ya no son de tablas, para mí, la pobreza sigue igual”, remató Miguel.
Después de que el alcalde presentara a cada uno de los miembros de su gabinete, se prendió la fiesta. La champeta de Kevin Flórez hizo que mis preguntas terminaran para ponernos a tararear juntos.
Dos niños, uno de 9 años, el otro parecía menor, que cargaban una bolsa llena de latas de cerveza, le preguntaron a Miguel si se podían llevar las 4 que él había tirado en el piso. “No, ya esas están comprometidas”. Bajaron la cabeza y siguieron ¿su camino?
La fiesta terminó.
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