Cartagena


¿Por qué nos cuesta tanto la educación ambiental en Cartagena?

GISELLA LÓPEZ ALVEAR

12 de junio de 2017 12:00 AM

Ni haber contemplado realizar allí el primer desfile acuático del Reinado de Independencia de la historia parece haber surtido el efecto suficiente para que la cara del caño Juan Angola cambiara.

La iniciativa de la administración distrital en las pasadas Fiestas de Independencia fue planteada como una estrategia a la que se le denominó “Desfile de belleza con sentido ambiental”, ya que el principal propósito, según se explicó, fue resaltar la importancia del cuerpo de agua para Cartagena y recuperarlo por medio de campañas ambientales y jornadas de recolección de basuras y demás residuos, ya que, como se sabe, esa ha sido una problemática constante en los alrededores del caño.

No obstante, parece que el esfuerzo por promover comportamientos orientados a proteger el Juan Angola aún no se ha apropiado de manera integral por parte de la ciudadanía. La semana pasada, medios de comunicación denunciaron que se sigue arrojando escombros hacia el caño, en inmediaciones de El Cabrero, pese a la pedagogía que distintas entidades han hecho. Y lo que preocupa –más ahora por eventuales inundaciones en estos días de lluvias– es que no solo es el caño Juan Angola el único sitio en la ciudad en donde se observan continuas prácticas de contaminación aunque previamente hayan sido objeto de campañas y jornadas de limpieza. ¿Por qué nos cuesta tanto la educación ambiental?

PROCESO LENTO
Cerca de 200 millones de pesos al año invierte el Establecimiento Público Ambiental (EPA) en campañas y pedagogía ambiental en la ciudad, según lo aseguró la directora de la entidad, María Angélica García Turbay. Reiteró que desde la entidad se desarrollan múltiples jornadas pedagógicas y estrategias ambientales, como recolección de inservibles y residuos sólidos, Proyectos Ambientales Escolares (PRAES) y Proyectos Ambientales Universitarios (PRAUS), con el objetivo de crear consciencia en las comunidades sobre la importancia de la protección del ecosistema. Incluso hasta ofrecen diplomados gratuitos en gestión ambiental urbana, que realizan en asocio con instituciones universitarias de la ciudad y están dirigidos a cualquier cartagenero interesado en el tema. Además, se constituyó el proyecto de “Guardianes Ambientales”, en el que jóvenes de zonas aledañas a ecosistemas estratégicos reciben formación en materia ambiental para luego velar por la protección de estos. Entonces, ¿qué pasa?

“La educación ambiental no es un acto, no termina con ir y dictar una charla, una capacitación o hacer un diplomado. Es un proceso que toma su tiempo para que rinda los frutos esperados, es un proceso que tiene que ser continuo, de alta calidad, como creo que lo estamos dando. Esperamos que a futuro realmente vayamos transformando la conciencia ciudadana y podamos recoger los mejores frutos. A pesar de todo, podemos decir que tenemos los mejores indicadores de la historia del EPA en cuanto a educación ambiental, ya que antes se capacitaban entre 7 a 9 mil personas anuales, pero solo en lo que va de este año llevamos más de 30 mil personas capacitadas”, argumentó García.

¿QUÉ HACE FALTA?

El especialista en gestión ambiental y docente catedrático de la Universidad de Cartagena, Alejandro Villarreal Gómez, considera que mientras en las comunidades no exista una completa aprehensión del porqué es necesario conservar el medio ambiente, no es posible la efectividad en el proceso. “Esa dificultad de apropiación del conocimiento sobre lo que significa la educación ambiental probablemente se debe a la baja comprensión que hay sobre cómo funciona y cuáles son los procesos dinámicos que la naturaleza tiene para la conservación de la vida. Entonces, cualquier actividad de sensibilización o campaña ambiental realizada por las instituciones de educación, entidades ambientales, empresas privadas o comunidades, se quedan cortas, es decir, en ‘activismo’. Si no se comprende la manera como el funcionamiento de la naturaleza es fundamental para la vida de las especies de este planeta, difícilmente podrá haber un dialogo del hombre con la naturaleza que conduzca a su cuidado, conservación y preservación”, aseveró.

En ese sentido, coincide la docente de la Universidad Tecnológica de Bolívar, Elsy Domínguez De la Ossa, pero desde el punto de vista de la psicología y la conducta. Resalta que la falta de concientización sobre la relación que existe entre la persona y su medio ambiente conduce a la dificultad para la protección del medio ambiente, destacando que las campañas en educación ambiental deben tener su escenario principal desde la infancia. “Se requiere adoptar políticas, estrategias y acciones que apunten desde la infancia a generar hábitos de vida saludable y de autocuidado, estableciendo relaciones incluyentes y pacificas entre la comunidad y la naturaleza. Trabajar desde los primeros años de vida reduce los costos de inversión en programas educativos para los adultos, teniendo en cuenta que en etapas avanzadas del desarrollo se hace más difícil el cambio de actitudes, por la permanencia en el tiempo que conduce a generar hábitos y prácticas que se naturalizan y normalizan en contextos particulares”, consideró la docente, que además es doctora en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud y magíster en Psicología Clínica y de Familia.

RECOMENDACIONES

Entre las recomendaciones que hace el profesor Villarreal está “profundizar en ese diálogo a partir de la educación ambiental, entendida esta como un proceso permanente de formación. Asimismo el cuidado de los entornos ambientales, de manera que permitan construir ciudadanos preocupados por la búsqueda de soluciones a los problemas ambientales de la ciudad”. Mientras que Domínguez sugiere además “emprender acciones con las comunidades basadas en los fundamentos de la psicología del refuerzo social y del castigo, que implica reconocer positivamente las conductas adecuadas que aumentan los actos protectores del medio ambiente y castigar de manera formativa las acciones que destruyen el ecosistema”.

CIFRAS Y REFLEXIONES

En la última encuesta de percepción ciudadana realizada por el programa Cartagena Cómo Vamos (2016), se les consultó a los cartageneros sobre las acciones que realizaban para cuidar el medio ambiente de la ciudad, a lo que el 72% de la muestra de la encuesta afirmó que no arrojaba basuras en las calles y cuerpos de agua. Se les preguntó también sobre el tipo de desastre natural al que se consideran más expuestos en Cartagena, a lo que el 50% situó en primer lugar a las inundaciones, mientras que al pedirles una priorización de los factores que favorecen el cambio climático ubicaron en segundo y tercer lugar (de cuatro opciones) a la contaminación de aguas y el inadecuado manejo de residuos sólidos.
Así, parecería que la ciudadanía es consciente del deber de proteger el ambiente, pero la realidad está mostrando otra cosa en algunos casos.

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