Cartagena


Un ‘de todito’, así era el taxista que mataron por atracarlo en La María

Como un mamador de gallo y líder, así recuerdan Laura, Liseth y Sandra a Joaquín Mendoza Medrano, el taxista asesinado hace 8 días, en la noche, en el barrio La María.
Joaquín, como le dice su viuda, Sandra Milena Sánchez Martínez, era un esposo y padre ejemplar, dedicado a su familia, trabajador, alegre y sobre todo solidario con los demás.
Sandra recuerda el día en el que falleció su esposo. Joaquín le había mencionado que no tenía ganas de trabajar. “Yo le dije, bueno mijo, si no quieres ir a trabajar ve a la empresa para que consigan un reemplazo. Él me dijo: ‘No mija, yo mejor hago la tarifa, unas vueltas en el Centro y me regreso temprano a la casa’”. Generalmente su esposa lo llamaba a preguntarle qué quería de cena.
“Cuando siento que pita afuera de la casa y se baja del carro -dice la esposa- me preguntó que si le había preparado su carne y yo le dije que sí, así que nos sentamos y comió, luego  lavó la parte de atrás del carro porque se la ensuciaron. Yo deduzco que lo que pasó fue apenas se fue de aquí porque a las 12, o 12 y media le hicieron eso”.
A las 3 de la madrugada Sandra se levantó y al ver la hora llamó a su esposo para saber por qué no había llegado a la casa. El celular lo contestó un hombre que no quiso identificarse. Al preguntarle quién era y por qué tenía el teléfono de Joaquín, respondió que eso no importaba, que buscara a su esposo en algún hospital.
Por un momento Sandra pensó que tal vez era uno de los compañeros de su esposo, avisando que tuvo un accidente, pero luego pensó que se habría identificado, por lo que no vaciló en cambiarse la ropa y decirle a una de sus hijas que le parara un taxi. En ese instante llegó uno a su casa, pero no lo habían pedido, era un amigo de Mendoza para avisarle a Sandra el lamentable suceso que enlutaría a su familia y que horas después generaría bloqueos en la ciudad.
Sandra llegó al lugar de los hechos en La María donde estaba el carro que manejaba su esposo, pero sin él, y allí  la remitieron al Hospital Naval, en donde el taxista ya no tenía signos vitales. La mujer no lo pudo ver, ya su cadáver estaba en una bolsa.
Liseth Mendoza, de 15 años, era como ella misma lo dice, su hija preferida. “Hablábamos de política, de lo que pasaba en el país, eso era lo que teníamos en común, veíamos además muchas películas de acción. Mi papá fue mi amigo, él era todo para mí, él me apoyaba para que estudiara derecho, yo quiero ser presidente de Colombia y le decía a él que quería que fuera mi jefe de campaña, mi mano derecha”.
“Mi papá era un mamador de gallo, siempre hacía reír a cualquiera, uno a él no le podía poner mala cara, esa era su forma de ser, alegre”.
La familia cuenta que desde joven se empezó a perfilar como líder, tuvo un grupo que se llamaba “Chicas anfibias”, él era el comandante del grupo, las chicas salían a buscar ayuda para la comunidad necesitada. Asimismo estando en su tierra natal, Arenal, participó en obras de teatro y en grupos de baile, uno de esos se llamaba Grupo Menudo, él fue el coreógrafo. De allí su liderazgo.

EL HOMBRE, EL LÍDER
Joaquín tenía 14 años de pensionado de la Armada, salió como Cabo Primero, se dedicó a la construcción, hizo casas en Los Cerezos, el barrio donde residía. Luego se fueron a Arenal, donde tuvieron diferentes negocios. Años después se regresaron a Cartagena, trabajó de mototaxista y luego aspiró al Concejo en el año 2011 por el Partido Mio, pero no quedó. Perteneció a la asociación de taxistas de Cartagena.
Cuenta Sandra que Joaquín fue de familia humilde pero no fue impedimiento para destacarse en todo, nunca se quedaba quieto. De niño inclusive vendió fritos.
Esta pareja que tuvo prácticamente un mes de noviazgo, duró 20 años casada. Sandra lo conoció prestando el servicio.
Lo que la enamoró de él fue su forma de ser. “Así lo trataran mal siempre decía que no iba a estar bravo con esa persona, era muy amigable y buen padre, como en todos los hogares, hubo desacuerdos pero siempre me mantuve con él, luché con él hasta el último momento de su vida. Siempre buscábamos la manera de estar juntos. Él  soñaba con ser alcalde”, dice Sandra.
Joaquín, de 45 años de edad, era el tercero de nueve hermanos, llevaba dos años de ser taxista, trabajaba de noche, ya que no le gustaban los trancones y el sol fuerte del día. “No se acostumbraba al calor y los trancones, por ese lado si se desesperaba mucho, yo le decía: ‘Tienes que calmarte, no puedes tener esa adrenalina’, le decía que trabajara de día y no quería, prefería estar en las noches, sin embargo me dijo que ya no quería seguir manejando taxi, pero no se le dio la oportunidad de dejarlo”, relata Sandra.

