Afectado por el ingreso de camarón de contrabando a Cartagena y preocupado porque las autoridades, al parecer, no hacen nada para evitarlo, está Luis Eduardo Curiel, gerente de Acuacultivos Los Gallitos, en Embalse del Guájaro (Repelón, Atlántico).
El hombre, quien dirige dos de las cinco fincas productoras de camarón que hay en esa zona, sostuvo a El Universal que, en los últimos nueve días, más de dos mil kilos de camarón provenientes de Venezuela llegaron al Mercado de Bazurto. Pero, ¿cómo lo supo?
Contó que “ese camarón fue ofrecido a una persona, en una pesquera organizada. En la mañana del martes estuve hablando con él y me dijo que compró un poquito. Reconoció que no es el de mejor calidad, pero varias personas se lo ofrecieron. Una de ellas le dijo que tenía mil kilos guardados. Según los datos que él me dio, hay más de dos mil kilos de camarón en el Mercado, guardados por diferentes personas en cuartos fríos.
“Me acerqué a otro negocio y me dijeron: ‘sigue entrando el camarón. Están dando en 17 mil pesos el kilo de camarón cola, que es el que tiene concha pero no cabeza. Hace 10 días lo daban a 20 mil pesos’. Es decir, casi no había, pero al haber más oferta bajó el precio”.
Curiel precisó que “el camarón cola, del mismo tamaño que lo traen los venezolanos y precio finca, es decir, sin ganarle nada, se vende a 22 mil pesos el kilo. Ahí solo se cuenta el precio del hielo y del proceso para llevarlo a cola. Con ganancia se vende a 24 mil pesos el kilo.
“El camarón precocido lo están vendiendo de 15 a 17 mil pesos el kilo y no sé cómo lo hacen. El que yo vendo es a 35 mil pesos, porque cuando el camarón se extrae de la finca hay que pelarlo, rellenarlo y precocerlo”.
Advirtió que el camarón de contrabando “ni siquiera es de segunda, es de tercera, porque no tiene las condiciones de almacenamiento, la cadena de frío se pierde en muchas partes. Primero guardan los camarones en cuartos fríos, después los ponen en la frontera. Cuando los pasan de un carro a otro y los guardan en un lado u otro, se pierde la cadena de frío. El camarón al final pierde las condiciones de textura, calidad, sabor; no está malo pero no sabe igual, se contamina. Además porque lo traen en camiones con pescado. Al camarón lo ponen abajo, le tiran hielo, pescado, hielo. A veces hasta queso traen en esos camiones”.
La pérdida
La diferencia de precios entre el camarón de contrabando y el cultivado en la Costa es lo que origina pérdidas a los productores. Curiel sostiene que, en lo que va transcurrido de 2018, ha perdido más de 100 millones de pesos.
Explicó que “yo tengo 12,5 hectáreas de espejo de agua y por cada hectárea saco dos mil kilos de camarón. Por ciclo, que es el tiempo que demora en aparecer la larva y desarrollarse como camarón, saco 25 toneladas de camarones. Vendía dos ciclos, que serían 50 toneladas (50 mil kilos), por cerca de dos mil pesos que se están perdiendo en cada kilo, son más de 100 millones de pesos”.
Esto porque “el camarón se vendía a 13 mil pesos en la finca y en estos momentos se vende a 11 mil pesos y hay que traerlo a Cartagena”, indicó Curiel.
Lamentó que “quien era mi mejor cliente no me compra hace dos meses porque dice que si me compra pierde sus clientes. Su competencia compra camarón de contrabando y él también tiene que comprarlo para poder competir, sobrevivir en el mercado.
“A él, al mes, le vendía 4.000 kilos de camarón. Últimamente le vendía 400 o 500 kilos, pero porque le decía: ‘ayúdeme para salir de esto, se lo dejo a tal precio’, pero casi no puedo contar con él pese a que mi producto es de excelente calidad”.
Para el gerente de Acuacultivos Los Gallitos, “el problema es que los venezolanos que traen camarón de contrabando le apuntan es al canje monetario, a cómo les sale en su país y a cómo lo venden aquí.
“Otro factor es que en el Mercado hay muchas personas venezolanas vendiendo camarones. Comenzaron trayéndolos y ya tienen puestos. Le venden directamente en restaurantes, le están quitando el negocio a mucha gente que ha vivido toda la vida del comercio del camarón en Cartagena. A esta gente le ha tocado adaptarse a cómo están vendiendo los venezolanos y ellos acaban de llegar. Llamé a Acuacultivos El Guájaro y me dijeron que sí, que el Mercado está copado de ese camarón. Es una situación bien difícil”.
