Cultural


400 años de la muerte de Shakespeare y Cervantes

COLPRENSA

23 de abril de 2016 02:59 PM

Si Gabriel García Márquez era considerado el colombiano más universal, Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare son, sin lugar a duda, los escritores más universales de sus idiomas.

La pregunta real del enunciado es: ¿por qué? ¿Qué dijeron hace 400 años dos escritores, uno español y el otro inglés, que sigue siendo relevante en la actualidad? De las múltiples respuestas posibles hay por lo menos dos que están relacionadas, como en el caso de García Márquez, con sus obras.

La primera es la universalidad de sus historias. Con seguridad, el paisaje moderno hace cada vez más difícil ver a dos hombres cabalgar al poniente con un molino de viento a sus espaldas, pero lo que subyace las historias cervantinas (adjetivo también fruto de sus obras), asuntos como el amor, la locura y la traición, son elementos de la esencia humana que hacen de sus reflexiones una materia global.

Algo parecido ocurre en el caso de Shakespeare, con algunas preocupaciones de ese tipo similares a las de Cervantes. En la Universidad de Oxford, en Inglaterra, la profesora de estudios shakespearianos —¿cuántos autores pueden decir que tienen adjetivos, aún en otro idioma, a su nombre?— Emma Smith explica en una de sus lecciones que en Macbeth hay una inquietud constante por intentar comprender por qué pasan las cosas en el mundo. ¿Es el destino, la intervención divina, o la voluntad del hombre?

Se dice que una de las funciones que el teatro cumplía para los griegos era, mediante el género de la tragedia, ayudarles a comprender que cosas malas le pasan a gente buena, a menudo por el desenlace de sus decisiones, y en otros casos por, pareciera ser, una suerte de azar universal.

En La Poética, Aristóteles habla de la tragedia como un género que debe ser “enriquecido con el lenguaje”, y que presenta incidentes que producen piedad —como el pobre Don Quijote– y temor –viene a la mente el Rey Lear muriendo enloquecido–, “mediante los cuales se realizan la catarsis de tales emociones”. A través de sus obras, así no sean todas tragedias, Shakespeare y Cervantes hablan en este lenguaje colectivo, que trasciende diferencias de época, cultura, y el paso de los siglos. En palabras de Bogdan Piotrowski, decano de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de la Sabana, “su profundo humanismo apela a nuestro destino común, nuestra condición humana, que es universal, más allá de las culturas, religiones o naciones”.

La segunda y resumida causa de su importancia radica en la forma en la que estos autores hicieron, precisamente, lo primero. En el libro “Las palabras alguna vez usadas por Shakespeare”, publicado en 1885, James Davie Butler afirma que el poeta inglés usó en sus obras más de 24,000 términos distintos. Más que John Milton (17,000), Homero (9,000), o Dante Alighieri (6,000). Igualmente, Cervantes aportó numerosos usos al lenguaje (adarvar, gallardearse, ufanarse, entre otros), y registró el espíritu de una época: “El Quijote, junto al Mio Cid, es una obra que marca definitivamente la constitución de la idiosincracia española”, dice Piotrowski.

Algunas teorías sostienen que Shakespeare y Cervantes llegaron a conocerse. Si ambos se acercaron tanto a un mismo lenguaje, global, humano, atemporal, tal vez haberse encontrado, o no, sea irrelevante.

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