Colombia


Las cartas que se juegan los candidatos presidenciales antes de las elecciones

COLPRENSA

06 de mayo de 2018 12:52 PM

A escasas tres semanas para la primera vuelta de las presidenciales, los cinco aspirantes al primer cargo del país arriesgan con propuestas y acciones en las que se juegan el todo por el todo para captar electores.

Jaime Ernesto Gutiérrez, consultor político internacional y director de la revista InnoPolítica, y Eduardo Llano Camacho, asesor político y socio fundador de Esmental.com, analizaron para El País las estrategias de los candidatos en las últimas semanas, con las que buscan asegurar su paso a la segunda vuelta.

Gustavo Petro

Petro está haciendo un esfuerzo tremendo por moderarse ante un público y volverse radical ante otro, opina Eduardo Llano. En debate se presenta más institucional, hablando despacio, tratando de dar una imagen aplomada, bien vestido, sin propuestas descabelladas. Y en la plaza pública le habla a la gente más radical de comprar las tierras del Ingenio del Cauca, una incitación a la ultraizquierda que pide lucha de clases y debate a la propiedad de la tierra y a la desigualdad. Pero su radicalidad espanta al de centro que podría estar interesado en votar por él, resume Llano.

Señala que a Petro le hace mucho daño lo que pasa con Venezuela. El fenómeno migratorio que tiene inundado de venezolanos el país le pega fuerte y lo han utilizado Vargas Lleras y Duque para decir, ‘ojo, nos vamos a convertir en Venezuela’.

El aparecer con la mamá de Claudia Gurisatti es una jugada muy pensada, dice Llano, que afecta al uribista radical, ya que le pega a lo que vende Claudia, el discurso de la derecha, de RCN, NTN24, Ardila Lulle. “Convierte a la señora en símbolo de la antiderecha, de la discrepancia de pensamiento entre madre e hija, y el mensaje es que la hija se descarrió. Les salió bien para su público, pero muy costoso para el de centro”, indica Llano.

Jaime Ernesto Gutiérrez dice que Petro busca llegar a un público al que los otros candidatos no les es fácil acceder, y polarizar entre los que históricamente han tenido y los que no; los que han tenido el poder político y los que nunca lo han detentado; entre jóvenes que quieren un gobierno que les vende ideas diferentes y soñadoras, como la de reem- plazar la energía fósil por carros eléctricos, pero que en la realidad y el pragmatismo político son imposibles. “Petro ha echado mano de propuestas extremas. Atractivas para el nuevo votante entre 18 y 22 años, el universitario, el cortero de caña que ha trabajado toda su vida en un ingenio por el salario mínimo, la idea de quitarle al que tiene para darle al que no tiene enamora a los humildes, pero es inviable. Polarizar el discurso le ha funcionado muy bien, pese a la nefasta administración que hizo en Bogotá”, remata Gutiérrez.

Iván Duque

Eduardo Llano señala que si toda la campaña se basó en que Duque se pareciera a Uribe, ahora hay una creciente intención de mostrarlo desmarcado del expresidente. Así se vio al distanciarse de las salidas polémicas de Uribe – lo de los maestros y lo del muerto bueno–. “La estrategia es jugar a Duque como el policía bueno, y a Uribe como el policía malo. Es calculado que Uribe quede como el malo de la película, el básico, lo cual tiene público al que le gusta, y que Duque quede como el ‘deber ser’, el conciliador, y así abarcar el mayor espectro de la derecha: la ultraderecha, la moderada y la de centro”, comenta Llano.

Para Jaime Ernesto Gutiérrez, como Duque tiene una ventaja considerable –cuando un candidato lleva más de 10 puntos al segundo en las encuestas es porque ronda los dos millones de votos de diferencia– es al que menos le importa entrar en una estrategia de choque, porque es el que más tiene que perder. Por ello aprovecha los ataques o contrapreguntas en los debates, porque le dan un recurso valioso, que es más tiempo para exponer sus ideas y eso le ha ayudado porque siempre queda en la percepción del elector.

“Su estrategia es no entrar en conflicto con nadie, evitar que lo asocien con los defectos de Álvaro Uribe, pero procurar que lo relacionen con las virtudes del expresidente”. Ante cada trino desafortunado de Uribe, Duque no opinó del tema. Y no ha entrado en peleas internas del Centro Democrático, va para adelante siempre con una campaña propositiva y por eso se mantiene en alrededor del 40 % de aceptación.

Otra decisión es no caer en polémicas por redes sociales. “Él está haciendo ese ahorro para evitar ese desgaste, que fue el problema que tuvo Óscar Iván Zuluaga en 2014, que llegó a la segunda vuelta cansado física y emocionalmente y políticamente desgastado”, comenta Gutiérrez, y para utilizar ese ahorro en la segunda vuelta, una recta final que son solo 20 días.

Llano destaca que también han puesto a Duque a jugar fútbol, a cantar vallenato, tocar guitarra, declarar poemas, mostrar que habla perfecto inglés... “Están mostrando todos los atributos personales que lo proyectan como el hombre orquesta”.

Sergio Fajardo

Jaime Ernesto Gutiérrez lo define como “el candidato espuma cervecera”, que sube cuando se sirve, pero luego se absorbe: empezó punteando arriba y rápido por una fuerza en redes sociales, pero eso no representa el éxito electoral. “Fajardo es para un público joven, capaz de ser influenciador por medios digitales, pero cuando es necesario hacer las propuestas prácticas, elementos claros de desarrollo de sociedad, de conocimiento del Estado y de programas gubernamentales serios, no es capaz de repuntar y de ganarse a un público que no es el joven y comienza a bajar”, explica Gutiérrez.