Distíngalos
Con base en una foto tomada, el martes pasado, por un expendedor de camarones en Bazurto, el gerente de Acuacultivos Los Gallitos explicó a los cartageneros qué diferencia a los camarones cultivados en Colombia de los camarones provenientes de Venezuela.
“El de arriba es fresco, siempre tiene su color brillante, verdecito, porque es de cultivo colombiano”. Mientras que el proveniente de Venezuela “se ve bastante blanco, cola negra y la concha se le quiere desprender; es silvestre, es un camarón de mar extraído por pesca artesanal”, dijo Curiel.
Indicó cuáles son las señales de que algo está mal con el camarón. “El que tengan color blanco significa que han pasado por un mal proceso. El camarón, cuando además se ve rojo o rosado, es porque está precocido o dañado. Una cola negra es síntoma de que el camarón está quemado, pero para venderlo lo pelan y lo lavan bien. Una cola maltratada indica síntoma de descomposición, pero mucha gente lava los camarones y les echa Clorox para matarles el olor”.
Cómo ingresa
Así como Fernando Rey, director de investigación y desarrollo de Aquarena & Cia, lo denunció el pasado 23 de marzo a El Universal; Curiel recordó que el camarón de contrabando “entra como si fuera producto de La Guajira. Allá no sé qué tramuyo hacen pero viene derecho a Cartagena. A veces llega a Barranquilla y en Barranquilla hacen transbordo para llegar aquí. Avanza por la vía La Cordialidad, así que el día que la autoridad se decida a cogerlos, los agarra.
“Hemos denunciado la situación a la Aunap (Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca), que es al autoridad competente en la parte civil, y a la Policía Fiscal y Aduanera en Bogotá, pero no se ha hecho nada porque hasta el viernes seguía entrando el camarón de contrabando”.
Otros productos de contrabando
Los camarones no son los únicos productos que, provenientes de Venezuela, ingresan ilegalmente a Cartagena. Desde finales de 2017 comenzó a salir a la luz pública el ingreso de carne, licor, e incluso hidrocarburos.
El primer caso, la incautación de 925 botellas de licor de contrabando por parte de la Dirección Seccional de Aduanas de Cartagena y la Policía Fiscal, se conoció en noviembre de 2017.
De las 925 botellas, 575 fueron aprehendidas en actividades de registro y control a vehículos y personas, en las principales vías de ingreso a la ciudad. Las otras 350, en visitas a licoreras y discotecas. En conjunto estaban avaluadas comercialmente en $32 millones.
En febrero de 2018 se encendió una alerta en el Caribe por el ingreso de carne de contrabando, proveniente también de Venezuela. El presidente de la Asociación de Ganaderos de la Costa Norte, José de Silvestri, lo denunció ante un medio nacional.
“La carne entra por frontera, por trochas ilegales, entran por camiones refrigerados a Colombia y al llegar, hay una red de comercialización (donde) se distribuye en baúles de carros, maletas, neveras de icopor, sacos, bolsas y así empieza a distribuirse esta red en toda la Costa Caribe colombiana, pero principalmente en los grandes centros de consumo (…) lo que está llegando son carnes o cortes más caros: lomo fino, lomo ancho, punta gorda”, dijo De Silvestri.
Según él, la carne se estaba -y aún se estaría- comercializando en Cartagena, Barranquilla, Santa Marta y pueblos circunvecinos, sin conservar la cadena de frío, situación que afecta tanto a la economía del sector ganadero como a la salud pública.
A esto se suma un hecho más reciente. El pasado 19 de agosto la Policía desmanteló una banda dedicada al contrabando de hidrocarburos desde países fronterizos (especialmente Venezuela) hacia Colombia, mediante falsas importaciones.
Este resultado, según la institución, se logró tras varios meses de investigación dentro de la operación denominada “Esparta”.
La Policía Nacional, el CTI y la Fiscalía General de la Nación lograron esclarecer cómo ingenieros, vinculados a una empresa de construcción de obras marítimas y fluviales, aprovechaban su cargo para ingresar ilegalmente hidrocarburos a Colombia, a través de una firma de comercio al por mayor de combustibles, bajo la figura de aceite industrial alcalino, para ser empleado en las obras de dragado ejecutadas en la zona del Magdalena Medio.
Ese modus operandi generaba un lucrativo negocio ilegal a los importadores y comercializadores del producto, pues evadían el pago de impuestos.
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