Cartagena


Lo que no sabe del pesebre y del árbol de Navidad

ERICA OTERO BRITO

20 de diciembre de 2014 11:11 AM

Celebrar el nacimiento de Jesús es para los cristianos uno de los momentos más significativos dentro de su fe, pues con la transformación del “verbo” en carne se cumple la profecía más grande del antiguo testamento y se parte en dos la historia de la humanidad. Antes y después de Cristo.

Con la llegada del Mesías nace la esperanza de que siempre habrá un mañana mejor y se materializa el convencimiento de que nunca el mal prevalecerá por encima del bien. 

Este dogma aglutina la esencia de todas las aspiraciones de hombres y mujeres en constante búsqueda de la felicidad.

En Navidad los deseos de cambios positivos se agudizan por cuanto es una época, que por celebrarse a final de año, enmarca el cierre de un ciclo y el comienzo de uno nuevo, en el que todo el mundo espera que sea para bien, aun los más pesimistas.

Esos anhelos, la fe en un Cristo resucitado, un Dios misericordioso y todo poderoso y un Espíritu Santo, dador de vida,  mueven a los creyentes a preparar su hogares para esperar una nueva celebración del nacimiento de Dios hecho hombre.

El pesebre y el árbol de Navidad son los símbolos más representativos de esta fiesta cristiana.

LA HISTORIA DEL PESEBRE

El pesebre nace con San Francisco de Asís, en uno de sus actos de demostración, más puros de amor hacia Jesús.

San Francisco, nacido en Asís, Italia, en 1182, fue llamado el santo de la humildad y la pobreza porque renunció sin vacilar a todos los lujos de los que gozaba, provenientes de su familia, para dedicarse a una vida de contemplación y a una manera particular de practicar la espiritualidad cristiana basada en el amor a Dios, la pobreza y la alegre fraternidad. Fue el fundador de la orden franciscana, lo que lo convirtió en un modelo de vida en la Edad Media y aún en la actualidad. 

En 1223, San Francisco preocupado por las “cruzadas” que emprendió la Iglesia Católica contra los musulmanes, llamados en aquel tiempo “infieles”, por no creer en Cristo, emprendió en compañía de Iluminado, uno de sus seguidores y amigo de toda la vida, un viaje a pie, que duró varios meses, con la firme intención de llegar hasta la zona de guerra y mediar entre los católicos y los musulmanes para que firmaran un acuerdo de paz que permitiera a los seguidores de Jesús visitar sin ninguna restricción a Belén, el poblado donde la historia señala como el sitio donde nació Jesús.

Muy a pesar, de que San Francisco pudo entrevistarse con el sultán y convencerlo de firmar la paz, las cosas no se dieron como él esperaba y la guerra siguió su curso. En vista de esto, San Francisco retornó a Asís, pero el 25 de diciembre lo tomó en medio del camino, en un pueblo llamado Greccio (Italia).
Así las cosas, en su deseo de que los seguidores de Jesús pudieran visitar el sitio en el que nació, aún cuando hubiera guerra, San Francisco sintió la revelación de que “cualquier tierra” podía ser Belén, si las personas sentían en su corazón el profundo deseo de venerar ese momento y tuvieran, además, la oportunidad de recrearlo.

Fue entonces que se le ocurrió la idea de pedir permiso a uno de los pobladores de Greccio para que lo dejara recrear en su granja el nacimiento del Hijo de Dios.

Con ayuda de algunos pobladores, que representaron a José, a María, al niño Jesús y a los pastores,  hizo un “pesebre en vivo”. Cuando ya tuvo todo listo, las campanas de la iglesia retumbaron y la gente acudió al llamado en la granja, donde todos oraron y celebraron de esta forma, por primera vez, el nacimiento del Mesías.

EL ÁRBOL DE NAVIDAD Y LOS ADORNOS

Muchos critican la tradición del árbol de Navidad y lo señalan como un “estandarte” del sentido comercial que se le imprime a la celebración de Navidad y hasta lo relacionan con leyendas paganas, contrarias a la fe cristiana.

Sin embargo, la Iglesia Católica ha reconocido un significado muy especial en el árbol de Navidad.

¿Se ha preguntado alguna vez por qué el árbol de Navidad es siempre un pino? Resulta que esta es una especie perenne, que sobrevive a todas las estaciones y aún permanece intacta por muchísimo tiempo después de ser talada. Esta condición tan especial del pino representa a Jesús, siempre vivo. Así mismo, su forma triangular representa a la Santísima Trinidad.

Cada adorno que se le pone, tiene también, un significado. Las bolitas, que son las más comunes, simbolizan los Dones que Dios le da a sus hijos. Las rojas representan las peticiones a Dios; las azules, el arrepentimiento, las plateadas, el agradecimiento; y las doradas, las alabanzas.

Los moños y las cintas significan la unión familiar y la compañía de personas que amamos. La estrella por ir en la punta del árbol, simboliza la fe, guía esencial de nuestra vida; mientras que las luces, sin importar el color, representan la luz que Cristo que ilumina el camino en la fe.

Los angelitos son los mensajeros entre los hombres y Dios, los encargados de brindarnos protección.

Todo el esmero con el que una persona decora su casa en Navidad, sin importar si los adornos son modestos o rimbombantes, debe vivirse como una muestra de Fe, en un Dios siempre vivo y amoroso. De lo contrario será una práctica vacía, meramente banal y comercial.
 

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