UN HOMBRE DE FAMILIA
En el día Joaquín normalmente estaba en su casa viendo películas y hablando con su familia, especialmente con sus hijas.
Laura Mendoza, de 19 años, es la hija mayor, estudia cuarto trimestre de Gestión integrada de la calidad,  medio ambiente, salud ocupacional y seguridad industrial en el Sena, la misma carrera que cursó su padre.
Liseth Mendoza, de 15 años, cursa 11º de bachillerato en el colegio Moderno del Norte y Valeria Mendoza, la hija menor de la pareja, tiene 3 años.
A Joaquín le gustaba mucho el estudio y aprender nuevas cosas, por lo que hizo cursos de cocina en el Sena, leía libros de política, filosofía y cocina.
Siempre aconsejó a sus hijas que fuesen profesionales, les inculcó el estudio para ser alguien en la vida.
Generalmente salían en familia. “Íbamos a la iglesia cristiana, salíamos a comer y paseábamos a los centros comerciales con las niñas para hacer compras”, dijo Sandra.

LA DESPEDIDA
“Sus compañeros me han dicho que les ha dolido mucho la partida de mi esposo, por ser muy servicial, la gente me ha visitado en la casa, también fueron muchos a la funeraria, hasta se hizo un bloqueo. Ese día me tocó salir, hablé con ellos para que por favor dejaran pasar el taxi en el que iba pero me dijeron que no porque así como hoy había sido él, mañana podía ser uno de ellos. Yo me bajé del taxi, crucé y cogí un vehículo del otro lado”.
Laura Mendoza, la hija mayor, le contaba siempre sus cosas personales a su papá, quien la aconsejaba. Cuenta que siempre lo dormía neciándole los pies, lo besaba, lo abrazaba, le mamaba gallo, le decía que era el mejor papá del mundo. “Cuando tenía mi novio jamás se lo oculté, él era muy celoso,  además de mi papá fue un gran amigo, eso no quería decir que no me castigaba ni regañaba. Yo saqué de él mi forma de ser, mi forma de actuar, la solidaridad y ganas de ayudar”.
Sin embargo, Joaquín, como un padre responsable, castigaba y le llamaba la atención. “Justamente el día de su muerte, mi papá me regañó porque me demoré haciéndole un mandado comprándole unas cartulinas”, dijo Laura.
Liseth, como su hija preferida, siempre estaba con él. “Cada vez que mi papá salía yo iba con él, antes de contar las cosas que le pasaban me las decía a mí, antes que mi mamá se enterara yo ya sabía”.
Joaquín acompañaba a sus hijas a comprar la ropa, en esos días le iba a comprar unos zapatos del artista preferido de Liseth, Justin Bieber. “Mi papá cantaba las canciones de Justin Bieber conmigo aunque no sabía inglés, también agregaba a mis amigos en Facebook, especialmente para saber en qué andaba yo y estar pendiente de mí. Siempre le decía las cosas, solo me enojaba con él cuando hacía enojar a mi mamá”.
Antes de irse a trabajar Joaquín siempre se sentaba en la terraza con su familia para hablar de cómo le iba a cada uno.
En medio del dolor por la pérdida de un ser querido, la familia de Joaquín pide que esto no vuelva a suceder y dejan claro que no tienen rencor con los asesinos. “Dios los juzgará, sólo sé que no entrarán al reino de los cielos”, dijo Liseth.

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