Escribir sobre cine en Colombia es una oportunidad para aclarar ciertos conceptos que pueden resultar confusos o contradictorios para algunos miembros de la audiencia. Por ejemplo, La Negociación es un largometraje documental histórico de 89 minutos, ¿pero qué quiere decir esto?
De acuerdo al Instituto americano de cine (AFI) y a su contraparte británica (BFI), la categoría de cortometraje abarca toda película que tenga una duración menor a 59 minutos con 59 segundos, asimismo cualquier obra que dure 60 minutos o más es considerada un largometraje; el cine documental es aquel que cuenta hechos que han sucedido o que están sucediendo en el mundo, mientras que el cine de ficción (no confundir con el género ciencia ficción) es aquel que cuenta historias salidas de la imaginación de un artista; un documental es histórico cuando narra un suceso contemporáneo a partir de la reconstrucción de eventos del pasado.
La directora Margarita Martínez en entrevista con El Espectador se refiere a su película como: “un documental que narra la historia íntima, el detrás de cámaras de la negociación entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC, y el ingreso de esta a la vida civil”. En La Negociación podemos ver los diálogos de paz desde la óptica de una periodista que lleva más de dos décadas cubriendo el conflicto armado colombiano, una experiencia que la gran mayoría de ciudadanos no hemos podido vivir en carne propia: una narrativa de país distinta. ¿Pero qué es una narrativa una país?, ¿por qué algunos periodistas y otro tanto de profesores utilizan tanto este término?
El concepto de narrativa de país se ha puesto de moda durante los últimos años en distintas esferas nacionales y se refiere al relato que un individuo o un grupo de individuos cuentan sobre Colombia. Reconocer que existen distintas narrativas dentro de un mismo territorio nacional es saludable ya que este es el primer paso para aceptar que no tenemos una historia única. Cada quién interpreta y cuenta las cosas como las vivió.
El trailer de La Negociación que está disponible en YouTube es llamativo pero no le hace justicia a la desgarradora obra audiovisual que resume. El documental dura casi una hora y media pero pasa volando a un ritmo cautivador, es una reflexión sobre la solidez de nuestra identidad nacional y una dura lectura acerca de nuestro discernimiento como sociedad. Por momentos la sala de Cine Colombia se quedaba en silencio y lograba escuchar a dos o tres personas llorando entre los asistentes.
El mensaje de la autora es claro: la base del diálogo es aceptar que el otro tiene algo que decir.
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