Cartagena


Olaya Central o el caimán invisible

El sector Central, del barrio Olaya Herrera, en épocas remotas se llamaba Caimán, por la enorme población de esos reptiles que convivía con los habitantes de las riberas del Caño Ricaurte.

Dicen los pobladores de la tercera edad que, junto con San José de Ternera, Caimán era uno de los corregimientos más viejos de Cartagena y uno de sus primeros asentamientos de extramuros. Ellos creen que podría alcanzar los 150 años.

Como testigos de esos relatos, a la entrada del Central se erigen algunas casas de estilo antiguo, cuyas ruinas aún dan indicios de la vida pueblerina que se desarrollaba alrededor del tren que viajaba de Cartagena a Calamar y viceversa.

Solo se necesitaron unas cuantas décadas para que la ciudad arropara los territorios agropecuarios que se extendían más allá del cordón amurallado. Uno de esos fue Caimán.

Ahora es uno de los sectores más pobres e invisibles de Cartagena, con seis calles destapadas, inundaciones invernales, redes de alcantarillado obsoletas, energía eléctrica costosa y sin zonas de recreación para niños, jóvenes y familia.

Localizado entre la Vía Perimetral y la Avenida Pedro Romero, el Central cuenta con unas 4000 mil viviendas y 20 mil habitantes, quienes en su mayoría viven de la economía informal; y, en un bajo margen, de la pesca que todavía ofrece la Ciénaga de la Virgen.

A los líderes comunales dicen preocuparles la gran cantidad de niños y jóvenes, quienes por carecer de escenarios deportivos, bibliotecas, salones lúdicos y espacios comunales, matan el tiempo en los negocios de maquinitas o en las esquinas apostando “La yuca” o “El arrancón”, un juego de cartas en el que, incluso, se involucran los padres como única forma de esparcimiento.

Al mismo tiempo resaltan la falta de cámaras de seguridad y patrullajes policiales, lo que facilita problemas de orden público como los asaltos en moto y la proliferación de microtraficantes. De estos últimos, aseguran que, “en parte son los propiciadores de la prostitución juvenil, porque muchas niñas, en cuanto cumplen los 14 años y ven que hay dificultades para estudiar y para trabajar, le hacen caso al primero que les muestre poder”.

Sin embargo, no descartan que la ausencia de valores en los métodos de crianza también impone su capítulo:

“Las niñas  más pobres quieren igualarse a las que pueden tener ropas, zapatos y teléfonos móviles, y no encuentran otra forma de aprovisionarse que haciéndoles casos a los microtraficantes”, dicen.

Con todo y eso, los activistas cívicos piensan que el peor problema que tiene el sector son las inundaciones invernales.

Pedro Ramos Vásquez, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal, expresa que la solución a ese fenómeno es la terminación de la Vía Perimetral, obra que no solo favorecería al sector Central sino a toda la zona suroriental de Cartagena.

“Esa obra se necesita, porque las invasiones van creciendo cada vez más. En cambio, si se termina la vía, se protegería la Ciénaga de la Virgen y necesariamente las aguas lluvias tendrían una mejor evacuación. Ya el alcalde Manolo conoce la zona, lo mismo que el alcalde local, Gregorio Rico, pero no toman cartas en el asunto. Siempre que llueve, nos traen mercaditos, lo que quiere decir que sí hay recursos para atender el problema como es debido”, indicó.

Mientras los alcaldes paran bolas, los residentes ya se están acostumbrando a que todas las calles se llenen con la lluvia y demoren tres días para secarse con la ayuda del sol y la de los vecinos, que se dedican a destapar las manjoles con tal que la intromisión de las nubes se retire de sus terrazas. “Aunque a veces las corrientes entran por los patios, cuando se crece el Caño Ricaurte”, advierten.

En cuanto a servicios públicos, las quejas siempre apuntan hacia la energía eléctrica. Dicen sentirse frustrados ante el esfuerzo que hicieron  por salir de las manos de la empresa Energía Social, con la cual los bajones y subidas intempestivas de la luz eran el plato diario, lo mismo que la pérdida de electrodomésticos. Se acogieron a la empresa Electricaribe, y ahora la molestia, según dicen, es con las altas facturaciones.

“Las facturas llegan con cifras de 300 mil hasta dos millones de pesos por un mes de consumo, cuando anteriormente no pasaban de 30 mil pesos”, cuentan.
Igualmente, hacen saber que las redes del alcantarillado ya están pidiendo cambio, dado que se volvieron insuficientes para la cantidad de vivienda que han ido apareciendo la totalidad de Olaya Herrera.

“Pero más que todo –explican-- lo que nos molesta son los malos olores de la planta de tratamiento de aguas residuales de la empresa Aguas de Cartagena, que funciona al lado del Caño Ricaurte. Uno pone la queja, reducen la molestia, pero luego como que se les olvida, y los hedores arremeten”.

No solo los habitantes del Central, sino todos los residentes de Olaya  cuentan con los servicios de salud del CAP vecino del cuartelillo de la Policía Metropolitana.

La Institución Educativa Miguel Antonio Lengua es el plantel más viejo del Central. “Quien no haya estudiado en el Miguel no es del Central o no es de Olaya”, dicen los dirigentes cívicos, a la vez que se muestran preocupados por la falta de cebras en la Avenida Pedro Romero, donde funciona la Institución Educativa República del Ecuador, con una población estudiantil numerosa que todas los días sortea el peligro del tráfico vehicular abundante en esa arteria.

“A propósito de la Pedro Romero –señalaron-- el transporte urbano en esta avenida se está volviendo insufrible, sobre todo en las mañanas, porque es por aquí por donde quieren evacuarse todos los carros que vienen de la Terminal de Transportes; y eso hace que, para ir al Centro, uno se demore hasta tres horas”.

 

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