Colombia


La crisis climática amenaza al 25% de Medellín y sus corregimientos

Los factores naturales se suman a las malas decisiones sobre territorio. El tiempo de las soluciones llegó.

COLPRENSA

31 de agosto de 2022 08:00 AM

Hace dos meses, en medio del balance de los estragos de la temporada de lluvias en Medellín, el alcalde Daniel Quintero entregó una declaración llamativa.

El mandatario manifestó que Medellín era la ciudad más grande asentada entre montañas en Colombia y la que más padecería por cuenta del cambio climático y las lluvias. Por lo tanto, dijo, pediría al Gobierno nacional un fondo de inversión y un estatuto especial para preparar a la ciudad en los próximos 50 años.

Aunque es destacable que la discusión alrededor del cambio climático esté vigente en la agenda política la ambigüedad y confusión que surgen tras declaraciones como la de Quintero no ayudan mucho a comprender realmente la dimensión del problema que Medellín tiene entre manos; ni sus causas y consecuencias.

Lo primero que es necesario aclarar es que vivir entre montañas no es una especie de condena por la cual la población esté sometida a padecer estragos climáticos y territoriales.

Si bien la topografía montañosa y algunas características meteorológicas facilitan que a mayor frecuencia de lluvias intensas se produzcan deslizamientos, avenidas torrenciales e inundaciones, estos son apenas dos factores –el inevitable aporte de la naturaleza– combinados con la exposición y vulnerabilidad del territorio –propiciados por el ser humano–, de acuerdo con el profesor Germán Poveda Jaramillo, docente de la Universidad Nacional y miembro numerario de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas.

Es justamente a partir de esa explicación donde es posible empezar a acercarse a la comprensión de la problemática.

Preguntas difíciles

¿Por qué se está inundando Medellín cada vez con mayor frecuencia?, ¿por qué parece estar colapsando la ciudad con tanto derrumbe? Esas son preguntas que se repiten todos los días y en todos los barrios.

La crisis climática amenaza al 25% de Medellín y sus corregimientos

Responderlas no es fácil. En esencia, Medellín es una ciudad mal planificada. A partir de este punto los expertos desmenuzan una larga cadena de factores que explican esa sentencia: la expansión urbanística en las laderas y la transformación de la red hidrográfica, partiendo por el mismo río Medellín y las más de 4.100 quebradas que recorren el territorio, son dos principales determinantes.

Pablo Camilo Arbeláez, mágister en hidrología y gestión del agua explica que después de varios años intentando mantener un equilibrio, las laderas de la ciudad acusan hoy la presión de la construcción acelerada. En consecuencia, el territorio montañoso que antes servía para absorber las aguas lluvias, ahora padece el fenómeno de la impermeabilización, es decir, las casas y edificaciones impiden que el agua tome contacto con el suelo, y los sistemas de alcantarillado, que deberían asumir esta tarea, son deficientes. De ahí que ante el aumento de las precipitaciones y su intensidad, gran parte de la ciudad termine anegada.

Históricamente se ha impuesto la idea de que los asentamientos y barrios marginales, así como quienes llegaron a ocuparlos masivamente desde finales de los 80, son los causantes directos de esta problemática. La realidad es diferente.

El diagnóstico que hace el Área Metropolitana apunta hacia otros frentes: la histórica falta de aplicación de correctivos económicos por parte de los gobernantes de turno para regular el mercado del suelo urbano y la vivienda; la presión inmobiliaria en renovación y consolidación urbana que ha expulsado a los moradores tradicionales; la especulación y altos precios del suelo, que afectan la localización de población de bajos ingresos; y el desplazamiento forzado rural-urbano e intraurbano.

Estos factores, a su vez, decantaron en el crecimiento disperso, la suburbanización y la expansión hacia los bordes de la ciudad y sus corregimientos. Allí, la otra Medellín, la más vulnerable, se ha tenido que enfrentar a una baja calidad de habitalidad, a la vulnerabilidad y a los riesgos crecientes por una crisis climática que avanza a paso acelerado.

