Cultural


Cuentos de Marta Odette Jasbón

GUSTAVO TATIS GUERRA

15 de marzo de 2018 12:00 AM

Hace muchos años la vi pintar paisajes sobre la piel de los taburetes, las camas de viento y las esteras, y hoy me sorprende con unos relatos sobre los taburetes, las camas de viento y las mochilas. En esos paisajes pintados transcurrían las historias que ahora escribe.

Es Marta Odette Jasbón (Bogotá, 1944),a quien siempre he llamado Marta Jasbón, una artista natural, con una sensibilidad extraordinaria y una curiosidad inagotable por las artes. El cuento del taburete es la síntesis de las tres pieles: la piel de los árboles, la piel de las vacas y la piel de los abuelos que cargan a sus nietos. Marta los llama “asientos humanizantes y humanizadores”.

"Fue en San Jacinto, Bolívar, cuna de las artesanías del Caribe, donde vi los primeros taburetes, rústicos y sin gracia, y los soñé, convertidos en obras de arte", dice Marta. "Los conseguía, viejos y gastados, y los canjeaba por sillas plásticas; salvo una vez en el mercado de Bazurto que me sacaron corriendo por habérseme ocurrido tal idea; ese viejo taburete, Roque lo había heredado de la tía Ceci, con sus posaderas marcadas, sellando las innumerables historias contadas en él. Así fue como empecé a pintarles chivas, palenqueras, paisajes, hamacas que cobraron vida como piezas únicas. Me llovieron historias que me atraparon y no podía dejarlas escapar; y ese fue mi tema por dos meses escuchando cuentos memorables y simpáticos que recopilé como un tesoro que tenía que rescatar y darle categoría social".

"El burro y la carreta", es un cuento aparte. Se lo debo a Urbana, mi amiga, con quien podía pasar tardes enteras riéndome de sus anécdotas de Muñeco, su burro servicial y fiel compañero de todos los días. Los otros cuentos uno a uno nacieron en las tertulias interminables, donde la nostalgia de los ancianos nos enriquecía y la brisa del Caribe nos refrescaba trayéndonos el sabor dela infancia y la picardía de los amigos".

Conversando en aquellos lejanos días con Marta, le expresé mi inmensa veneración a los taburetes que forjan nuestros campesinos. La cama de tijera o cama de viento, donde dormí mi infancia, fue como dormir sobre un lienzo virgen a punto de ser pintado por los sueños. "

¡Bendita cama de viento! Bien gruesa y templada con eficiencia, es la que sostiene toda mi humanidad y el espacio vacío por debajo”, dice Marta.

“Mi mochila y yo tenemos la dulce abundancia de lo precisamente necesario”, clama esta  narradora y poeta.

El libro rinde homenaje a la chiva, el burro y la carreta, el patio,  y  la hamaca sanjacintera en donde se mece el arco iris, bajo nuestra piel.
El libro de Marta es un homenaje a la imaginación y un tributo a sus nietos. Es una bellísima publicación de Ediciones Crisol de España, con una portada del artista Carlos Santos, su taburete pintado contiene a su vez, las historias contadas y pintadas por Marta. 

José Carlos de la Cueva, el editor, celebra en Marta, su escritora poética, su narrativa evocativa del pasado y la nostalgia contagiosa para devolvernos a la memoria de nuestros taburetes.

Siempre tuve la intuición de que Marta nos sorprendería algún día con una sorpresa creativa, porque en su vida cotidiana siempre lo ha sido.

Una vez, restaurando su casa, descubrió que todo parecía perfecto, y entonces, dejó desnuda en la pared de su sala, un ladrillo rojo, para recordar la esencia de los elementos. Aquel ladrillo solitario y desnudo en medio de la pared pintada de blanco, era como su espíritu libertario, dispuesto a inventar una nueva dimensión a lo cotidiano. Eso veo ahora en su escritura.

 

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