Clímaco Sarmiento, Manuel Villanueva, Pedro Laza, Irene Martínez, Emilia Herrera, Crescencio Camacho, Antonio Fuentes y Luis Magín Díaz son nombres sin los cuales no existiría la música novembrina como la conocemos. Estos intérpretes, compositores y productores tienen una historia que se remonta hacia principios de los años 50 y que estuvo marcada por una época donde el jolgorio novembrino era más carnavalesco y los ritmos colombianos tradicionales adquirieron gran fuerza en el mercado discográfico.
La música es una parte importante del fin y el comienzo del año en la Costa caribe colombiana. Las Fiestas de la Independencia, las Fiestas del 20 de enero y el Carnaval de Barranquilla poseen un conocido repertorio de porros, mapalés, cumbiones y otros ritmos. Todos los años para esas épocas se escuchan piezas que seguramente identificará en cuanto oiga la melodía aún cuando no sepa llamarlo por su nombre, ni sepa quién las interpretó ni quién las compuso.
Algunas de esas canciones son "Pie Pelúo" (Clímaco Sarmiento), "Mambaco" (Irene Martínez y Los Soneros de Gamero), "La maestranza" (Los Gaiteros de San Jacinto), "Tres puntá" (Los Corraleros de Majagual), "Coroncoro" (Emilia "la niña" Herrera y Los Soneros de Gamero) y “Suena Buscapié” (Son Cartagena), que es la canción más popular de las fiestas. En su mayoría, fueron recopiladas y comercializadas por Discos Fuentes, la casa disquera fundada por Antonio "Toño" Fuentes.
A medida que creció, Discos Fuentes se encargó de comprar otros sellos más pequeños y de amasar un enorme catálogo musical de la Costa Caribe colombiana. “Fue como una multinacional”, comenta Rupert Sierra Salazar, músico, docente y exproductor de Discos Fuentes durante ocho años. A medida que creció, la empresa de Fuentes comenzó a descubrir y promover más y más talentos, principalmente de música de bandas, e incluso a crear sus propias agrupaciones, como los Corraleros de Majagual.
“En esos tiempos era difícil conseguir un puesto en la música. No había televisión ni redes sociales como las hay ahora”, comenta Wadi Bedrán Jácome, compositor, arreglista y dueño de Los Soneros de Gamero. “Esa música comenzó en los años 50, cuando Antonio Fuentes descubrió a gente como Rufo Garrido y Pedro Laza”, dice. Esos artistas y varios otros más le abrieron la puerta a las siguientes generaciones. Sentaron “un legado muy importante y había que seguirlo bien”.
Según Bedrán, hubo un tiempo en que los músicos de la costa componían “pensando en los carnavales de Cartagena y Barranquilla”. El objetivo era “pegar”, que el disco fuera un éxito en la radio y en las ventas, porque “el que no estaba pegado, no tocaba” en las fiestas novembrinas. Entre otras cosas, no sería uno de los artistas contratados para tocar en las tarimas que comenzaban a organizarse desde las 4 a. m. en el aeropuerto Rafael Núñez y que eran las encargadas de recibir a las candidatas del Reinado Nacional de la Belleza.
Los músicos que no triunfaban desde las fiestas de Cartagena tenían menos probabilidades de tener éxito en el Carnaval de Barranquilla, que era el “premio mayor” y el evento que más dinero les reportaba. Vale la pena anotar que en esta época las Fiestas de la Independencia estaban más centradas alrededor del disfrute. Se les conocía como “Fiestas Novembrinas” y no había ningún interés en hacer conmemoraciones patrióticas, como lo hay ahora.
¿Si no se celebraba la Independencia, entonces qué era lo que estas canciones conmemoraban? Rupert Sierra afirma que la inspiración detrás de muchas de estas canciones estaba relacionada con el mundo de la agricultura, la ganadería y la vida cotidiana de los pueblos de la Costa Caribe. Así ocurrió, por ejemplo, con piezas como “El Cebú” (Rufo Garrido) o “El arrancatetas” (Armando Contreras), que eran nombres de toros famosos en aquella época. “Si alguien le componía un porro al toro, el dueño le entregaba una bonificación”, afirma Sierra.
De hecho, los nombres de las bandas también intentaban evocar ese ambiente. La agrupación liderada por Pedro Laza solía llamarse “Pedro Laza y su Orquesta”, hasta que, recuerda Sierra “Antonio Fuentes dijo que ese nombre no decía nada, por lo que le pusieron Pedro Laza y sus Pelayeros”, en referencia al pueblo de la sabana cordobesa.
También es el caso de Los Corraleros de Majagual (municipio de Sincelejo) y Los Soneros de Gamero (corregimiento de Bolívar). Wadi Bedrán se permite aclarar que varios de sus integrantes vienen de ese corregimiento y otros aledaños. Además, el tema “El inspector de Gamero” fue compuesto en recuerdo de un oficial que era el hazmerreír de esa localidad porque “todo lo hacía al revés”. El “Mambaco”, entretanto, es el nombre que recibe el palo de madera con que se toca un tipo de tambor de origen africano; de ahí que en la canción del mismo nombre Irene Martínez ordene “dar mondaca” (seguir tocando la percusión).
Sobre la ausencia o escasa cantidad de letra en muchos de esos temas, Bedrán aclara que “no es que no dijeran nada, sino que lo que importaba era el sabor y la expresión” que transmitieran las composiciones. Además, se trata de música de fiesta: un ritmo bien marcado y una atmósfera alegre son lo que le da valor a una pieza de este estilo, más que la letra.
En el ambiente musical de aquel entonces, los carnavales y la buena reputación era lo que realmente importaba a los músicos. “Para ellos, estar en la fama era, por ejemplo, irse a las fiestas del 20 de enero. Lo mediático era estar de gira por la región Caribe”, por lo que muchos no se preocupaban por reclamar las regalías de sus derechos de autor a Discos Fuentes. Muchas de esas ganancias se iban a un fondo de derechos reservados de autor o derechos reservados en depósito.
“El primero es cuando el autor no quiere que su nombre salga o porque no se sabe quién lo compuso, el segundo es cuando el nombre del autor se suplanta o se cambia por uno ficticio, pero de buena fe. No se les pagaban regalías, sino que se abría la cuenta y allí se iba consignando el dinero. Si de pronto aparecía el compositor, entonces Discos Fuentes hacía los trámites para verificar que esa persona sí era el verdadero autor y se le entrega el dinero”, recuerda Sierra.
La actitud de Wadi Bedrán ante el tema sigue reflejando los valores de aquella época. Se siente complacido con poder tocar durante las fiestas y con el hecho de que su grupo haya podido sacar temas que no pasan de moda, sino que siguen escuchándose. En sus propias palabras: “Yo me podré morir mañana, pero ‘Mambaco’ queda”.
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