Hasta 2014, los asentamientos precarios ocupaban el 22,92% del total del suelo urbano en Medellín, esto equivale a más de 11 millones de hectáreas. Y la cifra se queda corta, pues en los dos últimos años se intensificó el asentamiento irregular en varias comunas, particularmente en las comunas 2, 3, 4 y 8.

Y para completar, según el Dane, el 14% de las viviendas en Medellín presentan algún tipo de deficiencia que no solo deteriora la calidad de vida de las familias que la habitan sino que ejercen presión sobre un territorio endeble.

Y hasta aquí solo se han abordado de la mitad de las amenazas que enfrenta Medellín.

El ABC de riesgos

El dato que entrega el Área Metropolitana es bastante diciente: el 25% del territorio en Medellín tiene algún tipo de amenaza asociada al cambio climático.

El más alto riesgo ante inundaciones y avenidas torrenciales prevalece en San Antonio de Prado y San Sebastián de Palmitas.

La ciudad, además, tiene 15 barrios en riesgo alto y 20 en riesgo medio por movimientos en masa. Allí, bien sea porque no existe forma de mitigar el riesgo o porque la Alcaldía no ha adelantado las acciones para mitigarlo, miles de personas viven todos los días bajo la zozobra de perder su vida y sus hogares.

Además la ciudad se enfrenta a los incendios de cobertura vegetal y a las islas de calor, este último es un fenómeno del que se ha hablado poco en Medellín. Las islas de calor producen que en varios puntos de la ciudad la temperatura sea mayor. En los registros existentes se tienen antecedentes de cuadras en Castilla que han registrado 39 °C.

Ponerle rostro al problema

A diferencia del resto del departamento, Medellín se ha resistido a declarar la emergencia climática, esto a pesar de que el alcalde Daniel Quintero ha edificado una narrativa de Medellín como una “ecociudad”, una fachada que se desmorona fácilmente al recorrer las zonas más vulnerables de la ciudad.

Las comunidades más afectadas han emprendido una lucha política y social para convencer a la administración distrital de tomar decisiones concretas y trascendentales para enfrentar una crisis que con cada día que pasa está poniendo en jaque a la ciudad.

Impulsado por el Movimiento de Laderas, organizaciones comunitarias le han pedido a Quintero que declare la emergencia climática con la cual acelere la disposición de estrategias sociales, técnicas y financieras para brindar garantías a los pobladores en mayor situación de vulnerabilidad; le asigne un presupuesto específico al Plan de Acción Climática (hoy en letra muerta); implemente la Política Pública de Protección a Moradores y Actividades Económicas (que hoy solo luce en el papel); y garantice que el Dagrd y el Isvimed cumplan su rol para atender a las familias desplazadas en contexto de desastre, y aseguren el derecho a la vivienda digna de las personas ubicadas en zonas de riesgo.

Por eso, a partir de hoy y hasta el próximo domingo, El Colombiano publicará varias entregas en las que le pone rostro a la crisis climática y expone en detalle cuál debería ser el rumbo que tome Medellín para evitar el camino hacia una ciudad fallida, plagada de tragedias.

Recorrimos varias comunas y hallamos la lucha de la comunidad de El Pesebre para afrontar las amenazas desencadenadas por la peligrosa transformación de ríos y quebradas; la larga batalla jurídica de los desarraigados por La Picacha y el limbo de los desplazados climáticos en Medellín; la gestión del riesgo y la historia de Bello Oriente que tiene el primer sistema de alerta temprana en un barrio informal en el mundo; y el testimonio de lucha del barrio El Pacífico y su liderazgo social y político por su derecho a habitar un territorio digno.

A partir de estos relatos trazamos la hoja de ruta de los problemas y las soluciones que debe emprender el gobierno distrial si realmente quiere, tal como lo dijo el alcalde, empezar a planificar una ciudad viable en las próximas décadas.

El efecto de isla de calor urbano es causante de enfermedades respiratorias y cardiovasculares y afecta principalmente a los habitantes de barrios pobres, pues generalmente los pobladores barrios de estratos altos tienen acceso a materiales de construcción de calidad y a mayor cantidad de zonas verdes que compensan el aumento en la temperatura. Es un marcado ejemplo de los impactos del cambio climático originados por la inequidad.

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