Colombia


Colombia, tercer país de América Latina en tráfico de personas”

COLPRENSA

02 de septiembre de 2009 02:25 PM

“Colombia es el tercer país de América Latina en tráfico de personas”, dijo esta tarde Carlos Medina Ramírez, coordinador del área de justicia y seguridad de Unodc Colombia. En la región, primero está Panamá y luego Venezuela, y según estadísticas de la Policía Nacional, aproximadamente son 35.000 los colombianos que migran de manera ilegal al año, principalmente a Estados Unidos y Europa. De estas personas, un 90% de ellas sufre alguna clase de explotación. En el foro Retos y Realidades de Trata de Personas presentado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) y la Fundación Konrad Adenauer Stiftung, se señaló que Colombia es pionero en realización de leyes para minimizar la explotación de personas pero que en la práctica aún falta mucho para solucionar el problema, principalmente por el poco apoyo económico por parte del gobierno para realizar programas de prevención y educación. Según los expertos, muchas de las personas que sufren este mal se van por ambición por el dinero o deseos de conocer otros países y están en una edad entre los 17 y 25 años. Los traficantes de personas se “aprovechan de sueños e ilusiones de otras personas como la idea de viajar a otro país, aumentar sus ingresos y conocer otras personas”, indicó Medina Ramírez. Y agregó que: “Muchos colombianos se han ido a otros países detrás de ofertas laborales que les ofrecen sueldos atractivos, vivienda y un mejor status social”. Según una investigación encabezada por la Fundación Esperanza y la investigadora Alejandra Ripoll, de la Universidad Militar, “es un mito el pen-samiento colectivo que afirma que las personas de menos recursos y por lo tanto con una mínima educación son las únicas personas que están en riesgo de ser traficadas por redes”. Un estudio que se hizo en universidades de estrato 3 a 6 comprobó que estas personas tienen un alto riesgo de ser explotadas laboralmente y sexualmente en otros países. “Las redes de trabajo en el exterior son a veces una fachada para explotar personas”, según lo indica el estudio de la Fundación Esperanza.

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