El público de mediana edad ha visto en él a un candidato que en palabras dice mucho, pero en concreto dice poco. Eso, aunado a las alianzas con sectores que no son de centro, como Robledo, exponente de la izquierda preparada y argumentativa de este país, e incluso con posturas reaccionarias que generan gran polarización, como la de Claudia López, lo han frenado en su aspiración presidencial; lejos de aportarle, le han mermado. Eso hace que mucha gente comience a verlo como un candidato de centro izquierda, lo que lo aleja de quienes podían ver en él una tercera vía de centro.

Eduardo Llano ve a Fajardo en un limbo. “Él no tiene capacidad de respuesta, contrario a otros candidatos que han tenido muchas estrategias en las últimas semanas, a él se le perdieron los papeles hace rato, el Grupo Empresarial Antioqueño le quitó el apoyo y ahora se está jugando la carta con Duque. Al perder financiación, no tiene cómo pautar y no se ve fuerte en los comerciales.

El único es donde apelan a su imagen de profesor y a la de Antanas, en un salón de clase, vacío, pero lleno de símbolos, como la imagen de una Virgen al fondo, apelando a lo religioso, que le pegó duro a Mockus en su momento y le quitó votos porque es ateo. “Fajardo no ha logrado conectar con mucha gente, sus propuestas de educación y anticorrupción no conectan con el votante, su campaña ya está decaída, casi que de salida, lo que intentan es hacer un papel decoroso”, concluye Eduardo Llano.

Humberto de la Calle

Es el candidato que nunca despegó. Le ha pesado mucho el costal del proceso de paz de La Habana que, lejos de ser un impulsor para él, ha sido un lastre. Trata de hacer un llamado desesperado para que los que votaron por el Sí en el plebiscito lo acompañen, pero muchos de ellos hoy no están de acuerdo, porque ven varios elementos que favorecieron a los cabecillas de las Farc antes que a la justicia y la reparación.

Para Jaime Ernesto Gutiérrez, “decir que a ‘Santrich’ hay que juzgarlo en Colombia o que el proceso está muriendo porque investigan a Márquez –por lo que cualquier otro colombiano tendría que pagar– es un tema impopular que le va a pasar factura. Ver que supuestamente las Farc siguen en narcotráfico y no han dicho la verdad, y su acceso a la política sin pagar un día de sanción, sin haber reparado a las víctimas ni haber aclarado cuánto dinero aportaron para ello, y ahora que la DEA empezó a destapar cartas ocultas de sus cabecillas, causó indignación a las víctimas y al ciudadano común. Hoy es repudiado por más sectores que los que votaron por el No”.

Eduardo Llano sentencia que de la Calle ya está entregado a su suerte. Su última estrategia de salir a defender el Acuerdo de Paz a capa y espada es un intento desesperado por salvar su obra de vida, algo como ‘del ahogado, aunque el sombrero’. Ya está sin propaganda, sin publicidad, con muchas salidas, tratando de buscar audiencia, pero sin fondo. Pierde muchos votantes con su posición frente a lo de ‘Santrich’ y solo trata de salvar el Acuerdo, es lo que verdaderamente le importa, él ya sabe que no va a ser presidente y para él los votos ya no son importantes, porque la historia no lo va a recordar por su votación, que será de unos 500.000 votos o menos, sino que le interesa es que el Acuerdo se materialice y se defienda para pasar a la historia como el hombre que hizo esa negociación, y la candidatura ya es un tema de trámite, ya no está en franca lid.

Germán Vargas Lleras

Germán Vargas Lleras optó por la estrategia de irse contra las encuestas, haciendo una denuncia pública de que están siendo manipuladas, dice Eduardo Llano. “Es la vieja técnica de matar al mensajero, porque no le favorecen, ya que no recogen el grueso de la maquinaria, que es donde Vargas Lleras tiene los votos”, comenta Llano.

También ha recurrido a mostrarse como el candidato que haría cumplir los Acuerdos de Paz, agrega Llano. Su eslogan, que está moviendo estas semanas, es ‘Hacer, cumplir, avanzar’. ‘¿Hacer qué? Lo que le falta al país; ¿Cumplir qué? Los acuerdos; ¿Avanzar en qué? En la construcción de paz’. Ese eslogan está siendo muy bien utilizado para jalonar a los que aún creen en el proceso de paz.

Para Jaime Ernesto Gutiérrez, Vargas Lleras está jugando a no puntear en las encuestas; solo le interesa marcar lo suficiente que, sumado a las estructuras políticas, le permita sumar cuatro millones de votos para pasar a la segunda vuelta, por encima de Petro. “Por eso ha dado bandazos. Al comienzo fue el candidato de la derecha, del orden, de la seguridad, de la estabilidad económica. Después se acercó al santismo, como el vicepresidente de un Gobierno que se ganó el Premio Nobel defendiendo la paz, al que le hizo el trabajo interno de infraestructura, mientras Santos se encargaba de la paz.

Y ahora se presenta como el candidato del centro, con publicidad que dice ‘no a los extremos, ni un lado ni el otro, vámonos por la experiencia, por el que sabe gobernar y no tiene fanatismos’, tratando de conquistar al centro, porque necesita entre el 12 y el 14 % de las encuestas (unos 2.300.000 votos de los 18 millones de votantes esperados) y si las estructuras políticas que lo apoyan no le fallan, son capaces de endosarle de 2.500.000 a 2.700.000 votos, con lo que sumaría los votos que requiere para asegurar su paso a segunda vuelta.

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