Colombia


Fortalecer mecanismo de verificación y límites del cese, las opciones con el ELN

COLPRENSA

14 de enero de 2018 12:06 PM

La escalada violenta del ELN esta semana tras terminar el cese al fuego y el posterior regreso a Bogotá del jefe del equipo negociador del Gobierno en Quito (Ecuador), Gustavo Bell, conforman una crisis que sin duda marcará lo que será de ahora en adelante el proceso de diálogo con esta guerrilla.

Las condiciones de una nueva suspensión de hostilidades bilaterales parece ser el punto en el que no llegan a un acuerdo tanto el Gobierno como el ELN, debido a que ambos han dicho a través de múltiples declaraciones que están dispuestos a pactar un nuevo cese al fuego, pero con mejoras.

El último en ratificarlo fue Gustavo Bell, quien al término de una reunión de urgencia entre el presidente Juan Manuel Santos y parte del comité de diálogos en Ecuador, manifestó que ante el llamado de la iglesia, las organizaciones sociales, los países amigos y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, reiteraba la voluntad de reactivar el cese al fuego y negociar uno nuevo.

Por su parte, el jefe del equipo negociador del ELN, Pablo Beltrán, también reiteró su disposición afirmando que cuando las conversaciones se hacen en medio de un cese hay un mejor clima para la población y agregó que se necesita hacer un esfuerzo por llegar a un acuerdo sobre otro cese al fuego. 

Lo cierto es que a medida que pasa el tiempo y que el ELN continúa con el aumento de hostilidades, la sensación de la opinión pública frente a la posibilidad de alcanzar un acuerdo de paz con esta guerrilla es negativa. Así lo considera el analista político Víctor de Currea Lugo, quien afirma que al Gobierno le quedan días para concretar un nuevo cese al fuego con este grupo armado antes de que se agudice la evidente crisis de las negociaciones en Quito.

“Ya Iván Duque y Vargas Lleras salieron a cuestionar el proceso. Esto y la cantidad de acciones de guerra por parte del ELN debilitan el proceso”. Por estos motivos, agrega Currea, en aras de acelerar tanto el cese como las negociaciones, es necesario que los equipos negociadores aclaren las ambigüedades en las definiciones conceptuales que implica la dejación de hostilidades.

“Si revisamos las definiciones del anterior cese al fuego, hay muchas confusiones. Para pactar uno nuevo se deben hacer estas claridades. También se debe robustecer el mecanismo de verificación con acompañamiento internacional. Pero lo que no se puede hacer es pensar en que el próximo Gobierno puede modificar lo pactado o el mismo cese porque se terminan cerrando las negociaciones. Lo que deben hacer es avanzar al máximo y cuando llegue el nuevo presidente, él decidirá qué va a hacer”, opina Currea.

Para el analista político Mauricio Jaramillo, esta crisis en las negociaciones no se pudo presentar en un momento más difícil debido a la coyuntura política del país. “Para el Gobierno es complicado porque dentro de poco tiempo son las elecciones parlamentarias y luego siguen las presidenciales. No sé hasta qué punto Santos tenga el margen político para seguir negociando con libertad ante toda esta presión política. Para el ELN también es difícil en la medida en que a medida que pasa el tiempo, el sentimiento de rechazo al proceso de paz va en aumento”, dice.

Según Jaramillo, el problema que enfrenta este proceso está relacionado con el hecho de que en Colombia la paz se ha vuelto un tema de disenso, a diferencia de cuando empezaron las negociaciones con las FARC. “En ese momento la gente estaba de acuerdo en conseguir la paz, de hecho, por eso fue que Santos ganó las elecciones presidenciales, pero en estos momentos el tema de la paz es impopular”.

El analista dice que la lectura que se puede hacer de la situación que atraviesan las negociaciones es que el ELN piensa que la mejor forma de continuar con los diálogos es con acciones militares y esto, expresa Jaramillo, le quita posibilidades al Gobierno para seguir el proceso, porque cada vez que hay
un ataque por parte de esta guerrilla, los sectores políticos lo presionan. “Esta disparidad impide de manera determinante que el proceso prospere”, señala.

Para el experto, además, la futura dejación de hostilidades que se pacte debe incluir que haya una observación efectiva, porque sin esta “será más fácil caer en acusaciones mutuas sobre violaciones al cese, como ocurrió en el primero”. “Se necesita un mecanismo de verificación más exigente y riguroso que permita que cada vez que se detecte una falla, este intente corregir la situación y las partes salgan a dar explicaciones, cosa que no ha ocurrido hasta ahora”, manifiesta.

Algo que es muy importante, según Jaramillo, es que haya claridad en lo que significa cese de hostilidades. “Aquí el significado de ofensivo y defensivo debe ser entendido por ambas partes sin ningún tipo de manipulación, pero también debe haber elementos de juicio para determinar la clasificación de los hechos”.

“Silenciar los fusiles no son pañitos de agua tibia, tiene ventajas enormes, en  especial para las poblaciones en zonas de conflicto. Durante el primer cese al fuego con esta guerrilla, se ahorraron muchas vidas. Por eso, pese a que al Gobierno de Santos le falta poco tiempo para terminar su mandato, es importante pactarlo, así no haya muchos avances políticos en la mesa de negociaciones”, agrega Jaramillo.

El subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, Ariel Ávila, opina que una ruptura en las negociaciones está descartada. “Nadie se va a levantar de la mesa. El Gobierno no va a decir que se acabó el diálogo ni el ELN porque a ninguno de los dos les interesa. Aquí el miedo es que entremos a un extenso periodo de letargo, como ha estado en estos días”.

Para Ávila, se debe encontrar una solución rápida para que el próximo presidente encuentre un acuerdo tan sólido que sea imposible darle marcha atrás. “Esto es lo que está en riesgo con este letargo en las negociaciones, porque para lograr este objetivo se tiene que avanzar muy rápido en las negociaciones”.

Además, agrega el analista, el cese al fuego debe pactarse rápidamente para que siga habiendo alivios humanitarios en los municipios golpeados por la violencia, pese a que existe la posibilidad de que las condiciones cambien con la llegada de un nuevo jefe de Estado.

En cuanto a la necesidad de robustecer el cese al fuego, tal y como lo han manifestado ambas partes, el analista dice que la clave está en fortalecer el mecanismo de verificación y clarificar los conceptos que abarca la dejación de hostilidades. “En el anterior cese no había claridad en los límites. Por ejemplo, el Gobierno lanzó un operativo militar en el Chocó que para el ELN era violatorio, pero no lo era para  las Fuerzas Militares. Lo mismo sucedió con el tema de secuestro por parte de esta guerrilla. Ellos no consideraban que el Gobierno debía verificar este aspecto, pese a que había un compromiso humanitario por parte de ellos”, asegura Ávila.

No obstante, como lo resalta Mauricio Jaramillo, todos los ceses al fuego son imperfectos: “no ha habido uno que no haya tenido incidentes, pero lo que frustra a la gente es no ver un avance en las negociaciones. Pero desactivar una guerra de más de medio siglo requiere tiempo y paciencia. Además,  desarticular una guerrilla como la del ELN, con una violencia ideológica fuerte y ortodoxa, requiere tiempo y hace que el proceso de paz con esta guerrilla sea un poco más complejo, incluso más que el de las FARC”.

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